Reseñas de festivales
Carta a un padre
Entre la palabra escrita y la imagen filmada, entre París y Buenos Aires, Edgardo Cozarinsky, cineasta y escritor itinerante, es un punto de intersección que se desplaza sobre los ejes del lenguaje. Por eso es cultor de un arte impuro como lo es el cine. En Carta a un padre, el realizador emprende un viaje a la provincia argentina de Entre Ríos, buscando indicios sobre los rastros de su ya ausente progenitor, hijo de inmigrantes judíos y marinero de la Armada, de quien conserva más objetos heredados que recuerdos compartidos. Uno muy significativo es un seppuku, puñal japonés utilizado para el ritual del harakiri, que trae impresos en su vaina caracteres cuyo significado el cineasta no se atreve del todo a descifrar. Plagas de langostas, epidemias de tifus, las huellas del nazismo siempre impresas en territorio argentino son solo algunos de los fantasmas que invoca el realizador en esta sesión de espiritismo que no teme en agitar las sombras de lo ausente. El temor y consecuente alivio de Cozarinsky por la posibilidad de que su padre, hombre del ejército, se hubiera plegado a las fuerzas represivas en los años de la dictadura, se yergue como lo más cercano a una respuesta en esta búsqueda infructuosa en formato de película-ensayo. Cozarinsky no consigue respuestas y deja que la luz del día termine siendo devorada por la noche para dar por concluido su fracaso. Una manera ideal de acercarse a la obra de este brillante pensador y ensayista cinematográfico, el más importante de los realizadores del underground argentino.
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