Críticas
Precoces recuerdos
American Pie: El reencuentro
American Reunion. Jon Hurwitz y Hayden Schlossberg. EUA, 2012.
En oposición a lo que, a buen seguro, será una opinión generalizada, creo que merece la pena incluir en EL ESPECTADOR IMAGINARIO una crítica de American Pie: El reencuentro, por poner en marcha una, no necesaria pero sí tentadora, revisión nostálgica de una de las pocas sagas modernas que ya han alcanzado el calificativo de clásicas, y que hicieran lo propio con aquellas cintas de adolescentes preuniversitarios de los años ochenta y su sempiterna obsesión por el sexo precoz. Este propósito de retrospectiva, apreciable para los que estrenábamos adolescencia a finales del siglo pasado, es motivo suficiente para dedicarle unas líneas. Incluso, la cinta podría despertar un mayor interés desde el punto de vista de incuestionable paradigma del sesgo del espectador juvenil dentro del mainstream (la franquicia es un éxito en todo el mundo). Pero ese es otro tema.
Lo cierto es que la época dorada del revival ochentero que han acogido los primeros años dos mil, han enclaustrado, sin reservas, todo ese chorro inagotable de películas gamberras de estudiantes salidos que constituyen verdaderas odas a la simpleza intelectual y al mal gusto, dentro de la hegemónica cultura del blockbuster. American Pie (Paul Weitz, 1999), como pionera de esta tendencia, constituyó la versión más lograda y a la vez la más light. En realidad, aquí reside otra de las razones que aumentan el valor de la nueva entrega: donde otras sagas gloriosas (para la taquilla), como la española Torrente, se han retroalimentado de la cómoda reiteración machacona de sus gags estrella, American Pie: El reencuentro propone, a través de la madurez de sus personajes, si puede llamarse así al mero hecho de haber crecido, un simpático repaso de fatigas que contrasta con las crisis de identidad por las que atraviesan en la actualidad.
Así, la reflexión de una cinta de envoltorio chusco es más profunda de que lo que en un principio pudiera parecer: los problemas conyugales, el fracaso laboral, la dicotomía entre autorrealización y familia, o la complicada aventura de hacer borrón y cuenta nueva. Todo un cúmulo de temas derivados de las correspondientes responsabilidades de la edad adulta. Y, además del progreso en los personajes (tan evolucionados como las barrigas de los actores que los encarnan), la saga se ha refrescado en este capítulo -aunque conserva parte de su espíritu original-, pues Hurwitz y Schlossberg (Dos colgaos muy fumaos: Fuga de Guantánamo /Harold & Kumar Escape from Guantanamo Bay, 2008) han optado por subirse al carro existencialista de la última hornada de la Nueva Comedia Americana, para mutar su premisa original, del gamberrismo del joven con toda la vida por delante al patetismo del adulto alienado. Incluso, un chiste muy atinado simplifica la naturaleza del cambio: aquel Wannabe de las Spice Girls, muestra representativa del ñoño pop de final del siglo pasado, suena en la radio de un coche conducido por un Jim Levenstein, sobrepasado por la embriaguez calenturienta de un bombón de quien un día fuera canguro; la chica, desaforada, exclama al escuchar la canción: «¡Me encanta el rock clásico!
El motor del compendio nostálgico se carbura con la sorprendente recuperación del elenco íntegro: principales aparte, desde el fantasma de Shermanator, pasando por la voluptuosa estudiante de intercambio, Nadia, o aquel par de chavales obsesionados con las mujeres maduras que acuñaron el acrónimo milf, popularizado gracias a la saga y hoy convertido en todo un subgénero de la industria pornográfica (de hecho, el chiste de la madre de Stifler se reserva una sorprendente permuta de la mano de la casi desaparecida Rebecca de Mornay, todavía de muy buen ver). Además del valor de los entrañables títulos de crédito finales como prueba constatable del paso de los años, y sus consiguientes muescas en la culata de un grupo que se entrega al poder cinematográfico de la amistad masculina por enésima vez, el calibrador más preciso de los estragos de la madurez no es otro que el desafortunado vídeo de Jim, en la primera entrega inadvertido fuera de su círculo de amigos, ahora convertido en mito por el auge de las redes sociales. Y es que la escatología no es ya más que un ingrediente de continuidad en la saga que, por otro lado y respondiendo a la oportuna optimización de recursos que exige la actual coyuntura económica, contribuye a estirar el target, en un intervalo que va desde el adulto que rememora sus primeras escapadas al cine hasta el chaval que comienza a hacer lo propio con sus colegas.
Ficha técnica:
American Pie: El reencuentro (American Reunion), EUA, 2012.Dirección: Jon Hurwitz y Hayden Schlossberg
Guion: Jon Hurwitz, Hayden Schlossberg (Personajes: Adam Herz)
Producción: Chris Moore, Craig Perry y Warren Zide
Fotografía: Daryn Okada
Música: Lyle Workman
Reparto: Jason Biggs, Alyson Hannigan, Seann William Scott, Tara Reid, Mena Suvari, Chris Klein, Thomas Ian Nicholas, Jennifer Coolidge, Natasha Lyonne, Shannon Elizabeth, Eugene Levy