Críticas

Fuera de control

Caída libre

Laura Jou. España, 2024.

El exitoso y mediático cineasta español Juan Antonio Bayona, todavía saboreando la repercusión causada, no sin controversia, de su mirada sobre la terrible tragedia de los Andes en La sociedad de la nieve (España, 2023), figura como productor de la película Caída libre (España, 2024) de Laura Jou. Su nombre y la trascendencia que significa su firma en calidad de promotor de este proyecto aviva las ganas de acercarse a esta historia sobre una disciplina del deporte de alto nivel. Su gusto y ánimo por generar relatos, cuyos propósitos, en su vertiente visual/estética, es la de inquietar y, sobre todo, molestar y zarandear al espectador, convierte la propuesta de la directora Laura Jou como una extensión, quizás en una escala más modesta, de las inquietudes como artista del consagrado Bayona.

La película tiene, además, un aliciente desde el registro interpretativo que es bueno valorar. Como actriz principal de este tenso melodrama con un poso psicológico de fuertes sensaciones aparece Belén Rueda, una intérprete con un bagaje suficiente de turbiedades mentales en su carrera para enfrentarse al reto de dar vida a un personaje obsesivo y malsano. Rueda y Bayona coincidieron en otro título destacado e importante de la filmografía del realizador catalán, El orfanato (España, 2007). Una pieza de suspense, con ecos de terror, con un guion dosificado con bastante oficio para permitir que autor y actriz exhibieran sus mejores dotes de misterio y desasosiego para construir un dispositivo fílmico de indudable carisma.

Aquella colaboración, auspiciada más tarde por el beneplácito del público que no dudó en acudir a las salas donde se proyectaba para confirmar si lo bueno que habían leído y escuchado se correspondía con su opinión, permitió un primer contacto cuya máxima expresión, especialmente para Belén Rueda, se confirma con Caída libre. Este título si tiene envergadura y maneras de decir algo es en el terreno de la interpretación. Todo lo mejor y más interesante que ocurre en él se debe al desopilante trastorno emocional que padece Marisol, la complicada y antipática criatura que encarna la actriz madrileña.

Este largometraje angustioso, en parte terrible y fastidioso, se plantea como un mecanismo para explorar el particular horror de un ser de un temperamento irritante y desconsolado. Por lo tanto, el argumento y el guion que definen las variantes y contradictorias modalidades psicológicas que atraviesa Marisol es un cebo de alto voltaje para cualquier actriz que desee sondear el lado oscuro de una mujer tan inclemente como vulnerable.

La película narra la pérdida de control de una entrenadora de gimnasia rítmica de reputado prestigio que prepara, con rigor tiránico, a una de sus mejores atletas, Angélica (María Netavrovana), para el campeonato del mundo. Esta preparadora rígida, inflexible y arrogante trabaja única y exclusivamente para el triunfo. Solo le vale ganar. No conoce el vocablo fracaso. Sus valores deportivos se concentran en ser la mejor. Por lo tanto, se compite para ganar.

Este bosquejo de la sinopsis explica la contundencia y amplitud de un personaje que presenta una patología narcisista llena de vanidad y engreimiento. Una capa psicológica que recopila una serie de quebrantos de la personalidad con indiscutible talante caciquil a los que Rueda da rienda suelta para componer un ser despótico y furioso.

A esta tesitura provocadora y molesta, que juzga al personaje como una villana parecida a las brujas de los cuentos infantiles, añade una vertiente más cuando un factor personal e íntimo, relacionado con su matrimonio, colapsa al enterarse de un hecho que la hace añicos. Marisol, mujer de fuerte carácter, intransigente, indomable y áspera, ve perforado su equilibrio de perfección y dominio cuando su marido, Octavio (Ilay Kuselovic), decide levar anclas del domicilio conyugal.

Esta afrenta traidora que indaga en un tema colateral no apuntado, pero sí aludido entre líneas como la posible renuncia a la maternidad en aras del éxito personal, es una vuelta de tuerca más para agrietar a Marisol. Un descenso a los infiernos que genera en Belén Rueda una oportunidad más, si cabe, de mostrar una herida supletoria, casi hecatombe, de su excelente trabajo interpretativo. En esta línea, ni qué decir tiene que Caída libre es un dispositivo muy apetitoso para escarbar en los vericuetos insondables de la mente humana. Sobre todo en el control/descontrol y en las amargas lágrimas de una mujer destrozada en busca de su redención.

El muestrario arrebatado, a la altura de un ogro temible, de Marisol en su camino de encontrarse a sí misma en su faceta humana y despojarse de los elementos (peluca, maquillaje) que le confieren un perfil cruel y repelente, tiene su contrapunto en la figura de Claudia (Irene Escolar), su joven ayudante, una chica que insufla serenidad y aboga por la exigencia a las gimnastas, pero desde el respeto. Este personaje, un cliché, un antídoto, genera simpatía, aunque su rol diseñado para amortiguar el huracán de Marisol es un contrafuerte que todavía hace más desbocada a la protagonista. Hubiese querido escribir algún párrafo sobre su cometido en el argumento, pero su función, bien atendida, es lo que es y ya habrá mejor ocasión para destacar sus virtudes como intérprete, que son bastantes.

Laura Jou, responsable de un trabajo anterior conocido como La vida sin Sara Amat (España, 2017) construye un melodrama turbador en el que está claro que le apasionan los instantes que sacuden, que tienen pegada, y que rehúye de los buenos sentimientos por no considerarlos que sumen, más bien restan.

Tráiler de la película:

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Ficha técnica:

Caída libre ,  España, 2024.

Dirección: Laura Jou
Duración: 90 minutos
Guion: Bernat Vilaplana
Producción: Ejercicios de Equilibrio, Corte y Confección de Películas, Suspense Entertainment, Marrowbone. Productor: J.A. Bayona
Fotografía: Marc Gómez del Moral
Música: Clara Peya
Reparto: Belén Rueda, Irene Escolar, María Netavrovana, Ilay Kurelovic y Manuela Vallés

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