Libros:
Batman: El regreso del Caballero Oscuro
Título: Batman: El regreso del Caballero Oscuro
Autor/es: Frank Miller
Editorial: DC .
Año: 1986
Hace ya un tiempo, a los fans del Cruzado de Gotham City se nos hizo un nudo en el estómago, cuando se presentó el proyecto cinematográfico con el que tanto tiempo habíamos soñado. El éxito de Man of Steel (Zack Snyder, 2013) propició que en las oficinas de Warner Bros se tomase muy en serio la posibilidad de un universo cinematográfico basado en los superhéroes de DC. Marvel había aterrizado con éxito apabullante en las pantallas de todo el mundo, y su eterna competencia perdía terreno, a pesar de algunos intentos poco serios de aprovechar el mundo de la viñeta, por ejemplo, la insignificante Green Lantern (Martin Campbell, 2011).
En aquella presentación, se pronunció una frase que marcaba el camino a seguir por los implicados en el proyecto: «Quiero que recuerdes, Clark. Durante los próximos años, en tus momentos más íntimos, quiero que recuerdes mi mano en tu garganta. Quiero que recuerdes al único hombre que te venció».
Los lectores de Batman no pudimos contener la emoción, porque reconocimos inmediatamente la procedencia de tan contundente monólogo. Aquellas palabras, pronunciadas por un Caballero Oscuro más beligerante que nunca, formaban parte del climax de una novela gráfica que cambió para siempre los cánones establecidos, tanto en la historia del propio personaje como en los cómics mainstream del mercado americano. Hablar de El regreso del Caballero Oscuro es poner en perspectiva un antes y un después en la historia del noveno arte, que llevaba el cómic de superhéroes a un nuevo nivel, en el que incluso sus más acérrimos detractores tuvieron que reinventar sus argumentos. Si aquella obra maestra de Frank Miller era la base literaria de este nuevo proyecto cinematográfico, sólo podíamos esperar lo mejor de los implicados. Con el tiempo, hemos visto que aquellas ilusiones iniciales se han disipado en gran medida, según hemos visto en el material perpetrado por Zack Snyder, que, a priori, poco tiene que ver con el trabajo de Frank Miller, por lo menos en espíritu. En todo caso, a pesar de esas diferencias, es buen momento para dar un vistazo a aquella novela gráfica, que, entre otras cosas, nos mostraba la batalla a muerte entre los dos titanes del cómic americano.
Tiempos de cambio
A finales de los 70 y principios de los 80, el cómic americano se enfrentaba dubitativo a su propio futuro. El mayor reto que afrontaban los sellos editoriales más punteros era en enfrentamiento con su propio público, muy distinto en aquellas alturas a los chiquillos que se plantaban delante del kiosco en décadas anteriores. Esos niños que habían crecido devorando historias de la Edad de Plata se habían convertido en lectores adultos y exigentes que hablaban del cómic con autoridad, incluyendo el mundo de la viñeta en las discusiones sobre estudios culturales. Se reunían en librerías especializadas y miraban con espíritu crítico algo que ya no era un simple pasatiempo. Era el momento de un cambio total de planteamientos, y en las oficinas de las editoriales entendieron el mensaje.
La llegada de autores provenientes del cómic inglés dotaron al mercado americano de una elegancia y sofisticación desconocidas, aportando una perspectiva más adulta a personajes que languidecían al borde del olvido. La punta de lanza de esta invasión británica la encabezó el legendario Alan Moore, que utilizó La cosa del pantano como laboratorio narrativo, en el que plasmaba su visión acerca de cómo funcionaba un cómic. El cambio estaba listo. Con el tiempo, autores como Neil Gaiman o Grant Morrison llevarían el medio a la edad adulta, pero Moore marcaba el camino.
Frank Miller y sus héroes callejeros
Aunque el talento parecía llegar desde el otro lado del Océano, Frank Miller fue uno de esos autores americanos que encontró la forma de escribir su nombre con letras de oro en un momento tan convulso. Precisamente, gracias a este contexto de experimentación y cambio, Miller aportó al medio una forma nueva de contar historias en viñetas, totalmente alejada de los maniqueos modelos imperantes, tan faltos de contrastes, más allá de los blancos y negros morales de los que hacían gala los superhéroes. Desde sus comienzos, el joven autor demostró una audacia desconocida a los lápices, explorando nuevas formas visuales que mezclaban la cantidad ingente de influencias de las que hacía gala. Fue de los primeros autores que reivindicó el manga japonés en Estados Unidos, por ejemplo, con especial interés en el arte de Goseki Kojima (Lobo Solitario y Cachorro) o las escuelas europeas como la franco-belga. La llegada de Miller a Daredevil supuso un auténtico revulsivo para el personaje, que se mantenía siempre al filo del cierre de su colección, ignorado por unos lectores que le daban la espalda. El dinamismo que aportó llegó a su máxima expresión cuando se hizo con el control creativo total de la serie, que nos descubrió una nueva faceta que trascendía el tablero de dibujo. Como guionista, Miller decidió también romper moldes y construyó una narración distinta, arriesgada y llena de matices, que convirtió a Daredevil en uno de los referentes del cómic estadounidense.
Miller enmarcaba a su héroe en un mundo mucho más reconocible del natural en los cómics de superhéroes. Si bien el medio se alejaba, poco a poco, de la moralina y de la autocensura, quizá fue este diablo guardián de la Cocina del Infierno el que llevaba a los enmascarados a un mundo más oscuro y realista. Miller preparó un auténtico descenso a los infiernos para Daredevil, donde los personajes rompían sus clichés caducos y la narración se alejaba de esas historias donde el bien prevalecía sin más, gracias a la superioridad moral del que se cree con la verdad absoluta. El tratamiento de personajes y el modelo narrativo dotaba de una complejidad desconocida a un cómic Marvel, y la temática se acercaba a ese público que había crecido leyendo tebeos, pero que esperaba que el noveno arte diese pasos hacia una madurez que se le había negado durante años. Daredevil llegaría al paroxismo en el ciclo argumental conocido como «Born Again», donde Miller, ayudado por un maestro de los lápices como David Mazzucchelli, desmontaba el camino del héroe en una historia de redención que marcó época. El cómic de superhéroes se acercaba a la calle, a los callejones oscuros y a los barrios en decadencia; a las sirenas de policía, a las víctimas a las que nadie escucha, a esa cara oculta del enmascarado que hasta ese momento era anecdótico, simple excusa. Los matices del gris vencían al blanco y negro.
El retorno del Caballero Oscuro
Tras su paso triunfal por Daredevil, Frank Miller firma por la eterna competencia, DC. En ese momento, la casa de Batman y Superman es un hervidero de ideas y atrevimiento, por lo que Miller encontró el ambiente perfecto para dar forma a su historia definitiva sobre el protector de Gotham City. En su propuesta, Miller ofrece una ruptura total con la continuidad de lo contado hasta el momento sobre la cruzada de Bruce Wayne, llevando a un nuevo nivel la mitología del murciélago e, incluso, estableciendo el tono que definirá al personaje hasta nuestros días.
Para empezar, Miller cambia el contexto temporal de las aventuras del Caballero Oscuro y sitúa la acción en el futuro, con un Bruce Wayne envejecido y alejado de su vida como aventurero nocturno. En su ausencia, Gotham City, espejo de todas las ciudades de América, se ha convertido en un hervidero de crimen y decadencia. Ante la inoperancia del poder y la complacencia de la ciudadanía, el héroe, que una vez fue el azote de los delincuentes de Gotham, decide adoptar el manto del murciélago una vez más. Pero las cosas han cambiado. El gobierno no está dispuesto a aceptar la lucha de un solo hombre, al que considera un peligro más en la lista de amenazas. Incluso, los ciudadanos de Gotham se dividen entre los que no aceptan el regreso del Caballero Oscuro y los que ven en él el último reducto de esperanza. Batman está más solo que nunca, y sus enemigos tienen muchas caras. Está envejecido y oxidado, pero su fuerza reside en la naturaleza de su cruzada. Batman retorna para demostrar que el símbolo es más fuerte que el hombre detrás de la máscara, aunque puede que este regreso signifique su última batalla.
Aunque la premisa ya de por sí resultaba totalmente distinta a cualquier historia contada hasta el momento sobre Batman, El regreso del Caballero Oscuro significó una revolución por muchas más razones que las de ver a un Batman envejecido y falible, al límite de sus posibilidades físicas. El atrevimiento narrativo y gráfico de Frank Miller dotó a su obra de una identidad que ha perdurado a lo largo de las últimas décadas como ejemplo de narración gráfica. Miller dibuja un mundo en caída libre, deudor de pesadillas urbanas como Blade Runner (Ridely Scott, 1982), pero armada con un extra de angustia destructiva y el sabor gótico que da personalidad al Cruzado de la Capa desde sus orígenes. La ruptura total con los convencionalismos del comic book tradicional se traducen en un complejo entramado gráfico, donde la composición de página, el simbolismo y la alquimia con el denso texto, deudor del género negro más obsesivo, construyen un universo personal, en el que Frank Miller se despacha a gusto con sus filias y fobias. Temas prohibidos por el cómic de superhéroes se abordan sin tapujos, arrastrando al género a una nueva forma de ver y hacer las cosas dentro del cómic comercial de las grandes editoriales. Los miedos de una sociedad enferma se reflejan en una historia complicada, adulta, polémica y llena de desafíos al lector. El miedo atómico, las guerras de bandas, la desquiciada política de la época, con Reagan a la cabeza, o la violencia (desde un prisma muy distinto al tratamiento habitual) conforman el corpus espiritual de una obra que significa un antes y un después. El tratamiento de los medios de información, totalmente implementados como parte de la narración, servía a Miller para medir el pulso de la calle, al mismo tiempo que sometía a juicio a los modelos impuestos por la televisión y la prensa amarilla frente al periodismo de raza. Gracias a un ritmo y una idea gráfica totalmente cinematográfica, El regreso del Caballero Oscuro se convertía en una auténtica experiencia para el lector de cómics, rendido ante la audacia de un autor sin límites.
El Batman de Miller
Aparte de esos cambios en la novela gráfica al uso, Miller introdujo varios debates en su cómic que afectaban directamente al personaje y al mundo de los superhéroes, en general. Para empezar, el autor americano introdujo una idea básica para entender al personaje hoy en día, que hasta ese momento sí había sido intuida por otros artistas, pero necesitó de la certificación de Miller para transformarse en canónica. Según su tesis, Bruce Wayne no existe. Espiritualmente, el hombre muere al mismo tiempo que sus padres, y en ese momento nace algo distinto, una fuerza de la naturaleza destinada a convertirse en un símbolo. Esto implica una fanatismo que sobrepasa lo enfermizo. No existe el hombre tras la máscara, y Wayne es la incómoda herramienta necesaria para mantener en funcionamiento su guerra personal. La humanidad es un lujo que el luchador incansable contra el crimen no puede permitirse, y aunque se ha autoimpuesto una férrea moral, el símbolo está por encima de las leyes humanas.
Esta idea de un Batman dominado por su cruzada, sitúa al personaje en el mismo grado de locura de sus pintorescos enemigos; ocurre que, por suerte, ha decidido ponerse de nuestra parte. Miller aceptaba esa naturaleza insana de una psique rota, sumida en su idea particular de venganza, que se convertiría en la manera de mirar al personaje hasta en sus visiones más modernas, como hemos visto en las adaptaciones cinematográficas ideadas por Tim Burton o, más recientemente, por Christopher Nolan
Batman vs. Superman
Los dos héroes más representativos de DC se verán de nuevo las caras, en las pantallas de cine, en Dawn of Justice, y, por lo que hemos visto en los avances, este enfrentamiento bebe de las páginas de la obra de Frank Miller. El Caballero Oscuro enfundado en una armadura capaz de derribar al último hijo de Krypton tiene su referente en El regreso del Caballero Oscuro. En el impresionante climax planteado por Miller para su novela gráfica, compuso en imágenes el sueño de todo fan, dando respuesta a la pregunta que durante décadas se habían hecho los lectores. ¿Ganaría la inteligencia y estrategia de Batman o el poder desatado del Hombre de Acero?
El enfrentamiento era inevitable, puesto que, como hemos indicado, en esta historia Batman es perseguido como un justiciero fuera de la ley por unos poderes fácticos que ven amenazado su poder de control sobre la sumisa población de este negro futuro. Superman se transforma, quizá a su pesar, en representante de los valores tradicionales americanos, manipulados y pervertidos por políticos que convierten el miedo y el patrioterismo más pueril en su arma. La imagen de eterno boy scout pesa sobre Superman, defensor a ultranza del sueño americano, aunque se esté transformando en una pantomima. Miller reflexiona sobre el poder absoluto, hundiendo su crítica en el papel tradicional del superhéroe del cómic, que, en el mejor de los casos, no pasa de ser un defensor bienintencionado del statu quo. Batman, declarada su rebeldía, no puede más que enfrentarse a su compañero en la antigua Liga de la Justicia, una batalla entre dos formas de ver la justicia, que desemboca en la batalla más grande de todos los tiempos. La fuerza icónica de cada viñeta forma parte de la historia del cómic, y lo cierto es que estamos deseando ver cómo funciona la traslación a la pantalla por parte de Zack Snyder.
30 años después
Se han cumplido 30 años de la publicación de este cómic, y su influencia a lo largo de estos años es innegable. Es más, ha envejecido con mucha fuerza, y es normal encontrar una reedición del material original cada cierto tiempo. Considerada como obra cumbre del cómic, su influencia trasciende las viñetas. Como hemos dicho a lo largo de esta reseña, la visión del personaje defendida por Miller sigue como pilar narrativo para cualquier guionista que se enfrente a las historias de Batman, y en las versiones cinematográficas del Caballero Oscuro prima con fuerza esta tesis. Pero es más, películas como Robocop (Paul Verhoeven, 1987) presentan en imágenes muchas de las ideas que Miller presentó en las viñetas de su obra maestra, como por ejemplo, el uso de las pantallas de televisión como parte fundamental del modelo narrativo, una auténtica muestra de comunicación entre medios. Es normal que los productores de la película contasen con Miller como guionista para la secuela de las aventuras del policía cibernético de Detroit, vista su influencia visual en la primera entrega.
Ahora que Batman y Superman retornan a los cines, es buena idea acercarse de nuevo a las páginas de El regreso del Caballero Oscuro. Si ya han leído esta imprescindible obra, será un placer el recuerdo de la potente declaración de principios estéticos y narrativos de un genio indiscutible como Frank Miller. Si es la primera vez que afronta sus páginas, entenderá por qué las obras maestras lo son, a pesar del tiempo. Muy complicado lo tienen los responsables de Dawn of Justice para superar la inspiración y fuerza de la obra original. Nos conformaremos con que prime el respeto y se tenga en cuenta el valor de una obra que cambió, y para mejor, el noveno arte.
Muy buenas,
Un guion sensacional el de Frank Miller. En el nos encontrarnos con un Batman casi de la tercera edad, con achaques y perfectamente consciente de sus limitaciones debidas a la edad (como demuestra en su lucha contra el jefe mutante) no tiene precio. El dibujo no es ninguna maravilla, pero este cómic, en mi opinión, es mucho más guion que dibujo. La parte final del capítulo 3, la lucha con el Joker también me parece espectacular. En definitiva, sin duda, uno de los mejores cómic de Batman que he leído.