Festivales
BAFICI 2024
El Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), organizado por el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad, celebró su edición n° 25. El festejo estuvo opacado por la tensión coyuntural que atraviesa la cultura y, especialmente, la que incide en la continuidad del cine nacional, como nunca se había producido en el sector.
Las razones de esta preocupación generalizada responden a la implementación de políticas de ajuste, recortes y despidos de parte del actual gobierno, que golpearon en la industria como en las medidas acatadas por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). Bajo este clima, el ambiente del festival no tuvo la efervescencia habitual, sino más bien sentimientos encontrados de parte de los cronistas locales que cubrimos el evento, como también se manifestó en algunos cineastas que participaron con sus películas y hablaron al respecto frente al público.
En esta edición aniversario, el BAFICI, siempre atento al pulso cinematográfico contemporáneo, puso énfasis en mirar hacia atrás y orientar su programación hacia la historia del cine argentino, ya que es el festival no solo más grande la región sino el que más cine nacional estrena y promueve con fuerza y variedad. Precisamente, por esa característica que lo define, y dado el peligro que corre la continuidad de las producciones del año próximo por la falta de subsidios y presupuesto para la industria cinematográfica, llama la atención que el desconcierto que produce el futuro del cine nacional no haya estado como tema de agenda dentro del festival ni puesto en discusión en las actividades y/o discursos programados por los organizadores.
En medio de esta preocupante incertidumbre, el encuentro con el cine en las salas es una celebración en sí misma, y apoyar su continuidad es un deber imprescindible que debemos asumir, aunque más no sea desde la escritura sobre el cine, que no puede detenerse ni desaparecer. Desde ese lugar, y como todos los años, EL ESPECTADOR IMAGINARIO estuvo presente para reseñar y participar de una programación compuesta de 260 películas distribuidas en trece salas de la Ciudad de Buenos Aires durante doce días.
Dentro de la sección Trayectorias se destacaron títulos como Favoriten, de Ruth Beckermann; Leme do destino, de Julio Bressane; The Visitor, de Bruce LaBruce; Requiem, de Jonas Mekas; Cosmic Miniatures, de Alexander Kluge; Después de Un buen día, de Néstor Frenkel; L’Empire, de Bruno Dumont, y MMXX, de Cristi Puiu.
En la sección Rescates se proyectaron dos películas argentinas que estuvieron en ediciones anteriores del BAFICI: Tan de repente, de Diego Lerman, y Las vidas posibles, de Sandra Gugliotta. Y en el ámbito internacional, Después de hora, de Martin Scorsese, y París, Texas, de Wim Wenders, entre otras.
En Cine sobre cine, se destacaron películas sobre importantes cineastas de la talla de Jean-Luc Godard (Godard par Godard, de Florence Platarets), Georg Wilhelm Pabst (Pandora’s Legacy, de Angela Christlieb), Ken Jacobs (Ken Jacobs. From Orchard Street to the Museum of Modern Art, de Fred Riedel) Luis Ospina (Ospina Cali Colombia, de Jorge de Carvalho) y Lorenza Mazzetti (Mentre parlavamo del fiume, de Carla Vestroni).
Entre los homenaje al pasado del cine argentino se vieron obras del cineasta Jorge Polaco (La dama regresa y En el nombre del hijo), un documental sobre Eva Landeck (Maldita Eva, dirigido por Pablo Spátola), junto a tres cortometrajes recuperados de la directora: Entremés, Horas extras y El empleo.
Al igual que en los últimos años, las películas de apertura y de clausura fueron argentinas. Para el inicio, Lucía Seles, ganadora de la Competencia Argentina 2023 con Terminal Young, abrió el BAFICI 2024 con la comedia School Privada Alfonsina Storni. La película estuvo antecedida por un discurso crítico hacia la dirigencia del INCAA. Para la clausura, la sala se colmó de rock nacional con Fuck You! El último show, de José Luis García, registrado en 1987 en el estadio Obras. El documental se centró en el penúltimo show de Sumo y en torno al líder de la banda Luca Prodan.
La oferta de películas y actividades fue variada y para todos los gustos, entre cortometrajes, documentales, largometrajes de ficción, óperas primas, presentaciones de libros, charlas, clases y actividades especiales. El punto de encuentro fue en hall del Teatro San Martín, sede de esta edición y un espacio de consulta y esparcimiento para el público y los acreditados (este año algo restringido, sin las funciones de prensa ni la videoteca, de las que solíamos disponer en otras ediciones).
El Festival también contó con los últimos trabajos de realizadores habituales del BAFICI. Entre ellos Néstor Frenklel (Los ganadores, Los visionadores), que presentó Después de Un buen día, documental que aborda el tratamiento de culto que provocó la película Un buen día (2010), dirigida por Nicolás del Boca (padre de la actriz Andrea del Boca), con guion y producción de Enrique Torre, y que para muchos pasó inadvertida.
La película propone un recorrido por la trayectoria de Enrique Torres, famoso por escribir los guiones de telenovelas exitosas como Perla negra, Celeste, Antonella y Muñeca brava, hasta su incursión en el cine con el guion de Un buen día, filmada en Long Beach e interpretada por Aníbal Silveyra y Lucía Solá. El resultado fue tan desfavorable que se la consideró como la peor película de la historia argentina. Sin embargo, lo que para muchos fue un tedio olvidable, para otros espectadores jóvenes resultó ser tan sorprendente y desconcertante que la transformaron en objeto de culto, generando un grupo de fans que se reúne a ver la película para exaltar de memoria las frases emblemáticas, los gestos de los actores, y hasta se atrevieron a filmar una nueva versión actuada por ellos mismos.
La mirada de Frenklel siempre atenta a abordar fenómenos sociales, recoge varios testimonios de sus fans, hasta lograr que el mismísimo Enrique Torre sea testigo de la admiración de su película, considerada su primer fracaso comercial.
A diferencia de Los ganadores, la observación del realizador es menos filosa y se aleja de la ironía o el sarcasmo que algunas veces despunta, para solo mostrar la dinámica del grupo de seguidores, repitiendo diálogos de memoria, transformando frases en eslóganes o imitando algunas actuaciones de la película.
Después de Un buen día pone en diálogo el pasado y el presente del cine, da cuenta del rumbo incierto que puede tomar una obra con el paso del tiempo, no solo en la vida de quienes fueron parte de ella, sino en la lectura o reivindicación de los espectadores que la siguen atesorando.
Continuando con el cine de no ficción, el destacado documentalista Alejandro Fernández Mouján (Los resistentes, Huellas de un siglo y Damiana Kryygi), se hizo presente en la Competencia Argentina con su último trabajo, Dejar Romero codirigido con Hernán Kourian, que resultó galardonada con el Premio del Jurado.
La película gira en torno al Hospital Interzonal de Agudos y Crónicos “Dr. Alejandro Korn”, de Melchor Romero, fundado en 1884. Allí funcionó un neurosiquiátrico, un sitio para el olvido. El lugar no cumplía con las condiciones de salubridad e higiene necesarias, mantenía a sus pacientes hacinados y sometidos a prácticas abusivas que violaban los derechos humanos. A partir de la Ley de Salud Mental 26657, que entró en vigencia en 2010, se estableció el fin de los manicomios. La medida posibilitó, entre otras cosas, pensar el proceso de desmanicomialización de los pacientes que aún permanecían internados. Entre quienes se ocupan de esa ardua tarea, se encuentra el Movimiento por la Desmanicomialización en Romero (MDR).
Con la distancia necesaria y la sensibilidad acorde a lo que muestra, el documental de observación da testimonio del importante trabajo que realizan los y las integrantes del Movimiento, en pos de mejorar la calidad de vida de hombres y mujeres que se merecían algo mejor. La cámara también se inserta en el hospital junto a los internos e internas que están en condiciones de salir y formar parte del proyecto de traslado. La habilidad del registro genera la confianza necesaria y un espacio distendido en el que pueden expresarse.
Desde ambos focos narrativos, la película muestra de forma paralela la construcción de las viviendas destinadas a los pacientes, como la investigación que realizan sobre el material de archivo que hallaron en el hospital. Su lectura evidenció los métodos abusivos que padecieron y eran explicitados en las cartas que ellos mismos escribían para sus familiares y no eran enviadas, también encontraron fotografías e informes médicos de la época, que ahondan en las prácticas que ejercían.
Ambos realizadores convergen en una mirada cálida y humana sobre un grupo vulnerable y desprotegido, denunciando las fallas del sistema y revindicando a quienes se ocupan por ofrecer mejores alternativas que el encierro, la sedación y el abandono.
Más allá del valioso registro que representa y de su abordaje, el recorte que ofrece sobre el tema deja abiertas muchas preguntas, generando en el espectador la necesidad y el interés de mayores datos o información que complete un relato de lo más interesante.
Otra cineasta que siempre es bienvenida al BAFICI, es Liliana Poalinelli: Amar es bendito (2013), Margen de error (2019) y El baldío (2021). Este año presentó su nuevo documental, Un hombre que escribe, retrato sobre el escritor argentino Abelardo Castillo.
Considerado como uno de los escritores argentinos más importantes del siglo XX. Castillo fue editor de las revistas literarias El Escarabajo de oro y El ornitorrinco, y autor de muchos cuentos, entre los que figuran: “Las otras puertas” y “Cuentos crueles”, de la novela Crónica de un iniciado, la saga de sus Diarios, algunos ensayos y obras de teatro, un género en el que también se destacó.
El origen de la película se remonta a varios años atrás, hasta finalmente darle forma cuando deciden filmarlo en el living de su casa, mediante una cálida e interesante entrevista a cargo de María Moreno y Mayra Leciñana, que permanecen fuera de cuadro.
Un plano cercano contiene el rostro curtido de Castillo, su mirada penetrante y un tono de voz determinante y seguro de sí mismo. La cámara evidencia su admiración y jamás lo abandona. La conversación que mantiene abarca detalles de su vida, de su oficio de escritor, reflexiona sobre la poesía y la imagen literaria y sobre los talleres que dicta, entre otras cosas.
“Escribo su nombre en Internet, aparecen miles de charlas que dio y entrevistas que le hicieron –expresa la realizadora–. Me pregunto, ¿tiene sentido hacer una película sobre un hombre tantas veces retratado? Un apunte tomado en su taller me da la pista: Cuando uno cuenta —dijo Abelardo, palabras más, palabras menos—, lo hace por primera vez, sucede por primera vez. Lo que conté hace veinte años, al decirlo aquí, enfrente de ustedes, está sucediendo por primera vez”.
Con imágenes de sus libros como separadores y la entrevista como eje principal, el documental se orienta a filmar la palabra del escritor que más ha leído. De esa manera, Paolinelli logra diferenciarse y brindar una nueva mirada, hilvanando esas palabras que van formando la figura y el perfil íntimo de un hombre que no se define escritor, sino simplemente “un hombre que escribe”.
En la sección Pasiones se destaca Italpark, de Juan Carlos Domínguez, un documental que rescata la historia de un sitio emblemático para todos los porteños, como fue el parque de diversiones más famoso que funcionó en el centro de la Ciudad de Buenos Aires desde la década del sesenta hasta principios de los noventa.
A través de imágenes de archivo, registro fílmico, animación en 3D y testimonios de coleccionistas, extrabajadores y del público en general, se reconstruye la historia del “Disney Argentino”, como lo definían muchos de sus fanáticos. La película da cuenta del progreso industrial que fue atravesando el país, la evolución del parque a través de los años y del lugar de esparcimiento y sociabilidad que significó para las familias argentinas de todos los estratos sociales.
La llegada del menemismo coincidió con el vencimiento del contrato de locación en una de las zonas más caras de la ciudad, sumado a la sucesión de distintos accidentes en el parque, que culminaron con la muerte de una joven, debido a la falla mecánica en uno de sus juegos. Estas situaciones justificaron su cierre definitivo. A pesar de los años transcurridos y transformado en el actual parque Thays, el tono nostálgico del documental de corte expositivo da cuenta de las huellas de un lugar que aún sigue en la memoria.
Dentro de la sección cine sobre cine, Leyenda feroz, de Denise Urfeig y Mariano Frigerio (Carroceros, 2021) vuelca su mirada sobre el pasado cinematográfico, precisamente sobre la película Tango feroz, la leyenda de Tanguito (1993), de Marcelo Piñeyro, una obra mítica dentro de la cinematografía argentina.
Desde el comienzo, el presente se une a la historia del film y al contexto sociopolítico que la hizo posible. Luego de treinta años de su estreno, sus protagonistas, Cecilia Dopazo y Fernán Mirás, recorren las locaciones del rodaje para compartir sus vivencias y algunas anécdotas sobre una película que impulsó sus carreras profesionales.
Tango feroz: La leyenda de Tanguito fue la primera película de Piñeyro, y un éxito total, sin precedentes, que potenció su futuro como cineasta. Así lo exponen los archivos de los diarios de la época, junto a los testimonios de críticos de cine, actores, músicos y productores.
A lo largo de un recorrido que, más que indagar y dar respuestas sobre el éxito, centra su atención en la producción de la película y en las vivencias del resto de los actores que participaron, no analiza las causas del impacto y fanatismo que generó hasta la actualidad. Los realizadores transmiten la visión de Marcelo Piñeyro sobre el cine, el amor a su profesión y a Tango Feroz, que le abrió camino a su carrera. La música no podía estar ausente y bastó escuchar “el amor es más fuerte” para inundarnos de imágenes del film.
Otro aspecto relevante que expone son los cambios que sufrió la industria cultural en estos treinta años, con el cierre de importantes salas de cine, hoy transformadas en templos evangélicos, supermercados, o tiendas de compras. Bajo el formato del documental tradicional, Leyenda feroz empatiza con el espectador, al igual que hicieron con Carroceros, al compartir y revivir aquel espíritu festivo y mítico que abrazó a tantas generaciones.
Dentro de la misma sección, una grata sorpresa fue el documental francés Godard por Godard, de Florence Platarets, quien a través de un collage audiovisual nos acerca a la obra y a la personalidad del gran cineasta Jean-Luc Godard.
La película se divide en secuencias que abordan las distintas etapas que atravesó la carrera del maestro francés: la militancia política, su período con Anna Karina y Anne-Marie Miéville; sus reflexiones sobre la imagen cinematográfica y su propio rol como realizador. Con guion de Frédéric Bonnaud, especialista en la obra de Godard, la película reúne un valioso material de archivo con escenas de sus películas, varios reportajes y distintos testimonios de quienes trabajaron o lo conocieron de cerca, como François Truffaut, Sergey Daney, Michel Piccoli, Claude Brasseur, Isabelle Huppert y Johnny Hallyday, entre otros.
La particularidad del documental, que se completa con el detrás de escena de algunos rodajes y su activa participación en mayo del 68 para cancelar el Festival de Cannes, reside en el gran trabajo de edición que lo dota de sentido, le imprime dinamismo y nos permite redescubrir a un cineasta, del que ya se dijo mucho, y del que siempre hay algo más para seguir admirándolo. Sin duda, Godard por Godard contagia las ganas de volver a ver cada una de sus películas en una sala de cine, como se merece.
Continuando con el retrato de grandes artistas, el documental La Habana de Fito, del cineasta y productor cubano Juan Pin Vilar, nos acerca al vínculo estrecho entre el músico argentino Fito Páez con los músicos cubanos, su gente y la política cubana. La película se estructura en base a un gran reportaje que ofrece el músico sentado en la terraza de un tradicional hotel de La Habana, intercalado con imágenes de archivo de los distintos conciertos que brindó a lo largo de los años, las críticas de la prensa local y el impacto que generó en el público.
Mientras las imágenes de la Isla imponen su iconografía local, el relato se completa con los testimonios de Pablo Milanés, Cecilia Roth, Carlos Alfonso, Ele Valdés, Luis Alberto García y Wendy Guerra, entre otros. El documental no solo se nutre de música, sino también de la contracción que generó la censura que atravesó la película de parte de las autoridades, quienes lo exhibieron en la televisión cubana sin autorización del realizador y su equipo de producción.
Para los seguidores del músico, la película también permite disfrutar de sus temas más emblemáticos como fue el lanzamiento del álbum Giros a mediados de los ochenta, con canciones que ya son hitos en el rock argentino.
Entre los largometrajes de ficción de la Competencia argentina, Hombre muerto, de Andrés Tambornino (El descanso, codirigida con Ulises Rosell y Rodrigo Moreno) y Alejandro Gruz (productor de Bar El chino, de Daniel Burak), es un film ambicioso que fusiona la iconografía del western con lo satírico y caricaturesco de la vida pueblerina.
Rodada en una región montañosa de la provincia de La Rioja, la historia transcurre en pequeño pueblo paralizado tras el cierre de la mina que le daba vida, al que llega el empresario Simón (Oliver Kolker), ofreciendo una importante suma de dinero por un trabajo “especial”. El encargo consiste en matar al el ingeniero (Diego Velázquez) propietario de los terrenos y dueño de la mina, como condición para invertir y llevar progreso al lugar. Frente a la propuesta, hacer lo correcto o corromperse será el debate moral que enfrentarán sus protagonistas.
Entre ellos está Almeida (Osvaldo Laport) un expayaso que dejó el circo para vivir en un rancho solitario junto a Patricia (Yanina Campos), de quien espera un hijo. El resto del elenco se compone del sacerdote del pueblo, el padre Francisco (Roly Serrano), el comisario (Sebastián Francini) y el dueño de la despensa/bar (Daniel Valenzuela), padre de Patricia, entre otros. La propuesta de ganar dinero fácil seduce a todos y altera el ritmo pueblerino, lo que llevará a varias situaciones disparatadas y a poner a prueba la confianza entre unos y otros.
Con buenas actuaciones, un gran trabajo de fotografía y ambientación, Hombre muerto dialoga con muchos géneros y también con cierta extrañeza y búsqueda autoral que no termina de aportar la solidez que pretendía y esperábamos.
En la sección Trayectorias, la película argentina Animú, de Miguel Kohan (Café de los maestros, Lluvia cósmica) es una docuficción que centra su interés en el proceso de desarraigo y el duelo que enfrenta una joven jujeña al alejarse de sus raíces para dedicarse a la música.
La protagonista es Wara Calpanchay, una adolescente indígena de la Puna que tiene una voz maravillosa acompañada de su violín. Para estudiar debe mudarse a Palpalá, cerca de San Salvador de Jujuy, donde formará parte de la orquesta de jóvenes. Sin embargo, la felicidad de la música no logra superar la nostalgia de haber dejado su tierra y apaciguar el proceso de duelo ante la muerte de su querida abuela. Narrada en off por la protagonista, sus planteos existenciales y el afán por preservar del olvido la imagen de su abuela, la impulsan a buscar alternativas en el arte. Mientras indaga en las formas de homenajearla, un flasback en blanco y negro nos sitúa en un ritual típico de la zona, donde Wara intentará hallar las respuestas a tantos interrogantes.
Rodada, principalmente, en los paisajes deslumbrantes y solitarios de La Puna, la octava película de Kohan tiene puntos en común con dos de sus obras: Salinas grandes (2006), sobre la vida de un trabajador de las Salinas en Jujuy, y El Despertador (2022), en la que explora el universo andino desde la antropología. En palabras de su director: “Creo que Ánimu completa entonces esta especie de trilogía que tiene el acento en una mirada sobre el universo andino, pero en este caso, encarnado en la voz y en la música de su protagonista”.
Otra destacada película de la sección fue Blaga’s Lessons, del director búlgaro Stephan Komandarev (Directions, 2017; Rounds, 2019), un autor comprometido con la realidad de su país y que, en esta oportunidad, denuncia la decadencia social que produjo el capitalismo salvaje y las leyes del mercado, al generar una sociedad en la que impera la insensibilidad y el individualismo.
La película se centra su relato en Blaga Naumova (Eli Skorcheva), una profesora de literatura de 70 años, muy rigurosa y austera en sus formas, que enviudó recientemente. Sus pocos ahorros serán destinados parar comprar una parcela y darle sepultura a las cenizas de su marido. En medio de ese proceso de duelo, Blaga cae en la trampa de una estafa telefónica por la que perderá todo el dinero. Mientras la policía intenta hallar al culpable, ella intentará recuperar el dinero consiguiendo un trabajo que le permita comprar la parcela antes de que se la vendan a otro. El costo por alcanzar su objetivo la llevará a desafiar sus propios límites morales.
El desafío y los miedos que enfrenta la protagonista, no solo la someten a una lucha contra el sistema, sino contra sus mismos principios y valores, restándole la templanza que la caracterizaba. Con gran solidez narrativa, Komandarev genera un clima de tensión y dramatismo en donde el engaño y la falta de certezas en la Bulgaria poscomunista representa el fin de una etapa y el comienzo de una fragilidad moral, expuesta desde una estética que se conecta con El Decálogo (1988) de Kieślowski.
Entre las ganadoras de la Competencia Internacional, este año el premio fue compartido entre el film A paixão segundo GH, del realizador brasileño Luiz Fernando Carvalho (A la izquierda del padre, 2001) y la película argentina El placer es mío, de Sacha Amaral.
A paixão segundo GH, transposición de la singular novela de Clarice Lispector, La Pasión según GH, narra el conflicto emocional que atraviesa una escultora de la alta sociedad brasileña ante un desengaño amoroso y el encuentro de una cucaracha en el cuarto de la criada que acaba de renunciar. Ambientada en el interior de un lujoso departamento de Río de Janeiro, la protagonista se hunde en una crisis personal que la llevará a transitar distintos momentos de contradicción, euforia, miedo, angustia y erotismo. En una suerte de monólogo interior, GH lidiará contra sus propios demonios y prejuicios de clase.
La película de Carvalho tiene la particularidad de sorprender por la bellísima composición visual que generan sus primeros planos, un formato predominante a lo largo de la film, que potencia el rostro y la expresividad de Maria Fernanda Candido, también premiada como Mejor actriz del festival. Sin embargo, y más allá de la elegancia y esteticismo de su aspecto formal, es una propuesta compleja –como lo es la novela de Lispector–, cuasi experimental y ensayística, sólo para amantes del género.
Con respeto a la pelicula de Carvalho, en su narracion formal y mas que un tema complejo, se acerca a ese nuevo cine de producciones para las plataformas que logran una inmensa cantidades de espectadores, sin molestar con figuras que viven en una galaxia fuera de todo orden social y con un mensaje religioso, que la actriz llama con gestos de mano y rostro a seguirla.Hace años atrás, recibir un mensaje religioso, ir a escuchar al sacerdote, hoy tendremos que ir a la iglesia para ver el mensaje cinematografico.