Críticas
El reverso de la igualdad
Amal
Jawad Rhalib. Bélgica, 2023.
Una serie de desavenencias religiosas invade la pretensión tolerante de un colegio belga. La normativa imperante es avasallada por el drama de culturas foráneas. El clima de tensión obnubila, desplaza el poder hacia una comunidad defensora de entidades retrógradas a la luz de una democracia impotente. Tal es la propuesta de Jawab Ralhib y su película Amal.
Lo que parece muy fácil puede transformarse en una caótica representación de riesgos, padecidos en comunidad más allá de garantías ahogadas en la normalidad de incuestionables estados de conciencia apilados por realidades devotas de lo conocido.
Precisamente, lo que la cinta deja en claro es el riesgo por el cruce de culturas, infiltración de factores que el respeto por la diversidad enajena en la confianza depositada por la intención del deber cumplido. El sistema enarbola la bandera de una tolerancia, fuera de toda exclusión, por el hecho de pertenecer a valores y principios caros a la cultura occidental. Lo inmanejable responde a la obviedad de los principios, error latente en posturas conciliadoras que intentan rescatar la seguridad del colectivo estatal.
La homosexualidad es leit motiv que engrana reacciones elocuentes; cuestión de hecho, desliza la imposibilidad que advierte fragilidades. Amal es heroína de protesta, acción que recupera el “antídoto” de la autoridad; aunque ya es tarde, la yihad se ha extendido por vía del patrocinio de una incomprendida tolerancia.
Paradoja que, destinada a absorber y absolver, dificulta el control estatal. Amal es el componente que busca escarmiento por oposición a valores, su presentación de un autor musulmán homosexual remueve lo inaceptable, descubre apariencias hasta entonces ceñidas a las buenas costumbres de una cultura pacífica.
Monia es una estudiante agredida por sus compañeros en razón de su sospechada homosexualidad; la situación se agravará al ser confesada en las redes sociales. Amal es la profesora encargada de mantener un precario equilibrio desbaratado por la introducción de un autor musulmán homosexual en clase de literatura. Pronto llegarán amenazas de muerte. Los estudiantes son fiel reflejo de una comunidad musulmana liderada por la ortodoxia de un líder apegado a normas salafistas y promovido por la negligencia de un sistema presa de su propia tolerancia.
Visión integrista cercada por “provocaciones” que transforman víctimas en victimarios. La afrenta sesga contenidos inabordables, Amal es prisionera de una concepción educativa ineficaz, representante de un sistema que no alcanza a comprender la diferencia.
El respeto por la diversidad luce flechado desde presupuestos que abogan por lo incumplido; la ceguera religiosa se extiende a políticas educativas inexcusables, ausencia de un termómetro claro a la hora de comprender cuestiones afincadas en lo milenario de firmes tradiciones cimentadas en códigos violentos.
El pensamiento crítico, sin el respaldo de la fuerza, demuestra ser estrategia fallida; el poder del Estado hace agua en excesivas consideraciones que ponen la docencia en entredicho. Circuito cerrado atestado de “presiones legales”; padres que ejercen la amenaza por el insulto, modus operandi impositivo, reglas de una cultura minoritaria acogida por un país que no comprende la diferencia. Imbuido en idealismos, no entiende de riesgos; la tolerancia se transforma en valor incomprendido que amenazan la imposición de la sharia en un medio cultural “permisivo”. No se puede engendrar intolerancia al fomentar la tolerancia; la democracia y sus límites al desnudo. La diversidad se transforma en un concepto extensivo a una encrucijada que alcanza a poner en riesgo vidas humanas.
La discusión y sus límites; la sutil cámara en mano guía movimientos hacia la problematización de un tema ampliamente desarticulado por los hechos. La admisión y supuesta promoción de la homosexualidad incorpora la violencia de forma automática, la pena de muerte se desprende del registro socializador que demanda convicciones de cara a la mejora social. Estalla la barbarie, la sharia y sus aplicaciones no amerita discusión, irrumpe el fundamentalismo sin fachadas. La bola de nieve se extiende por el vecindario, las consecuencias irrumpen en un clima de mayor exaltación para desembocar en un final imprevisto.
Primeros planos de fuerte descarga emocional enfatizan fórmulas y contrastes asociados a un “clima de tolerancia” jugado entre las sombras. Amal, en el ejercicio de su libertad de cátedra, advierte la necesidad de educar por la razón atemporal, sin percatarse de anacrónicos usos eurocéntricos. Ya no cabe en tiempo presente, sin pecar de ingenuidad al pretender torcer realidades ideológicas que no pueden ser alienadas para su posterior destrucción en la hoguera de la pureza crítica.
Las clasificaciones perimidas no son tales, las redes sociales hacen lo demás. El sistema educativo exhibe su ingenuidad desde las más recónditas posiciones; Najib, cara opuesta de la moneda, enmascara la obviedad en un discurso complaciente, cuestionamiento tibio que ofrece exorcismos a cambio de normalidades artificiales.
Un como sí fomentado en el secreto de identidades cuestionadas. La necesidad de la muerte es apelación a purgas de limpieza. Ortodoxia divulgadora de valores, las culturas foráneas amenazan la universalidad de postulados irrenunciables para occidente. La libertad y la tolerancia son pulseada que ancla en lo comunitario, alianza con prerrogativas docentes que subestiman el poder de las minorías étnicas.
La plataforma de lanzamiento promete, la conquista cultural, en su doble connotación, exacerba debilidades semánticas. Juego implicado en diferencias: no es lo mismo apoderarse de los valores de una cultura por infiltración, que vanagloriarse de logros apuntalados en el respeto y la tolerancia hacia el diferente. El arma es de doble filo, juega con dos acepciones atinentes a perspectivas donde la disidencia solo recala en la imposición apañada por los permisos. La tolerancia, como conquista política, abre paso a la conquista cultural desde minorías que pretenden interponer la sharia a las leyes de un país.
Para el sistema educativo belga, conquistar es conseguir el ejercicio de la razón para una mejor convivencia; para la comunidad musulmana, imponer reglas atinentes a sus propios valores religiosos. La contradicción está servida, ambas facetas se dan la mano en la interdependencia de intenciones adheridas, por complementariedad, a resultados disímiles. Najib construye su poder en las sombras, la normativa garantiza libertad de expresión en secreto en aras del respeto al diferente.
Ha sido creado un recinto de poder adoctrinante, la tolerancia es traicionada por sus beneficiarios ante la pasividad de autoridades embargadas por un miedo conservador. El temor activa la defensa de una seguridad personal opuesta a principios de justicia; el caos cuestiona modelos políticos de convivencia pacífica. La apelación a respuestas promueve retracciones, demanda firmes protagonismos, con la consecuente asunción de riesgos. La tragedia avala la necesidad de costos que quizá traiga medidas a futuro, no obstante, trasciende inquietudes y propuestas de un filme cargado de interesantes dilemas que el espectador deberá desmenuzar.
Por último, Alma y Najib cargan con un conflicto aun no resuelto en la política: la óptima transformación cultural que fomenta el respeto mutuo por la aceptación del otro en un entorno de valores tan diferentes como opuestos. Un espíritu combativo confronta a otro diplomático; las razones sustentan fuertes emociones en contraposición a la potencia irrefutable del fundamentalismo islámico. Morales irreconciliables ejercen oposición exacerbada, la actualidad sobrepasa las fronteras; la cuestión permanece abierta.
Ficha técnica:
Amal , Bélgica, 2023.Dirección: Jawad Rhalib
Duración: 107 minutos
Guion: Jawad Rhalib, David Lambert, Chloé Leonil. Historia: Jawad Rhalib
Producción: Coproducción Bélgica-Francia; Scope Pictures, Serendipity Films
Fotografía: LIsa Willame
Reparto: Lubna Azabal, Fabrizio Rongione, Catherine Salée, Johan Heldenbergh, Babetida Satjo, Malek Akhmisse, Kenza Benbouchta, Ethelle González, Mehdy Khachachi