Críticas

Más brutal que la fantasía

Bacurau

Kleber Mendonça Filho, Juliano Dornelles. Brasil, 2019.

Cartel de BacurauEn el departamento de Pernambuco, en la región nordeste de Brasil, se encuentra el pueblito de Bacurau, un lugar donde al calor húmedo agobiante se le suma la escasez de agua potable. A pesar de la disputa violenta y los enfrentamientos a mano armada que han resultado en el bloqueo de las rutas, sus habitantes resisten y sobreviven en comunidad, con valijas de remedios y camiones de agua que cada tanto logran cruzar la barrera policial por caminos de tierra alternativos. Dirigida por Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles, la trama de Bacurau se sitúa en un poblado imaginario, en un tiempo futuro indefinido, “de aquí a algunos años”, como indica el texto sobreimpreso, donde el abandono absoluto de las autoridades hacia estos lugares desolados ha obligado a la población a idear estrategias de supervivencia comunitaria.

Pero Bacurau es mucho más que un drama social. La muerte de la matriarca del pueblo y la absurda visita del candidato a gobernador de Sierra Verde tan solo son irrupciones aisladas que ilustran las penas y frustraciones cotidianas con las que deben lidiar los compueblanos. Es, cuando Bacurau desaparece del mapa y se cortan las comunicaciones, que algo parece andar verdaderamente mal. A las situaciones ilógicas que le suceden, como la sorpresiva aparición de un platillo volador o una estampida de caballos en medio de la noche, se revela sin escrúpulos una maquinaria de exterminación masiva ofertada en forma de entretenimiento a extranjeros sedientos de sangre. Inicia, así, una segunda parte de la película, con un tono distinto, que se centra en el enfrentamiento entre el bando de los lugareños y los invasores forasteros. 

Fotograma de Bacurau

Así como la trama de Bacurau está plagada de giros imprevisibles, la manera de relatar se erige sobre una conjunción de elementos diversos del cine de género, usados y abusados por la industria dominante, que remiten a referencias ya conocidas. La utilización de lentes anamórficas que captan una imagen panorámica de alta calidad, sumado al uso constante de paneos y zooms aluden a un western moderno; si bien el desierto es reemplazado por el sertão brasileño, aquí también tienen lugar aquellas escenas típicas del género, como el arribo de los motoqueiros al bar pueblerino bajo los ojos curiosos de los locales o los duelos a quemarropa con sus planos americanos. De la misma manera, la cantidad de sangre y el modo en que los sesos estallan en la pantalla tan explícitamente, responde a la estética violenta y sangrienta del cine gore.

Bacurau tiene tintes también de un horror distópico: cuando sus habitantes son insignificantes para las autoridades y cuando se vuelven un estorbo, qué mejor idea que convertir el genocidio en un lucro, una especie de safari humano exótico con armas antiguas y ninguna regla más que matar la mayor cantidad de personas posibles, sean niños o ancianos indefensos. Cuando el actual presidente de Brasil predica una guerra contra los pueblos indígenas, a quienes pretende expulsar de sus territorios y privarlos de  autonomía, la fábula es más palpable que mágica. De pronto, Bacurau no se siente tan ajeno a nuestro presente.

Fotograma de Bacurau

A pesar de esto, como buena película de acción, Bacurau entretiene, cuando dicho adjetivo de doble filo podría obnubilar la vista hacia aquello que se denuncia; en un abrir y cerrar de ojos nos encontramos frente a un thriller frenético que apela más a las formas que al contenido y que se resuelve, sin trascendencia, en una secuencia de tiroteo, machetes y alucinógenos. Los lugareños pintorescos que conducían el relato se diluyen frente a los soldados norteamericanos, tan insufribles como estereotipados, que uno espera con ansias la venganza prometida, y que esta sea lo más dolorosa posible. Para sus directores, la violencia solo puede ser detenida con más violencia, y la aberración suscitada hacia los enemigos tiene su recompensa en la brutalidad con la que son liquidados. Se ha hecho justicia, al menos por ahora y hasta la siguiente guerra. 

En el cine de Mendonça Filho, ahora en colaboración con Dornelles, es posible percibir un interés y preocupación por el desarraigo, sea a la fuerza o como consecuencia de la gentrificación como ocurre en Doña Clara (Aquarius, 2016), o la mutación del espacio en el que habitan sus personajes como disparador de análisis de las dinámicas sociales, como en Sonidos de barrio (O som ao redor, 2012) o Refice Frío (2009). Sin embargo, a pesar de transitar sobre temáticas similares, donde existe un invasor que se apropia de un espacio, aquí este invasor dispone de la vida como un objeto adquirible, un burdo negocio, como si se tratara de visitar un parque temático; el riesgo y el miedo a que esto suceda es mucho mayor, más aún cuando el gobierno está implicado. A diferencia de sus anteriores obras, que reflexionan sobre la metamorfosis de la sociedad, pareciera que en Bacurau la incertidumbre del porvenir explotó en un film agresivo y antiimperialista, que describe la fuerza de la revuelta popular como único medio de resistencia, casi como un llamado a las armas y despertar colectivo, pero no solo para luchar sino como modelo de supervivencia. 

Fotograma de Bacurau

Es indudable la alegoría latente en Bacurau, que sirve como máscara para referirse a la situación política actual de Brasil y al polémico presidente de extrema derecha. Ciertos diálogos resultan innecesarios para aclarar lo evidente, como una mesa redonda de disputa sobre el color de piel y la superioridad de la raza aria, que giran en torno al mensaje ya expuesto; si el contexto social de la película se sustenta en problemáticas actuales, imaginar un escenario posible supeditado a los antojos de un gobierno imperialista es más brutal y atroz que el consuelo de la fantasía. La realidad puede siempre superar a la ficción. 

Disponible en Mubi: https://mubi.com/es/films/bacurau o en https://kinonow.com/bacurau-flc  

Tráiler:

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Ficha técnica:

Bacurau ,  Brasil, 2019.

Dirección: Kleber Mendonça Filho, Juliano Dornelles
Duración: 132 minutos
Guion: Kleber Mendonça Filho, Juliano Dornelles
Producción: Coproducción Brasil-Francia; CinemaScópio Produções / SBS Films / Símio Filmes / arte France Cinéma
Fotografía: Pedro Sotero
Música: Mateus Alves, Tomaz Alves de Souza
Reparto: Udo Kier, Sonia Braga, Jonny Mars, Chris Doubek, Karine Teles, Alli Willow, Brian Townes, Antonio Saboia, Barbara Colen, Julia Marie Peterson, Silvero Pereira, Edilson Silva, Thomas Aquino, Valmir do Côco, Buda Lira, Rodger Rogério, Uirá dos Reis, Clebia Sousa, Rubens Santos, Carlos Francisco Galán

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