Críticas
Perderse en la libertad
Azú
Luis Alberto Lamata. Venezuela, 2013.
La esclavitud es el tema de Azú, el cuarto largometraje dirigido por Luis Alberto Lamata que se estrena desde 2007. De ese año es Miranda regresa, un filme sobre el prócer Francisco de Miranda, escrito por Henry Herrera, que el cineasta venezolano dirigió para la Villa del Cine. Realizó después dos películas de las que fue guionista y director, El enemigo (2008) y Taita Boves (2012), para volver a trabajar para el estudio del gobierno en Azú.
Con Jericó (1991), su ópera prima en el largometraje, Lamata ganó el Primer Gran Premio Coral en el Festival de La Habana. Fue además una película concebida para trascender las fronteras del país. Relataba la historia de un sacerdote español llegado a América con la conquista y que terminaba asimilado a un grupo indígena, y se estrenó cuando estaba cerca la conmemoración del quinto centenario del comienzo de la colonización, en 1992. Esa trascendencia la alcanzó el cineasta en la televisión. Fue uno de los directores de la clásica Topacio (1984-1985), y ha dirigido otras telenovelas en Venezuela, México y Perú.
Después del filme educativo Miranda regresa y de las dos siguientes películas, en las que se impuso la urgencia de tratar los temas venezolanos de la violencia criminal y el caudillismo, respectivamente, en Azú, Lamata vuelve a ocuparse de una historia común a todos los países de América.
La cinta puede resultar controversial por la figura mágica del guía que los esclavos esperan para liberarse, que en Venezuela se asemeja a la propaganda sobre el difunto Hugo Chávez. También por el epílogo, al que es mejor no hacer referencia para no revelar impropiamente detalles de la trama. Pero cabe aclarar que, llegado el momento, los personajes se lanzan a lo desconocido y tratan de forjarse un destino propio, en vez de perderse buscando un taita que los conduzca, como condena al pueblo la maldición del caudillo en Taita Boves. La ironía, quién sabe si intencional o no, es que el culto africano de Yanga, profeta de la llegada de la princesa Azú, sirve en la práctica para mantener quietos a los esclavos, esperando. Por otra parte en el filme se conecta el tema de la esclavitud con el de la sujeción de la mujer, que es la principal víctima del sometimiento a las falsas esperanzas y del apego a los símbolos de la riqueza, a través de una esclava que recibe trato privilegiado por ser el desahogo sexual del amo.
La película está dividida en dos partes que contrastan por su estilo, al igual que en Jericó. Comienza como un drama de celos y de rituales mágicos exóticos, ambientado en la hacienda de esclavos; la última parte es una cinta de aventuras que se desarrolla en el monte. En la primera película de Lamata se pasaba similarmente del acartonamiento teatral, cuando el relato sigue a los conquistadores, a un realismo inspirado en el documental antropológico, en la parte de los indígenas. La diferencia está en que en Jericó las actuaciones creaban una sólida confrontación de la expresión de los españoles y los originarios de América, mientras que en Azú las destacadas interpretaciones de Pedro Durán, como Yanga, y Flora Sylvestre, como la princesa del título, no tienen par en la vocecita aguda con la que Juvel Vielma intentó darle un tono ridículo al amo Manuel, en comparación con su imponente físico.
Pero sobre todo se echa en falta, en Azú, el peso de marca más importante de Lamata como escritor de filmes sobre temas históricos. En películas como Jericó y Taita Boves, así como en Desnudo con naranjas (1994), son fundamentales las voces de los narradores, cuyo cuidado estilo literario da la impresión de ser cita de alguna novela importante de un autor latinoamericano destacado. Eso pone de relieve que la Historia, con mayúscula, en la que se desarrolla el filme, no puede ser conocida sino como historia, con minúscula, es decir, como el relato que hacen personajes reales o imaginarios. El contraste entre imagen y sonido puede servirle también a Lamata para llamar la atención sobre el artificio de la narración.
Pero si en Azú la voz que narra tiene una importancia menor, como contrapartida hay que resaltar el uso de montaje y de la cámara en mano. Eso hace que parezca la película mejor dirigida por Luis Alberto Lamata, al menos en lo que respecta a ajustarse a los cánones del cine comercial. Lamentablemente no resultó igual de lograda la calidad fotográfica de Azú, lo que quizás se deba al paso del soporte digital a 35 mm. Eso sigue siendo un problema en el cine venezolano actual.
Tráiler:
Ficha técnica:
Azú , Venezuela, 2013.Dirección: Luis Alberto Lamata
Guion: Luis Alberto Lamata, Darío Soto, basado en una idea de Patricia Kaiser
Producción: Orlando Rosales, Andrea Herrera Catalá
Fotografía: José González
Música: Francisco Cabrujas
Reparto: Flora Sylvestre Joseph, Maryelis Rivas, Juvel Vielma, Pedro Durán, Antonio Machuca, Mariela Reyes
Me gustaría comprar esta película en apoyo de la misma
Buena página de cine. La película que apenas pude ver ayer 29 por canal 2 (no la conseguí antes) es muy buena en mi humilde opinión. De lo mejor de Lamata. Lamentablemente el final (los últimos minutos) parece sacado de un panfleto político a favor de… ya sabemos! Pero igual, excelentes actuaciones! Me encantó!
que excelente todo bien llevado. mueve sentimientos las actuaciones limpias
los felicito…
Me gustó la película, la vi por casualidad y me sorprendió. Hay que desprenderla de politización, eso es definitivo. En general me dejó sabor a Reconocimiento para una raíz de la historia del pais que no siempre es reconocida con justo valor.
Varios elementos destacan: el rol de la mujer, su empoderamiento, y cierto trasfondo sobre qué es la libertad, qué nos hace libres o esclavos. Las actuaciones fueron convincentes en su mayoría.
Como aspecto curioso, no pude evitar comparar la personificación de Yanga con Rafiki, el sabio mandril del Rey León, en algún punto incluso usan un báculo similar. Disculpas.