Reseñas de festivales
Antiviral
La genética, en cuanto al conjunto de factores que se heredan, puede ser una maldición o una bendición, pero ante todo es algo de lo que no te puedes librar. Por eso, los esfuerzos que Brandon Cronenberg hace por desligarse de la influencia que su padre ha podido ejercer sobre el cine que comienza a realizar, resultan del todo ridículos. Hay que decir, a su favor, que Antiviral nos retrotrae a los primeros trabajos de David Cronenberg. La comparación resulta inevitable.
Antiviral es una historia de ciencia ficción con bases científicas muy realistas utilizadas en un contexto social donde la idolatría por la fama ha alcanzado unos niveles tan desorbitados que los fans de las figuras más mediáticas se inyectan las mismas partículas víricas que han infectado previamente a sus ídolos.
Syd trabaja en una de las clínicas más prestigiosas dedicadas al clonaje de partículas víricas. Las producen, modifican e inyectan en aquellas personas que pagarían una fortuna por parecerse a las estrellas que adoran. Esta actividad también tiene una parte muy oscura y clandestina por la que Syd se verá atraído.
El cuerpo como una incubadora convertido en negocio, en un futuro impreciso que no parece tan lejano, en el que se han perdido los valores más básicos de respeto y autoestima del individuo, donde la veneración a otras personas, también de carne y hueso, es la verdadera enfermedad sobre la que trata el film.
Tratándose de una primera película, Antiviral destaca por un acabado intachable y la solvencia con que está rodada. El excelente trio interpretativo que forman Caleb Landry Jones, Sarah Gadon y el veterano Malcolm McDowell consiguen que el conjunto tenga un empaque notable.
Su estética aséptica, representada con espacios en blanco impoluto, contrasta con los flujos hemoglobínicos que supuran las enfermedades víricas, que aquí son parte de un mecanismo bien estudiado, que se mantiene con el pálpito de la amenaza constante de su naturaleza incontrolable.
piola