Bandas sonoras:
Título: Birdman – BSO
Sello: Milan Records.
Año: 2014
La inesperada virtud del cambio
Alejandro González Iñárritu ha contado en varias ocasiones para respaldar sus proyectos cinematográficos con el apoyo del compositor argentino Gustavo Santaolalla, y es innegable que, envueltos en un halo creativo de entendimiento que potencia cada uno de sus talentos, han logrado una mímesis interesante entre las imágenes proyectadas y la música que se funde con ellas, súmmum conseguido otrora cuando Babel le valió al compositor un Oscar por su trabajo. Y si bien La inesperada virtud de la ignorancia es el subtítulo de la última película del realizador mexicano, es además una exhalación presurosa hacia nuevos horizontes, temática y técnicamente hablando. La primera comedia de Iñárritu se desarrolla en secuencia, pero con una velocidad vertiginosa que las cuerdas de Santaolalla quizás no hubieran podido complementar. En cambio, el “original drum score” de Antonio Sánchez, como reza la portada del álbum, es una compilación de tempos y circunstancias enmarcadas dentro del género jazzístico, característica inseparable del Manhattan contemporáneo, “la capital del todo”, como la denominó Duke Ellington, y en cuyos años veinte el jazz vivió una de sus mejores eras.
Tiene sentido que Iñárritu se decante por un estilo musical apegado al contexto en el cual se desarrolla su historia, pero más allá de eso, llama la atención que haya decidido construir un completo ambiente sonoro únicamente con baterías. Antonio Sánchez, mexicano, integrante del Pat Metheny Group, entrega una banda sonora cargada de matices que Iñárrutu utiliza de manera diegética y extradiegética en Birdman. Si bien seis de los veintidós tracks que conforman el álbum son piezas clásicas (destacan dos composiciones de Gustav Mahler), el resto son pistas cortas cuyo tempo varía constantemente. “Get Ready”, con la que abre el álbum y como su nombre lo indica, aparece en el prólogo de la película y es una de las pocas piezas que acuña un crescendo de cuerdas al fondo, culminando en un corte brusco hacia el completo silencio: el inicio del filme. Sin embargo, Sánchez crece, al igual que Iñárritu, cuando la experimentación va más allá del acompañamiento y se convierte en parte de la historia misma. “Doors and distance” destaca en este sentido al ser una pista que empieza con un sonido limpio, claro y conciso, que luego atraviesa por una reverberación en varias etapas, emulando el paseo de los personajes a través de una de las calles de la avenida.
Este juego de roles, en el que ambas partes se complementan y se sobreponen la una a la otra, es lo más interesante que Antonio Sánchez logra con su música, pues es inevitable no hablar de ella sin hacer referencia a la película, contrario a lo que sucede usualmente con composiciones demasiado elaboradas que, al final, terminan distrayendo al espectador del resultado. Birdman es una película que funciona únicamente con la suma de sus partes: oír el soundtrack sin haber visto la película puede parecer tedioso, y experimentar la película sin los beats que la acompañan sería lo mismo. Es un producto redondo, donde todas las partes funcionan con un fin último. Y si bien, este “original drum score” no puede ser deleitado en totalidad como un ente independiente, como sí lo logran Hans Zimmer o Trent Reznor en sus composiciones para Interstellar (2014) y Perdida (Gone Girl, 2014) respectivamente, se corona como una de los mejores del año y hace reflexionar acerca del papel que debería cumplir la música en la realización de una película.
Acuerdo totalmente, la banda de sonido de tambores es un logro increible…!! Muy original y muy apropiada al dramatismo de la película.