Críticas

Alicia en Burtonlandia

Alicia en el País de las Maravillas

Alice in Wonderland. Tim Burton. EUA, 2010.

El insondable batiburrillo de oscuras perversidades que habita en la sesera de Tim Burton continúa siendo un misterio para mí. No quiero caer en el tópico machacón, pero lo cierto es que no alcanzo a imaginar a qué tormentos anduvo sometido este individuo en su más tierno pasado para alcanzar tamaña enajenación intelectual -eso sí, extraordinariamente creativa-, pues es de alcance general que sus proyectos siempre destilan un embriagador aroma a traumatismo infantil. Esto ha sido capaz de traducirlo, a través de una personalísima aptitud técnica y dramática, en una insólita estética de autor presente y distinguible en todos y cada uno de sus trabajos; portando unas veces un carácter más entusiasta y colorista (La gran aventura de PeeWee o Big Fish) y otras, tirando hacia una tenebrosidad macabra de tintes neogóticos (Beetlejuice, Eduardo Manostijeras o Sweeney Todd). En un persistente acto de revalidación de lo que podría casi considerarse un subgénero subjetivo, el cineasta continúa haciendo ostensible su pasión por las leyendas fantásticas de corte tradicional. Alicia en el País de las Maravillas hace acopio de una pizca de las dos tendencias artísticas antes mencionadas, así como también trata de condensar en un ensayo de exégesis inédita las dos obras que catapultaran a la fama al polifacético Lewis Carroll: Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas (1865) y A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (1872).

Alicia en el país de las maravillas - CríticaSon muchas las adaptaciones cinematográficas que se acumulan ya sobre el primero de los cuentos, entre las que destaca la de Disney en 1951. Si nos limitamos al análisis del modelado de los extraños personajes antropomórficos que pueblan el relato -aunque se echan en falta algunos de entrañable siniestralidad, como Humpty Dumpty o la morsa comedora de ostras-, es esta cinta, además, la que guarda una mayor relación con la de Burton. Y es que es en este apartado, el técnico, en el que el excéntrico director juega mejor sus cartas. Sobre todo, al lograr un sorprendente y melifluo recreo de las proporciones con encuadres que aglutinan a partir de tres de los apócrifos encuentros de Alicia en su camino.

Es inevitable una breve comparación con Avatar, por tratarse de la siguiente película comercial fantástica de impecable factura técnica y empleo de la tridimensionalidad. Como ahora veremos no se trata de un símil improcedente que suena a lugar común. Gafas aparte, es posible hallar varias analogías entre el planeta Pandora y el imaginario reinado de las monarcas Roja y Blanca que no pasan inadvertidas. A la comunión con la fauna y la flora autóctonas, y el estudio esmerado de unos maquillajes excepcionales, hay que añadir el diseño de ambos microcosmos, que podría interpretarse como una alusión al consumo inspirador de psicotrópicos: así hablaba de las sensaciones que sugería el planeta de los na’vis Jordi Costa en su crítica publicada en Fotogramas; de esto mismo, a causa de la excentricidad de la historia, se acusaría al escritor del relato original de Alicia.

Alicia en el país de las maravillas - PelículaLa conclusión no sería otra que los filmes como Alicia en el País de las Maravillas (y los que vendrán a partir de ahora), que le va muy a la zaga en recursos y desarrollo virtuales a Avatar, con un guión algo más trabajado, hacen comprensible el estruendoso fracaso de esta última en la pasada edición de los Oscar. No obstante, que el guión de Linda Woolverton luzca un vigor superior que el de Cameron (ya sabemos, una tarea nada ardua) no significa que no consista, a su vez, en un embrollo sin sentido que fuerza la cohesión para introducir a toda costa la mayor cantidad posible de los personajes del original. Aquí todos están a merced de la nueva Alicia (Mia Wasikowska), paliducha y amnésica, ya en edad de merecer, que propone una sutil tensión sexual con el Sombrerero Loco, quien cobra una confiada y gratuita relevancia en función de su encarnación por el actor fetiche de Burton, Johnny Depp. Al igual que les debió ocurrir a los guionistas, la chica no comprende ni es capaz de hilar cada paso a seguir. Si querían una cinta comercial, lo más acertado hubiera sido rehacer la versión clásica y dejarse de experimentos infructuosos.

Cuando, por fin, creemos haber encontrado una dosis razonable de pertinente acción regada de buenos efectos especiales -en una batalla entre los rojos y los blancos sobre un tablero de ajedrez- ésta no tarda en ser disimulada bajo una perezosa lucha de la protagonista con el Jabberwocky (Galimatazo en el doblaje), monstruo que homenajea, en lo que supone una nueva inserción a capón, una tercera obra de Carroll y que hace las veces de ese Big-Boss de obligatoria derrota para acceder al siguiente nivel en los videojuegos. La parábola más sabia que se desprende de tal cantidad de despropósitos argumentales termina llegando de la mano de la propia Alicia, que demuestra haber superado su «locura» (como ella la llama) al decidirse a encarar la realidad. Los personajes maduran, pero su director no; esta locura no es más que ese complejo «peterpanesco» que Tim Burton se empeña en retener en lo más profundo de su alma.

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Ficha técnica:

Alicia en el País de las Maravillas (Alice in Wonderland),  EUA, 2010.

Dirección: Tim Burton
Guion: Linda Woolverton (Novela: Lewis Carroll)
Producción: Tim Burton, Richard D. Zanuck, Joe Roth, Jennifer Todd y Suzanne Todd
Fotografía: Dariusz Wolski
Música: Danny Elfman
Reparto: Mia Wasikowska, Johnny Depp, Helena Bonham Carter, Anne Hathaway, Crispin Glover, Matt Lucas

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