En foco
Filmado en el viento: In the Mood for Love
—En los viejos tiempos, si alguien tenía un secreto que no quería compartir, ¿sabes qué hacía?
—No tengo ni idea.
—Subía a una montaña, buscaba un árbol, le hacía un agujero y susurraba el secreto. Luego lo tapaba con barro y dejaba el secreto allí para siempre.
Chow Mo-wan (Tony Leung Chiu-wai, en In the Mood for Love, de Wong Kar-wai).
Para mí, rodar una escena de acción no es tan diferente a filmar una escena de amor. Lo que importa es lo que ocurre antes de la penetración, no después.
Wong Kar-wai a su director de fotografía australiano, Christopher Doyle, en una entrevista publicada en Interview Magazine (*)
Lo que ocurre con el movimiento de cámara es aquello que yo llamo el baile entre los actores y la cámara. Creo que ese baile es lo que realmente atrae al público y cuán bien bailamos es lo que da sentido al movimiento de cámara.
Christopher Doyle, co-director de fotografía de Con ánimo de amar.
Why stop to think of whether
This little dream might fade?
Let’s put our hearts together
Now we are one, I’m not afraid.
Bryan Ferry. “I’m in the mood for love”
壹
Hace muchos siglos atrás, más precisamente en la era preislámica, existió un género de poesía paisajística de origen arábigo-andalusí denominado rawdiyyat, el cual partía de la descripción de jardines y árboles, pero que llegaba a extender sus posibilidades expresivas al incorporar también los frutos, flores y fuentes como elementos creativos al servicio de la inspiración.
Este estilo de poesía alcanzó su esplendor en el siglo XII de nuestra era dentro del territorio de al-Ándalus, en pleno apogeo del dominio musulmán sobre la extensión de la Península Ibérica. La abundante presencia de alcázares, fincas, huertos y arroyos dentro de la conquistada geografía hispana ofrecía a los poetas sevillanos, granadinos, valencianos y cordobeses la posibilidad de celebrar reuniones báquicas, elaborando los inspirados textos que les permitían equiparar el rubor carmesí de las mejillas con el color de las rosas, los perfumes nocturnos del alhelí con la hipocresía de un bebedor musulmán o el interior de un nenúfar con la cara de una moneda. Efluvios aromáticos, crepúsculos, el alba y el rocío, los damascos y los almendros, los dátiles y los higos, todo aquello que partiera de la naturaleza parecía representar en aquellos tiempos de califatos, taifas y emiratos, una posibilidad para el poeta a la hora de expresar sus impresiones sobre la belleza que los rodeaba.
貳
Más o menos por la misma época, pero entre el Mar de China y el Golfo de Bengala, se erigía la edificación religiosa más grande del mundo, Angkor Wat, el templo situado en la ciudad sagrada del Imperio Jemer, híbrido sincrético entre el hinduismo y el budismo que dominó el escenario político del sudeste asiático entre los siglos IX y XV. Arrasada por los invasores mongoles siglos más tarde y abandonada en su totalidad por las autoridades jemeres, solo la espesura de su entorno selvático y la sempiterna presencia de los monjes budistas acompañaron, en silencio y durante cientos de años, a la estructura sagrada, alojando en su interior los desolados templos y el palacio imperial, entre cuyas paredes resonaban, seguramente no sin cierta nostalgia, los murmullos de la historia.
Phnom Penh, Camboya. Septiembre de 1966.
Convertida en una monarquía constitucional tras casi un siglo de dominio francés, Camboya recibe la visita del general Charles de Gaulle, quien pronuncia en presencia del príncipe Norodom Sihanouk un discurso en el que celebra el coraje y la lucidez adoptados por el país surasiático al mantener la neutralidad en el emergente conflicto bélico entre su vecina Vietnam y los Estados Unidos, contienda que derivó en el enfrentamiento armado entre ambas naciones y que se extendió por casi una década. Las imágenes de archivo de un noticiero francés de la época dan cuenta de la visita protocolar del primer mandatario francés en territorio camboyano y su recepción por parte de las autoridades asiáticas y su población. La imagen corta abruptamente a negro.
Angkor Wat, provincia de Siam Rep.
Un periodista chino residente en Hong Kong, llamado Chow Mo-wan, decide, por aquellos mismos años, visitar la imponente arquitectura del templo sagrado de Angkor Wat. Tras encontrar un hoyo en una de sus estructuras, acerca su rostro y revela un secreto sotto voce, en un murmullo solo atestiguado por los pequeños monjes budistas que rodean las inmediaciones del complejo y que será retenido eternamente en ese orificio, tapado por la hierba y el pasto, recorriendo, con el transcurso del tiempo, los muros del recinto, emulando aquellos susurros que acompañaron a la selva y a los monjes en siglos de abandono.
El cineasta más cercano a la figura de un poeta andalusí que haya conocido la década del noventa debía tomar una serie de elementos preexistentes para la representación de ese secreto (Secrets fue uno de los nombres provisorios que adoptó el proyecto de filmación de In the Mood for Love en una etapa previa de su extenso rodaje, hasta que el cineasta de Hong Kong escuchó, en una fase muy avanzada de la posproducción, una canción de Bryan Ferry titulada I’m in the Mood for Love y se decidió a tomarla como título definitivo del film). Y replicando el procedimiento de singular simpleza pero extrema estilización que efectuaban los poetas de al-Ándalus, realizó la pieza más sofisticada que se recuerde para la representación del amor no consumado entre un hombre y una mujer que se saben engañados por sus respectivas parejas (Su: “el caso es que mi marido tiene una corbata igual a la suya” / Chow: “y mi mujer tiene una cartera idéntica a la suya”) pero que establecen un fatuo pacto de neutralidad (“no somos como ellos”). La pudorosa e inflamable atracción jamás puesta en práctica entre ambos personajes solo resulta comparable en su contención a la justeza de los elegantes vestidos qipao que envuelven el físico de Su o a la evanescencia del humo de cada cigarrillo que fuma Chow en su oficina o cuartos de hotel. Esta pequeña historia es, digamos no filmada, sino insinuada audiovisualmente por Wong Kar-wai, valiéndose de los dos rostros y cuerpos más populares del cine de Hong-Kong (los maravillosos Tony Leung y Maggie Cheung), de la cadenciosa cámara de Christopher Doyle, de la expresividad del cello de Michael Galasso, de las rondas nocturnas e infinitas manos de mahjong que juegan sus vecinos y que les impiden a Chow y a Su salir de la habitación para mostrarse juntos, de los sensuales desfiles en ralenti cuando compran fideos en el mercado, de las cortinas y espejos que protegen y multiplican puertas adentro los cuerpos de estos dos amantes suspendidos, de las lluvias que los obligan a buscar refugio en los callejones, de los boleros entonados en imperfecto español de Nat King Cole, del almíbar de sésamo que Su prepara a escondidas para Chow, al enterarse que este último contrajo una fiebre. Pero ninguno de estos elementos se hacen presentes en la virtuosa, fascinante secuencia final, que bien podría figurar en una antología de los finales más tristes que se hayan filmado, del que Sofia Coppola se sirvió para ese otro secreto fílmico en fuera de campo sonoro que Bill Murray esconde en el oído de Scarlett Johansson en Perdidos en Tokio.
Culminando este tratado épico sobre la sensualidad en la secuencia final filmada en Angkor Wat, años después de que el periodista y escritor aficionado a los relatos de artes marciales Chow escapara hacia Singapur para alejarse del cuerpo de Su, el secreto hace un último intento por materializarse en el interior de aquel agujero del templo sagrado, mientras la cámara encuadra y dirige la danza de ese rumor por las inmediaciones del lugar.
Él recuerda esa época pasada, como si mirase a través de un cristal cubierto de polvo.
El pasado es algo que puede ver, pero no tocar.
Y todo cuanto ve está borroso y confuso.
Epílogo de In the Mood for Love.
Notas:
La conversación entre WKW y Christopher Doyle se puede encontrar a través de este link:
(*): http://www.interviewmagazine.com/film/christopher-doyle-and-wong-kar-wai/
Gran parte de la información en torno a la poesía andalusí fue tomada de un estudio de Celia del Moral titulado Jardines y Fuentes en al-Andalus a través de la poesía, que se puede encontrar a través del siguiente link:
http://medomed.org/wp-content/uploads/2010/11/cdelmoraljardinesyfuentes.pdf
La escena final de In the Mood for Love:
bellísima película. bellísima.
Hermosa película, no dejen de verla.