Críticas
Palabra, memoria y supervivencia
Almas muertas
Dead Souls. Wang Bing. China, 2018.
Wang Bing ha retratado de la forma más humilde, respetuosa y rigurosa que se pueda imaginar, algunas de las grandes atrocidades y miserias del ser humano y desde diferentes vertientes. Su cámara ha mostrado a los ojos del mundo entero, entre otros, uno de los retratos más duros y precisos sobre la enfermedad del Alzheimer dándose la mano con la muerte, en la más absoluta pobreza (Mrs. Fang, 2017); el modo en que convive la locura junto a condiciones extremas, lo que no es un caso aislado en la China, aunque solo retratase el interior de un hospital mental de la provincia de Yuan (Til Madness Do Us Part, 2013); también ha convivido, durante una jornada completa de trabajo, para observar las condiciones laborales de los empleados del taller nº 68 de una fábrica de indumentaria infantil situada en Zhili, en la provincia de Zhejiang (15 Hours, 2017); y ha hablado sobre la hambruna y trabajos forzados en el período que antecede a la Revolución Cultural, a través del testimonio de supervivientes que padecieron la crueldad (Dead Souls, 2018).
Si Wang Bing ha focalizado parte de su carrera en captar la transformación que había sufrido su país, es ahora el propio espectador, al contemplar su trabajo, quien que se enfrenta, paradójicamente, al poder transformador de su mirada, integrando en sí mismo una inevitable alteración durante su visionado, que no debería mantener intacta o inalterada su mirada hacia el mundo al finalizarlo. Este poder transformador es reflejo de una de las ideas que S. Kracauer expresó en su libro Teoría del cine. El autor, tras aludir al documental Le Sang des bêtes (1949) de Georges Franju, indica lo siguiente: “Las imágenes del horror reflejadas en el espejo son un fin en sí mismo. Como tales instan al espectador a aceptarlas y así incorporar a su memoria el verdadero rostro de las cosas demasiado horribles como para ser contempladas en la realidad. Al ver las hileras de cabezas de terneros o los montones de cuerpos humanos torturados de los filmes realizados en campos de concentración nazis, rescatamos al horror de su invisibilidad, de los velos del pánico y la imaginación. Y esta experiencia es liberadora en tanto que destruye un tabú sumamente poderoso”. De este modo, si para Kracauer el mundo y el flujo de la vida debían ser los principales vehículos para transmitir ideas, Wang Bing debió entender de alguna manera que esta filosofía sería la que debiera imperar en su cine y convertirse en la principal fuente que lo nutriese.
Dead Souls fue filmada a lo largo de 12 años, entre 2005 y 2017, y estrenada en la última edición del Festival de Cine de Cannes (2018), como proyección especial. Cuenta con un metraje que ronda las ocho horas de duración, y se encuentra dividida en tres partes. El filme se centra en los supervivientes de dos de los muchos campos de reeducación, Jibiangou y Mingsui, situados en la provincia de Gansu, al noroeste de la China. Allí fueron desplazados después de ser acusados de “derechistas”, y es donde yacen los restos de innumerables prisioneros que quedaron abandonados hace setenta años. Se trataba de campos de reeducación a través del trabajo, lo que en la película se denominan como granjas. Al final, se indica que de los 3.200 derechistas que fueron trasladados a Jiabiangou, sobrevivieron alrededor de 500, si bien conviene saber también que “la discriminación y persecución de los derechistas continuó hasta el final de la Revolución Cultural en 1978”.
La película narra, a través del testimonio de diferentes supervivientes, los hechos que acontecieron en la China de Mao Zedong, entre 1958 y 1961, correspondiente a la etapa denominada “El gran salto adelante”; la cual, a su vez, debe ponerse en contexto, ya que se encontraba precedida de una guerra civil, sin la cual no se entendería lo sucedido esos tres años, con China hundida, y a la cual siguió también la Revolución Cultural, cuyo inicio corresponde a 1966, etapa que tampoco se entendería adecuadamente sin tener presente “El gran salto adelante”.
Uno de los primeros personajes cuenta cómo fue declarado “derechista” y el partido en el poder pensaba que estaba en su contra. El origen de este tipo de actuaciones, lo achaca a la política del cinco por ciento, una política basada en pensar que un determinado porcentaje de la población es mala y había que arrestarla, antes que actuar en base a hechos comprobados. Teniendo en cuenta la política impuesta, la orientación a potenciar la agricultura, después de que el país se encontraba devastado, la situación derivó en el establecimiento de una ración diaria de comida de 250 gramos. Sobre este hecho, uno de los supervivientes afirma que “ya no eran humanos”, después de narrar cómo alguien se comió la placenta de un cordero. Así, otro dice: “Ver cómo moría la gente era parte del día a día. En ese momento la muerte no nos preocupaba. Lo único que importaba era llevarse algo a la boca”, llegando a concluir que “en situaciones tan extremas, uno pierde toda su humanidad”.
La propuesta de Wang Bing sigue siendo igual de áspera, de descarnada y de visceral, empeñado en evitar la normalización de la mirada hacia determinadas situaciones que afectan tanto al presente como al pasado de su país, el relato adopta, a través del testimonio, la misma dureza que si los hechos relatados fuesen mostrados a través de imágenes. En este caso, las palabras quedan encuadradas en un fuera de campo que equivale al recuerdo, a la memoria de sus personajes.
El espacio físico en el cine de Wang Bing es otro aspecto trascendental. El que se utiliza para tomar los testimonios apela a la intimidad, ya que, salvo alguna excepción hacia el final del filme, parece que todos los testimonios fueron tomados en el interior de la vivienda de los participantes. En este sentido, es difícil desligar esta película de varios de sus trabajos más recientes, entre los que se encuentra su última obra, Beauty Lives in Freedom, Gao Ertai (2018), donde la palabra sigue prevaleciendo como el activo más valioso, y el cortometraje Traces (2014), que supone un poderoso ejercicio visual y un complemento vital a cualquiera de los dos largometrajes, por la gran influencia que ejerce sobre el espectador, al resonar los testimonios de los personajes de ambas, Beauty Lives in Freedom, Gao Ertai y Dead Souls.
Traces, rodado en 35mm y digitalizado después, es el sinuoso descenso a los infiernos que a lo largo de 29 minutos dibuja Wang Bing, al visitar los campos de Jibiangou y Mingsui, donde sucedieron los hechos que se describen en Dead Souls. De hecho, la conexión es tal, que el último plano de la primera parte del largometraje corresponde al primer plano del cortometraje. Así, Wang Bing aporta la evidencia física, huesos sueltos en medio del desierto y dunas de arena, bajo las cuales yacen los cuerpos de miles de personas todavía enterradas.
De este mismo modo, un filme que guarda muchas similitudes con Dead Souls, por su desarrollo en el interior de una vivienda y el valor de lo que se verbaliza, es Beauty Lives in Freedom, Gao Ertai, en el cual se imponía una idea por encima de muchas otras, la condición humana. En Dead Souls, Wang Bing descendió un poco más y puso en su órbita otra más concreta que la anterior, la supervivencia. Así, Dead Souls se convierte en un extenso estudio que posibilita la comprensión del modo en que todos aquellos que desfilan ofreciendo su testimonio se llegaron a mantener con vida.
Nos encontramos ante un cine despojado de cualquier tipo de virtuosismo, depurado hasta la extenuación, en cualquier sentido que se analice, tanto en su relación con los personajes, con los que Wang Bing entiende fundamental el período de convivencia, y a los que ofrece el tiempo necesario para contar lo que deseen, como en cuanto a la propia forma que adopta el relato a lo largo de las ocho horas de duración. La cámara, siempre situada a la altura de la mirada del personaje, atiende las declaraciones durante largos planos, una cámara atónita ante uno de los episodios más tristes de la historia de la humanidad. Wang Bing es, sin duda, uno de los mejores (sino el mejor) cineastas en activo. La comprensión de la historia, pasada y presente, de su país que, de otro modo, habría quedado condenada al olvido, pasa por comprender, no solo las miserias del ser humano, sino algo que va más allá, que tiene que ver con el estilo, una manera de hacer cine que debería extenderse, considerarse capital y que se encuentra afecta por una cuestión estética de fondo crucial.
Dead Souls es el acercamiento a la brutalidad, bien desde la ignorancia, “ingenuamente dejamos que nos llevasen allí”, dice un personaje; bien desde una conciencia. Pero, en cualquier caso, se trata de vidas truncadas, las de los supervivientes, que han tenido que hacer algo diferente a lo que harían ahora de no haber ido allí. Si el filme de Wang Bing ha sido comparado con Shoah, de Claude Lanzmann, es porque ambos entendieron que el único refugio que puede albergar el horror de la masacre es la palabra.
Tráiler:
Ficha técnica:
Almas muertas (Dead Souls), China, 2018.Dirección: Wang Bing
Duración: 495 minutos
Guion: Wang Bing
Producción: Wang Bing
Fotografía: Wang Bing, Shan Xiaohui, Yang Song