Críticas
A vueltas con el poder y ambiciones
Burning Days
Kurak günler. Emin Alper. Turquía, 2022.
Con Burning Days, el turco Emin Alper ha realizado su cuarto largometraje. Anteriormente, fue el director de Un cuento de tres hermanas (Kız Kardeşler, 2019), Abluka (2015) y Más allá de la colina (Tepenin Ardi, 2012). En todas ellas, con mayor o menor intensidad, dirige su mirada a sociedades patriarcales y a las relaciones que se establecen entre quienes detentan el poder y quienes deben someterse a él. Como sabiamente sostenía Michel de Montaigne, “nuestros deseos íntimos nacen y se alimentan, en su mayor parte, a costa de otros”. Si nos apoyamos en la física, parece que el nacimiento, sustento y desarrollo de cualquier cosa supone la alteración y la corrupción de otra. Estamos ante una obra que se cuece a fuego lento, sin perder interés en ningún instante. Se trata de un thriller dramático, muy oscuro y con una densidad claustrofóbica. Es una película de miradas a la que no le importa alargar escenas hasta tensionarlas, para someter al espectador a un estado de incertidumbre.
El largometraje se inicia con un plano general, de foco bien abierto, en el que vemos a dos personas, una mujer y un hombre, observando con atención un tremendo cráter. En los alrededores se vislumbra un paisaje que apabulla por su desnudez. Son la jueza y el nuevo fiscal de una pequeña localidad de Turquía. Este último debe hacerse cargo de una investigación abierta sobre el origen de dicho agujero y similares. Existen sospechas de causalidad directa con perforaciones realizadas por el Ayuntamiento para conseguir agua potable. Dicha escena ya nos introduce en el desequilibrio que el pueblo y sus habitantes van a engendrar en el funcionario público. Seguidamente, cuando llega solo a la aldea, se encuentra con una multitud disparando dentro de la población y persiguiendo salvajemente a un jabalí. Pequeño prólogo para introducirnos de lleno en un territorio comanche o, cuanto menos, turbador. Nuestro fiscal, Emre, interpretado por Selahattin Pasali, parece un hombre íntegro, de principios claros, muy seguro de cuáles son sus obligaciones. Muy atento al entorno y reacciones, es amable pero incisivo, además de valiente para enfrentarse a una densa neblina que parece que nunca despejará.
El filme abre demasiados interrogantes que no se responden con mucha precisión. Más bien, el juego se enriquece entre la duda y el misterio. Entramos en un espiral de corrupción, de manipulaciones, machismo, homofobia y salvajismo más o menos soterrados. Turquía es un país en el que la homosexualidad es legal, pero rechazada por gran parte de la sociedad. Desde el mandato de Erdogan, la situación se ha enrarecido y ha llegado a comparar la diversidad sexual con “la peste”. Lesbianas, gays, bisexuales o personas transgénero sufren discriminación por las administraciones y son víctimas frecuentes de violencia. En cualquier caso, dicha temática lucha con el protagonismo de los enfrentamientos por el poder político, social y económico. Asuntos muy presentes en los conflictos dramáticos de muchos filmes en los que la posesión de la autoridad y la fuerza se elevan como reflexiones primigenias. Desde Macbeth y sus versiones cinematográficas o modernizaciones, la materia no ha perdido actualidad en ningún instante histórico o actual.
Resulta magnífico el momento en el que nuestro protagonista, ya en su despacho, recibe a las fuerzas vivas del lugar. Una visita del hijo del alcalde y el dentista para presionar sobre el sobreseimiento de los disparos dentro de la población, que justifican por pura diversión. Asistimos atónitos a la invitación insistente al nuevo poder local para que asista a eventos tan diversos como la caza o espectáculos pornográficos. Pero la escena álgida del largometraje se produce con el “agasajo” que recibe el fiscal en casa del alcalde. Una cena que se muestra cronológicamente y que con posterioridad, en retrocesos temporales, se afronta nuevamente sin prisas. Comemos, bebemos, reímos y mucho más. Prepotencias, chantajes, violencias de cualquier calado y, ante todo, se antepone la sensación de impunidad. Las tripas del animal se van diseccionando con calma y sin miramientos. ¡Cómo van a ser capaces los humanos de entender las sensibilidades de otras especies si no son capaces de respetar las propias!
Una de las mejores bazas del filme es el retrato que realiza de un microcosmos en el que todos vigilan y son vigilados, todos están interesados por los pasos de los otros, por sus intimidades e intenciones. Y no se olvida el pasado. Una aldea rural muy pequeña y fácilmente manipulable (pensándolo bien, como las grandes). Y como elemento discordante, cobrará protagonismo otro joven, el director de un periódico local. El ambiente y la puesta en escena es confusa, misteriosa, acechante. Desde el veneno para ratones hasta la jauría que recuerda a películas clásicas de linchamiento como Furia (Fury, 1936), de Fritz Lang ; Johnny Guitar (1954), de Nicholas Ray, o La jauría humana (The Chase, 1966), de Arthur Penn . El guion de la película de Alper no defrauda y la puesta en escena acierta en ritmo y dosificación, en interpretaciones y en la autopsia en que se embarca para configurar determinadas ambiciones humanas con metas a alcanzar, sin importar los obstáculos del camino.
Entre los planos generales de principio y final, en el mismo sitio pero todo trastocado, viajaremos con una cámara quieta que se toma su tiempo en diseccionar caracteres, avaricias y pavores desde miradas y conversaciones. ¿Miedo? Les aseguramos que también pasarán por esa fase como espectadores, temiendo por la salud física o psíquica de ciertos personajes. La obra nos ha recordado a otra bastante reciente, también sobre un fiscal, concretamente, la rumana ¿Por qué yo? (De ce eu?, 2015) de Tudor Giurgiu . Otro joven y prometedor servidor público, Panduru, que debe ocuparse de la investigación de un superior sospechoso de corrupción. Ambas denuncian un estado jurídico, político y económico absolutamente podrido, mientras al tiempo entra en juego y peligra el futuro personal y profesional de los dos fiscales. Ingenuidad y honestidad deben enfrentarse a la propia ambición. Y las dos obras se cierran con finales cortantes pero muy expresivos.
Las localizaciones exteriores destacan por su inmensidad. Parece que dejan al ser humano como un bicho incómodo y peligroso ante algo tan grandioso y bello. Las aguas de los lagos fluyen turbias, como la atmósfera en la que nos movemos. Rumores y medias verdades se expanden como la rabia, de un portal a otro, de unos oídos a los del vecino, hasta conformar un pozo en el que únicamente se arrojan detritus. Como señala Étienne de la Boétie, es difícil “comprender cómo puede ser que tantos hombres, tantos burgos, tantas ciudades, tantas naciones soporten a veces a un tirano solo, quien únicamente tiene el poder que aquellos le confieren”. Y les avisamos: nuestro fiscal no es el primero que pasaba por ahí.
Tráiler:
Ficha técnica:
Burning Days (Kurak günler), Turquía, 2022.Dirección: Emin Alper
Duración: 128 minutos
Guion: Emin Alper
Producción: Coproducción Turquía-Francia-Alemania; 4 Film, Horsefly Productions
Fotografía: Christos Karamanis
Música: Stefan Will
Reparto: Selahattin Pasali, Selin Yeninci, Salih Aydin, Nizam Namida, Mustafa Turan, Enver Husrevoglu, Görkem Ipek, Hatice Aslan, Mehmet Kervanci, Erol Babaoglu, Erdem Senocak, Ekin Koç