Muestras, Festivales y Premios
Atlántida Film Fest
La filosofía de Filmin, en cuanto plataforma española de vídeo bajo demanda, gira en torno a la idea de Internet, no ya como el principal canal de distribución cinematográfica, sino como el motor de la promoción del cambio del modelo industrial de un medio que ha visto sumidos sus procesos de producción, distribución y exhibición en una incertidumbre sin precedentes a causa de la actual crisis económica.
Bajo esta premisa, Filmin ha celebrado la 3ª edición del Atlántida Film Fest, un certamen cuyo objetivo principal es dar a conocer al usuario una filmografía inédita en España y meritoria de ser estrenada.
La selección
En esta ocasión, la plataforma ha ofrecido una selección de 37 títulos repartidos en dos categorías, la Sección Oficial, dedicada a los mejores trabajos recientes de las filmografías hispanoamericanas y la Sección Atlas, compuesta a base de títulos que han triunfado en grandes festivales mundiales como Cannes, Berlín, Venecia o Sundance. Además, dentro de estas listas se incluyen dos estrenos mundiales y ocho estrenos nacionales absolutos.
El Jurado y el Palmarés
El jurado, integrado por el cineasta Kike Maíllo (Eva, 2010); el crítico y director del Festival de Sitges, Ángel Sala; la directora literaria de la editorial Mondadori, Mónica Carmona; el director de la revista Fotogramas, Toni Ulled y el crítico de Vice, Fernando Bernal, otorgó los siguientes premios:
-Premio SGAE Talento a la Mejor Película de la Sección Oficial: Después de Lucía (Michel Franco)
-Mención Especial del Jurado: Sonidos de Barrio (Kleber Mendonça Filho)
-Mención Especial a Interpretación: Nadia de Santiago por Ali (Paco R. Baños)
Otel·lo y Stories We Tell se alzaron con los Premios del Público de la Sección Oficial y de la Sección Atlas, respectivamente.
Un análisis
En EL ESPECTADOR IMAGINARIO no hemos querido dejar de aprovechar una oportunidad única de ver títulos imprescindibles, por lo que a continuación ofrecemos una extensa reseña del festival que, además de ofrecer una visión global del conjunto, se detendrá en los detalles particulares de cada cinta que merezcan una especial atención.
Dentro de su selección, el Atlántida Film Fest incluía tres películas destacadas: la primera, el último trabajo de Carlos Reygadas, Post tenebras lux (2012), una propuesta caótica y visceral que solo puede ser abordada y comprendida en su plenitud desde el punto de vista personal de su autor, inauguraba la muestra en calidad de cinta más y mejor premiada del programa (Mejor director en Cannes, entre otros galardones); la segunda, se estrenaba en exclusiva para Filmin el día de la clausura del Atlántida: Los ilusos (2013), dirigida por uno de nuestros cineastas de moda, Jonás Trueba y concebida bajo la firme pretensión de homenajear el medio cinematográfico a través del collage como motor de la génesis del recuerdo.
Por último, hablamos de The We and the I (2012), película dirigida por Michel Gondry, uno de los máximos exponentes del panorama indie internacional, que abría la Sección Atlas definiendo la forma y el contenido de todo el festival: la frescura, el atrevimiento y el desencanto de una juventud forzada a desenvolverse en un mundo hostil y pesimista, sumido en la peor crisis de la que tuvo noticia.
Entre las dos Secciones encontramos un amplio surtido de cintas que se acogen a esta temática. Quizás, la más simple y convencional sea Ali (Paco R. Baños, 2011), una comedia adolescente al uso con tintes de cine social. Su regularidad rítmica y la eficacia de contadas escenas consiguen que puntúe un poco mejor que la media del género español, porque la exhibición de riesgo queda diluida en un fracasado intento de diferenciarse por unos gags que se creen más divertidos de lo que en realidad son.
Más alto apuntan las miras de las argentinas Ausente (Marco Berger, 2011) y Leones (Jazmín López, 2012). El director de la exitosa Plan B (2009), introduce con inteligencia la temática homosexual (que completa su cuota en el festival gracias al documental francés Les invisibles -Sébastien Lifshitz, 2012- y a la trilogía dedicada al actor Thure Lindhart: Keep the Lights On -Ira Sachs, 2012-, The Truth About Man -Nikolaj Arcel, 2010- y Brotherhood -Nicolo Donato, 2009) y las relaciones profesor-alumno (aludiendo explícitamente al acoso sexual); mediante la permuta de protagonistas no permite que el espectador termine de posicionarse en una trama sostenida por la creciente intensidad de su suspense. La dignidad de la propuesta se estropea hacia el final, pues, una vez disipada la intriga, no queda otra que apelar a las emociones gratuitas. Sin embargo, bien distinto es el caso del filme dirigido por Jazmín López, que se ahoga en su pretenciosidad desde el primer minuto. Leones juega al descoloque sin coartada: cuando llega la hora de descubrir qué se oculta bajo su soporífera fachada de poética barata, onirismo y planos secuencia eternos, la decepción está asegurada.
Si la referencia al acoso se diluía pronto en Ausente, en L’âge atomique (2011) vuelve a concretarse bajo un marco más relajado. En apenas una hora, Héléna Klotz construye una road movie, una noche errante entre fantasmagorías urbanas, copada de acciones que bien podrían alargarse toda una vida. Aparente intrascendencia y hedonismo justificado en un París de superficie naif y entrañas sofisticadas, para el reconocimiento y la confesión de un sentimiento que evoluciona a espasmos hasta el punto de volverse incontrolable.
La triunfadora Después de Lucía (Michel Franco, 2012) y la impactante Compliance (Craig Zobel, 2012) continúan alimentando las fábulas de terror juvenil elevando el hostigamiento a su máximo exponente. El mexicano Michel Franco ya demostró llevar la lección del maestro Haneke bien aprendida en Daniel & Ana (2009), una dolorosa bofetada visual que, como tantas otras, refleja con crudeza los estragos de un secuestro. Después de Lucía habla del bullying como problema intrínseco a las circunstancias y el estilo de vida de la sociedad moderna. La técnica de Franco, caprichosa en los encuadres y distante en los planos, consiente la empatía pero no favorece la identificación del espectador. Así, se hace soportable la vehemencia del acoso que, por supuesto, se correlaciona con unas consecuencias extremas en el que, sin lugar a dudas, es el mejor título de toda la oferta del Atlántida. Por su parte, Craig Zobel se limita a imaginar la crónica de un escabroso hecho real en Compliance. Esta garantía de veracidad se contradice con la escasa credibilidad del episodio (algo parecido al mal que arrastraba Lo imposible, J. A. Bayona, 2012), pero una más que correcta dosificación de la tensión y la progresiva transgresión de la vergüenza (sin ningún tipo de trampa narrativa), hacen de la cinta de Zobel, otra de las propuestas más potentes del festival.
Para concluir el capítulo temático que bien se podría denominar «juventud a la deriva», propongo una breve reflexión sobre la cinta que más está dando que hablar, la griega Boy Eating the Bird’s Food (To agori troei to fagito tou pouliou, 2012). Ektoras Lygizos no demuestra, ni mucho menos, el saber hacer de Giorgos Lanthimos, pero bajo ese feísmo estético que sigue como un perrillo faldero al desgraciado protagonista, se halla la más congruente y polémica reflexión sobre el estado actual de la juventud (escena gratuita para la memoria, incluida). No se habla de crisis, pero se respira en cada secuencia. El arte y la cultura están muriendo, junto con las expectativas laborales de los jóvenes de clase media, mutados en nuevos pobres.
La colección de filmes dedicados a esta generación perdida se completa con cuatro obras de estimable valor: la reivindicativa La Playa D.C. (Juan Andrés Arango, 2011), la confusa Dollhouse (Kirsten Sheridan, 2012), la irregular Stealing Summers (David Martín Porras, 2011) y el romance de carga lírica de Crawl (Hervè Lasgouttes, 2012).
Al margen de la temática, hay un género concreto muy prolífico en la actualidad que ha sobresalido en esta edición del Atlántida. Me refiero, cómo no, al documental. Sin embargo, ni el análisis del 15-M que Carlos Serrano brinda en Falsos horizontes (2013), ni la aclamada Stories We Tell (Sarah Polley, 2012), ni tan siquiera la reveladora The House I Live In (Eugene Jarecki, 2012), han acaparado mi atención. Mis preferidas han sido esos deliciosos mockumentaries titulados Mi loco Erasmus (Carlo Padial, 2012), Los increíbles (David Valero, 2012) y, sobre todo, Otel·lo (Hammudi Al-Rahmoun, 2012). En Mi loco Erasmus, Carlo Padial y sus colegas de Los Pioneros del Siglo XXI se entregan en cuerpo y alma a una disparatada oda al proceso creativo y los delirios del artista (ya solo merece la pena por ver al gran Miguel Noguera llamando loco a Didac Alcaraz). Los emocionantes detalles que hacen de Los increíbles una ficción documental, pese a construir su guion sobre la experiencia real de tres héroes cotidianos, son sencillamente sublimes. Y el aroma a reality morboso que Al-Rahmoun imprime a Otel·lo, asimilando en su propia persona la condición de maquiavélico director, no tiene precio. Cierra el apartado documental Your Lost Memories (Alejandro Marzoa y Miguel Ángel Blanca, 2012), cinta que copia la técnica empleada por Sergio Oksman en su cortometraje ganador del Premio Goya, Una historia para los Modlin (A Story for the Modlins, 2012), que consiste en ordenar una serie de homemovies encontradas para dotarlas de un sentido narrativo coherente.
Por supuesto, de todo tiene que haber, y el Atlántida Film Fest incluía en su programación unas cuantas películas a las que no es muy recomendable acercarse. Carne de perro (Fernando Guzzoni, 2012), muestra un sólido empaque psicológico que se pierde en la eterna construcción de un personaje con mucho pasado, pero sin acción presente. El debut de Antoine Barraud, The Sinkholes (Les Gouffres, 2012), presenta una premisa fantástica pero atractiva, aunque su corta duración la obliga a precipitarse hacia un desenlace frío y confuso. Algo que se podría haber perdonado en Recoletos arriba y abajo (2012), si no fuera porque, siendo el octavo trabajo de Pablo Llorca, no disimula una obvia condición amateur con clamorosos errores de montaje y sonido.
Lo cierto es que, aunque la tercera edición del festival no ha programado ninguna obra maestra, sus propuestas han demostrado una significativa originalidad y una ejecución más que aceptable. Y para muestra, varios botones: la apocalíptica pérdida de los sentidos de David Mckenzie protagonizada por Ewan McGregor y Eva Green en Perfect Sense (2011), el homenaje al giallo de la tenebrosa Berberian Sound Studio (Peter Strickland), el retrato sociopolítico de la Suecia de los 70 a través de la prostitución en Call Girl (Mikael Marcimain, 2012) o las inseguridades de un bullicioso barrio de Recife en Sonidos de barrio (O som ao redor, Kleber Mendonça Filho, 2012).