Cazafantasmas: imperio helado

La consideración que nos lleva a pensar en el pasado, como si de un momento absolutamente positivo se tratara, se basa, muchas veces, en la voluntad de volver a una situación social en la que las cosas no eran mejores, sino más simples. En otras palabras, es posible que a veces la idea de que “cuándo éramos más jóvenes” funcione simplemente porque no nos dábamos cuenta de los problemas que nos rodeaban. Las guerras, por ejemplo, si vividas como espectadores no les atañen demasiado a niños y adolescentes, ya que poca importancia le dan y muchas distracciones tienen. Lo de antaño, entonces, no siempre representa algo objetivamente mejor, si bien, esto sí, es posible que a veces tenga aquellos elementos estructurales que efectivamente demuestran su superioridad en lo que a lo estético, lo ético o lo que sea, se refiere. Hay que afirmar, si esto todavía no se ha entendido bien, que sí, a veces las cosas eran mejores y a veces, lamentablemente, no. Todo depende de cuestiones que quizás solo podamos entender cuando seamos adultos y ya hayamos ido construyendo nuestras estrategias de análisis de lo que nos rodea. Al fin y al cabo, cuanta más experiencia tenemos más simple va a ser tener una capacidad de juicio más amplia.

Lo problemático de las nuevas entregas de Ghostbusters se sitúa entonces en la necesidad de hacernos revivir el valor intrínsecamente positivo de la primera entrega dentro de una visión que se desarrolla hacia el futuro: se nos abren las puertas de lo venidero sin olvidar la estructura narrativa que hizo que la serie tuviera éxito. Una estrategia, entonces, que denota la dificultad de atrapar a nuevos espectadores y ofrecerles un producto placentero también a los de hace algunas décadas. Algo que sí, efectivamente, se había logrado en la tercera entrega oficial de la serie con aquel Afterlife o Legacy que había funcionado como homenaje y narración divertida. El público, ante esta nueva entrega de 2024, quizás se pregunte si, efectivamente, no hubiera sido suficiente terminar el cuento en 2021, ya que “¿qué más se puede hacer con una estructura muy sencilla que no deja mucho espacio para la innovación?”.

El resultado final de esta nueva aventura no es, nótese, algo negativo, pero sí resulta un poco mediocre o, al menos, no muy interesante. La estructura narrativa de la película tiene sus altibajos, como puede ser cierto caos en las diferentes subtramas que se van desarrollando, si bien la visión no impide divertirse. Y, de hecho, este Empire logra darnos cierta satisfacción como espectadores y nos trata de forma, por lo menos, inteligente. Sin embargo, se nota cierto cansancio, como si la película no hubiera tenido que existir y se la hubiera llevado a la gran pantalla simplemente “porque”, sin que detrás se pudiera vislumbrar aquel mismo respeto que se puede notar en Afterlife. Es una película que existe, de la que simplemente se puede decir que “allí está”, como si su objetivo fuese a ocupar cierto espacio dentro de una voluntad de crear (y volver a crear) cierto apego a la franquicia. Decepcionante, quizás, no por cuestiones fundamentales, no por ser un producto negativo, sino por no lograr ir más allá y darnos algo mejor.

Es que hay que preguntarse si efectivamente tenemos la necesidad (y la voluntad) de exigir más como espectadores. Si el producto que se nos presenta es horrible, esta necesidad tiene sentido, sin embargo, si el producto es apenas suficiente y “se deja ver”, ¿dónde vamos a clavar las piedras que delimitan el borde entre lo aceptable y lo que no? Esta cuarta entrega no es mala, sin embargo no llega a tener la misma bondad artística de su predecesora y, al fin y al cabo, parece tener poca fuerza en lo que a una visión más orgánica de la franquicia se refiere. Es, más sencillamente, algo que parece posible no tener en cuenta dentro de la visión general del mundo de los cazafantasmas. Quizás un día logre tener el mismo respeto de la segunda entrega, la de 1989, poco apreciada por la crítica y hoy en día reconsiderada y aceptada. El tiempo, efectivamente, nos ayuda a veces a tener una perspectiva más ajustada. Por ahora, quizás nos baste ver algo que no es malo, que no es perfecto, que simplemente intenta divertirnos para hacernos revivir aquellos momentos de 1984, logrando solo que nos acordemos de 1989.