Reseñas de festivales
Un chateau en Italie
Coqueteando entre el drama y la comedia, Valeria Bruni-Tedeschi nos cuenta la historia de Louise, una mujer de 43 años, en un momento crítico de su vida. De su familia acomodada solo quedan su madre y su hermano. Los tres deben decidir qué hacer con el castillo que habitan y que no podrán mantener. Su hermano es un enfermo terminal. Ella teme no tener tiempo de engendrar un hijo.
Las situaciones por las que pasa esta mujer madura, ex actriz y enamorada de un joven que no le corresponde, son mostradas con cierta gracia, a través de una historia que se va desenvolviendo predeciblemente. No deja de ser una postal de un mundo nuevo, donde la burguesía industrial y la composición familiar están en decadencia. Una mirada a la Italia moderna, con una crisis que la condena, puesta bajo la lupa, a través de estos seres que se encuentran en una pendiente existencial que los lleva inexorablemente al abismo.
Bruni-Tedeschi ha encontrado una historia que puede resumir el desconcierto por el que pasa Italia, y ha tratado un drama con visos de comedia, obteniendo un fresco agridulce que no logra cuajar, debido a lo irregular de su tratamiento. Hay escenas que están logradas, como las de las reuniones familiares donde se dirime el futuro del caserón que habitan o las conversaciones con su hermano moribundo; pero hay otras que pecan de ingenuidad, como las de los encuentros entre Louise y el joven actor del que está enamorada, que por momentos se vuelven risibles.
Como contraparte de esos seres en decadencia, aparece un amigo fuertemente relacionado con todos los integrantes de la familia, a los que les pide dinero para subsistir y que es rechazado inexorablemente por cada uno de ellos. Sin embargo, parece ser el más sincero y el más desesperado de todo el cuadro de personajes que ofrece Un Chateau en Italie. Excesivo, por momentos caricaturizado, con escasos instantes frente a la cámara, su presencia viene a poner en su lugar a cada uno de los personajes que veníamos conociendo hasta entonces. Seres miserables, egoístas, que no logran quitar el foco de lo que no tendrán, sin pensar en lo que realmente poseen. No se sabe si esto último es lo que ha querido retratar Valeria Bruni-Tedeschi o si se trata solo de un espejismo al tratar de filmar una situación autorreferencial.
Irregular, pero también denuncia hipocrecías, soledades….
Desamor.