Críticas

La depresión: ese monstruo

Mi única familia

Hard Truths. Mike Leigh. Reino Unido, 2024.

MiúnicafamiliaCartelEl director británico Mike Leigh, ya cumplidos los ochenta años, sigue ocupándose en sus largometrajes de la clase media de su país. Tras unos años sin dirigir, recurre de nuevo a la protagonista del que fue su mayor éxito, Secretos y mentiras (Secrets & Lies, 1996), para acercarnos al retrato de una mujer en la cincuentena, al de Pansy. Efectivamente, es la actriz Marianne Jean-Baptiste la encargada en Mi única familia de llevar en pantalla a esta fémina enfrentada al mundo y en lucha permanente contra todos y todas. Pansy vive encolerizada. La rabia se apodera de ella y se enfrenta a la existencia, a los suyos y al resto de la humanidad, con gritos, acusaciones, groserías e insultos. Está convencida de que el mundo está en contra suya, de que intentan aprovecharse de ella, de que no la respetan y de que nadie hace bien su trabajo, ya sea la peluquera (su hermana), la dentista, la médica de cabecera, la cajera del supermercado o la dependienta de una tienda de muebles. 

En realidad, a Pansy, lo que le sucede es que tiene demasiado dolor acumulado, sufre y no sabe cómo gestionar toda esa pena. Impotente, a ratos escupe su ira frente al universo y en otras se esconde en su caparazón, incapaz de asomarse a la realidad. Pansy padece una depresión de largo recorrido. Vive con su marido Curtley, que posee una pequeña empresa de fontanería y también con su hijo desocupado de veintidós años que no se quita los auriculares, le apasionan los aviones y deambula por la ciudad sin rumbo. Ante el fuerte carácter de la esposa y progenitora, ambos adoptan la estrategia de la sumisión y el silencio para procurar seguir respirando juntos. Decía Aristóteles en su Retórica que la ira cesa ante quienes se nos presentan humildes y no nos contradicen, pues con ello reconocen ser inferiores; que cesa la ira incluso en los perros, no mordiendo a aquellos que se sientan. Pero no asemeja que la actitud de Pansy refuerce dicha teoría. Más bien pareciera, como sostiene Judith Butler, que ningún otro principio o pasión persigue con tanta ansia, como la ira, la miseria de las demás criaturas. Actitudes iracundas que dominan a nuestra protagonista y que incluyen sentimientos reactivos de culpa,  rencor e indignación, siguiendo a Peter Frederick Strawson, otro filósofo reciente. 

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El realizador tiene la habilidad de contrastar el hábitat de Pansy con el de su hermana, que vive aparentemente feliz junto con sus dos hijas, ya adultas, y a pesar de los problemas que llevan consigo. Las tres ríen, comparten experiencias  y se apoyan entre sí. Dos formas muy distintas para arrojarse a los vaivenes existenciales y al paso del tiempo. Porque, ¿el tiempo se puede comprar? No en vano cobra su importancia la Sinfonía nº 101 en re mayor de Franz Joseph Haydn, conocida como “El reloj”, la novena de las denominadas Sinfonías de Londres. Llama igualmente la atención la blancura de la casa de Pansy, la ausencia de elementos decorativos, la desnudez que destila… Justamente una puesta en escena que funciona como metáfora de la ausencia de lazos afectivos en su interior. Resulta impersonal, fría, no respira. Y como contraste, cómo no, el caos reinante en el apartamento de la hermana. Allí sí se destila vida, hay convivencia, complicidad y amor. Es en su interior donde se desarrolla una de las escenas más duras de la película, en esa comida del día de la madre. Entre la naturalidad de unas y el silencio de otros, Pansy se siente perdida, sola y con ganas de acabar con todo. Y se agarra a su bolso como única barrera que puede protegerle de ese mundo que ella aprecia como hostil, de eso que ella denomina “gente”.

Nos hablaba Ortega y Gasset de “ese sujeto imposible de capturar, indeterminado e irresponsable, que es la gente, la sociedad, la colectividad”. ¿Por qué Pansy no disfruta de la vida? No lo sabe, pero es incapaz de hacerlo. Y mientras tanto, el tiempo pasa y los relojes no se detienen, como en la Sinfonía de Haydn. Contando con una interpretación asombrosa de Marianne Jean-Baptiste, a Mike Leigh, con un marcado carácter naturalista en todo el filme, no le frena complejo alguno para detener su cámara en el rostro de la mujer con planos fijos sostenidos. La crudeza que consigue resulta espeluznante, en especial en ese momento final en el que parece que se abandona cualquier esperanza. Así mismo, resulta sobrecogedor el instante en la comida familiar ya aludida en el que Pansy, ocupando toda la pantalla, estalla en carcajadas hasta por fin derrumbarse entre sollozos y agradecimientos al hijo por el obsequio inesperado. El tiempo, otra vez el tiempo, se detiene en un túnel aterrador en el que la comunicación no existe ni se la espera. Mientras, Pansy se hace amiga de los dolores. Por supuesto, los síntomas mentales y físicos aparecen inextricablemente entrelazados. Y si no, que se lo pregunten a Virginia Woolf.

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Pansy traspasa las barreras de su malestar al acting-out como forma de resistencia, tal y como lo entendía Freud. Y cae en conductas socialmente indeseables e impulsivas como las que despliega ante lo que ella cree falta de profesionalidad de su hermana, vagancia de su hijo, a la poca experiencia de su doctora, a la inutilidad de su marido… A todos echa la culpa excepto a ella misma. Sin miramientos, con sarcasmo. La anomia se apodera de sus relaciones sociales con una aparente ausencia de normas de educación, civismo o respeto. Para Pansy todo el exterior es susceptible de estar contaminado y por ello no sale a su jardín, enloquece con los bichos, le produce asco las gafas protectoras de la odontóloga o es incapaz de tocar las flores que le regala su hijo. Ruda y despreciativa, se encuentra ya agotada mientras la amargura le corroe. Pero todos los que le rodean y los que la quieren parecen desconocer que nunca es tarde para solicitar ayuda de aquellos preparados para proporcionarla, de aquellos que son conscientes de que dos más dos no siempre resultan cuatro. Cuando se llega al estado de horror gélido, turbulento y de implacable desesperación, hay que dejar de creer que una radiografía solo muestra el órgano.  

No queremos dejar fuera de estos comentarios la fascinante escena del cementerio. Pansy y su hermana acuden allí el día de la madre para visitar la tumba de su progenitora. Con cuatro pinceladas, el realizador consigue asomar los traumas que la protagonista ha ido arrastrando desde su infancia y el dolor que ello le ha causado. Y Pansy vomita su desesperación mientras se siente odiada por los que la rodean y estalla su propia culpabilidad en su incapacidad de salir del hoyo. La escena, además, contiene tintes almodovarianos en versión británica, con flores que se desprecian y cortejos de Harley-Davidson arropando al ataúd de papá. Mike Leigh se vale de Pansy como modelo de muchas otras como ella incapaces de ver la luz al final del camino sin ayuda profesional externa. Sí, y el dolor no es causado por circunstancias o catástrofes puntuales, sino por la suma de pequeños sinsabores, fracasos, pérdidas, erróneas decisiones o, simplemente, mala suerte. Pansy, otra mujer rota como tantas. 

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La ira es una emoción compleja y utiliza como blanco aquella persona a la que considera que infligió el daño injusta o ilegítimamente. Se construye desde la perspectiva del agente y registra la visión personal y subjetiva  de lo que para este importa, y no desde una tabla de valores objetiva. Y así actúa Pansy en su desesperación: despreciativa de sí misma y de los otros, reaccionando inapropiada y arbitrariamente. Síntomas físicos, como dolores de cabeza, pulso irregular o insomnio se acompañan de fases de agitación o depresión. Pero dentro de tanta desolación, congelada en ese terrible plano final, el director nos regala una hermosa secuencia que abre una rendija a la esperanza: una joven desconocida se dirige al hijo y conversa con él espontáneamente, cuando ambos se encuentran sentados en una plaza pública llena de gente. Quizás todavía los cambios puedan ser posibles. Quizás…

 Tráiler:

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Ficha técnica:

Mi única familia (Hard Truths),  Reino Unido, 2024.

Dirección: Mike Leigh
Duración: 97 minutos
Guion: Mike Leigh
Producción: Coproducción Reino Unido-España; Creativity Media, Film Four, The MediaPro Studio, Thin Man Films
Fotografía: Dick Pope
Música: Gary Yershon
Reparto: Marianne Jean-Baptiste, Michele Austin, David Webber, Ani Nelson, Sophia Brown, Tuwaine Barrett, Felicita Ramundo, Elliot Edusah, Bryony Miller

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