Críticas
Al revés
Amanece en Samaná
Rafa Cortés. España, 2024.
Samaná es un municipio de la República Dominicana. Una zona turística de playas resplandecientes y exuberante vegetación. Ideal para disfrutar del entorno, descansar, relajarse y vivir emocionantes excursiones en el mar, visitando atractivas cuevas. Un paraje idílico, lleno de encanto y atiborrado de placeres para que los viajeros que elijan esa coordenada puedan aprovecharse de su inmejorable espacio que la caprichosa naturaleza le ha regalado. En este excitante lugar se ubica la acción de Amanece en Samaná (España, 2024), de Rafa Cortés, inspirada en una obra de Jordi Galcerán.
A ese confín del mundo llegan dos parejas españolas con la finalidad de pasar unos días lejos de las preocupaciones y obligaciones que la exigente urbanidad (familia y trabajo, principalmente) les apremia. Son Alejandra (Luisa Mayol), a la que le gusta coquetamente que la llamen Ale, Santi (Luis Tosar), que ejerce de marido, Natalia (Bárbara Santa-Cruz) y Mario (Luis Zahera). Dos matrimonios consolidados, de largo recorrido, inmunes a las crisis, a pesar del tiempo que llevan juntos. Cuatro personas amigas, bien avenidas, que se conocen desde hace muchos años y que tienen la excelente idea (les alabo el gusto) de organizar viajes todos los años allende de las fronteras españolas para divertirse y desconectar del mundanal ruido.
Así son presentados los personajes de esta aventura en los primeros compases de la acción, de manera pulcra. Primero en el avión de ida y luego en cuanto toman posesión de sus respectivas habitaciones en el elegante hotel de lujo contratado. Armonía, unión imbatible e interacción gozosa. Es más, director y guionista añaden una serie de datos a modo de chascarrillos de erotismo de manual en los diálogos burbujeantes que los personajes mantienen, respaldan con sus actuaciones, su peculiar lenguaje corporal y la singular dicción de cada uno refleja una comunión y compadreo absolutos.
El punto de partida de Amanece en Samaná explora, con todos los convencionalismos y tópicos de las comedias de esposos colegas y amantes incansables, los clichés de una convivencia que a pesar del curso agitado de la vida sigue firme e inalterable sin ápice de desgaste o aburrimiento. Realizar un texto visual sobre la estabilidad matrimonial no vende. Aunque entremezcles confrontaciones que animen la historia y deje ver los claroscuros. Para ejercer de retratista psicológico hay que ser muy habilidoso en la escritura del libreto y un lince en la sutilidad del enfoque.
Por fortuna para la película, de académica elaboración, pronto un giro de timón en la orilla del relato encamina el melodioso planteamiento inicial hacia derroteros más puñeteros y picajosos. Un golpe de efecto que en su primer mamporro sale bien y las consecuencias funcionan. Ale, tras una noche de farra con el whisky y tras confesar a su marido y amigos una tramposa triquiñuela que cometió a sabiendas para quedarse con el hombre que deseaba, se da un trompazo en la cabeza con la rama de un árbol y su mente sufre un descontrol.
El descontrol viene bien y la pérdida de perspectiva, todo al revés, implementa un desbarajuste que la película necesitaba como el comer. La cadencia simétrica se va al carajo y ahora tenemos a un personaje femenino que ha extraviado la cordura y piensa que su marido es su mejor amigo y su mejor amigo su esposo. Un lío que da pie a un enredo tronado y juguetón, por la entrada de las apariencias, que está resuelto con cierta gracia.
Ale sufre una alteración de su percepción y los demás, como buenas personas, tienen que seguirle en su desorientación para intentar encontrar las claves para que la involución se transforme lo antes posible en la razón original. Un desajuste que permite el trastoque de actuaciones con el consiguiente embrollo y cierto hartazgo por estar permanentemente ejecutando una farsa. Una farsa que por un lado tiene gracia y, por otro, maldita la chispa cuando el sentimiento de los celos aparece en escena.
En esta disrupción del engranaje normal y corriente se incorporan ciertos elementos de guion que no todos están integrados para mejorar la función. Por una parte, en modo secundario, pulula un experto psicólogo y terapeuta de parejas encarnado por el actor Charles Dance, cuyos análisis del estado de Ale están metidos con calzador y abruman más que ayudan. Y, por otra parte, en los hombres, Santi y Mario, se observa que están incómodos en sus respectivas profesiones y el hartazgo laboral es insoportable.
Los flecos que se les atribuyen a los personajes de Santi y Mario tienen mejor base porque especula sobre la posibilidad de utilizar la tranquilidad que otorga Samaná para romper toda amarra con sus respectivos negocios. Un eslabón que ayuda a desviar la atención del eje principal y regurgitar el estado de ánimo de dos tipos devastados por una realidad que tienen en Madrid con la que están a disgusto.
Como era de esperar, salvo esporádicas excepciones, casi todo está dicho y hecho en el cine, Ale, provocadora de un estrés inesperado para sus acompañantes, vuelve a recibir otro mazazo en la cabeza que supone la vuelta a la normalidad, es decir, a la casilla de salida.
Pero este nuevo impacto para dejar las cosas en su sitio y reformular de nuevo los atributos de cada cual, sirve, antes que nada, para extraer de la chistera del mago la colisión más arriesgada. Que no es otro que el epílogo final. Abracadabra la película llega a su destino en un MacGuffin inteligente y apostando por la eficiencia temática de hoy en día respecto a la tendencia femenina. A mi modo de ver, la manera que elige Rafa Cortés de concluir su agridulce comedia de corte romántico es lo mejor de ella. Sobre todo por inesperada.
Amanece en Samaná es una pequeña y ligera sátira sobre la inagotable prospección acerca del mundo de la(s) pareja(s) y sus vaivenes. Mueve el avispero para urdir una trama rocambolesca, de las que están a punto de fallecer para renacer de nuevo. Conquista el terreno perdido con la reflexión última, con el vuelco de la historia, acercándolo a los pensamientos femeninos que están en vigor hoy, atizar al patriarcado y proponer, sin alegato, la decadencia de la heterosexualidad. Un toque de distinción que vale al pena ver.
Tráiler de la película:
Ficha técnica:
Amanece en Samaná , España, 2024.Dirección: Rafa Cortés
Duración: 99 minutos
Guion: Rafa Cortés, Javier Canales Sepúlveda, Belén López Albert, Marta Sánchez y Emilio Tomé
Producción: Coproducción España-Rep. Dominicana; Ron Vino y Miel, A Name Like This, Materia Cinema, Quexito Films, Movistar Plus+
Fotografía: Pau Esteve Birba
Música: Nacho Mastretta
Reparto: Luis Tosar, Luisa Mayol, Luis Zahera, Bárbara Santa-Cruz, Charles Dance y Alfredo Castro