Muestras, Festivales y Premios
Ciclo de cine a propósito de la exposición de Richard Hamilton en el Centro de Arte Reina Sofía
El periodo estival en Madrid siempre es refrescante gracias a la habitual estampida vacacional, aunque como reza la popular canción “aquí no hay playa” y el calor seco derrite hasta el asfalto. Consuelo para los que nos quedamos ha sido el poder disfrutar de las dos muestras más importantes hasta la fecha en España sobre el arte pop. Madrid durante unos meses se ha convertido en el epicentro pop #MadridEsPop (http://www.madridespop.es/) gracias a las completísimas exposiciones que ofrecen el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia y el Museo Thyssen-Bornemisza, con la intención de dar a conocer las claves de uno de los fenómenos artísticos más importantes y controvertidos del siglo veinte.
La exposición sobre el trabajo de Richard Hamilton, figura pionera del arte pop que surgió en el Reino Unido, podrá verse hasta mediados de Octubre. Se trata de una ampliación que él mismo realizó en el año 2010 para presentar en el Museo Reina Sofía, a partir de la exposición preexistente en el Tate Modern de Londres.
Richard Hamilton formó parte del Grupo Independiente del Instituto de Arte Contemporáneo de Londres, junto con otros reconocidos artistas como Eduardo Paolozzi o Lawrence Alloway. Juntos crearon las bases del arte pop como una reformulación del arte moderno. Marcel Duchamp, creador de los primeros ready-mades, fue uno de sus grandes referentes. Su obra El gran vidrio se convirtió en todo un reto artístico para Hamilton, hasta lograr la reconstrucción más fiel. Cuando Hamilton viajó a Estados Unidos conoció a otros relevantes artistas pop como Andy Warhol o Roy Lichtenstein, con los que mantenía nexos en común, dentro del conglomerado que forman las diferentes vertientes del arte pop, que en términos generales, se define, en palabras del propio Hamilton, como “popular (diseñado para un publico masivo), pasajero ( solución a corto plazo), desechable( se olvida fácilmente), de bajo coste, producido en masa, joven (dirigido a la juventud), sexy, astuto publicitariamente, encantador y gran negocio”.
El complemento ideal para la exposición sobre la trayectoria de Richard Hamilton es el ciclo de cine elaborado para la ocasión, que logra ampliar y potenciar la óptica del arte pop a través de un recorrido cinematográfico, que cuenta con el prisma de otros artistas con motivaciones y abordajes conceptuales similares a los del artista británico. La muestra, llamada “Seducción y resistencia. En los límites del pop”, establece un diálogo constante con el trabajo de Hamilton, a través de los nexos en común, fruto de un movimiento de características globales, que se hizo extensivo a todas las disciplinas artísticas.
La muestra de cine está dividida en ocho apartados, contemplados como episodios dentro de un recorrido por casi cuatro décadas, que arranca con los últimos coletazos de los años cincuenta, en los que nos adentramosgracias al apartado “La otra Inglaterra: la atracción de la cultura popular”, a través de los documentales de los cineastas del Free Cinema británico Karel Reisz y Tony Richardson. Sus cintas Momma don’t Allow (1956) y We are the Lambeth Boys(1958) muestran su interés por la clase obrera, la vida adolescente y su relación con la música jazzística del momento. En Nice Time (1957), Alain Tanner y Claude Goretta recorren la plaza de Picadilly Circus durante la noche de un fin de semana cualquiera. Este es el reflejo de una época de estabilidad política y bonanza económica, tras la Segunda Guerra Mundial. Esos momentos en los que el capitalismo monopolista ya había tomado fuerza y encauzado sus aguzados mecanismos para taladrar mentes a diestra y siniestra, con la idea que relaciona la felicidad con el consumo. El arte pop encuentra sus bases en la cultura popular, el dadaísmo, el surrealismo y el expresionismo abstracto más culto. Una mezcolanza pensada para llegar al pueblo, que no solo comprendía sus representaciones sobre la vida cotidiana, sino que, además, se sentía en sintonía con ellas por su alto sentido estético, una de las características más importantes de la iconografía pop.
La pasión de Hamilton por la tecnología y la forma en que los medios de transporte habían cambiado la visión del mundo, la plasmó en su muestra “Man Machine and Motion” (1955). Los trabajos recogidos dentro de la sección “El collage de la esfera pública” atienden, de manera contestataria, al uso de la tecnología y los avances científicos como algo sobre lo que reflexionar. La ciencia y los nuevos hallazgos pueden proporcionar un incremento en la calidad de vida, pero también pueden convertirse en arma de doble filo y volverse en contra, al obrar más allá de las pretensiones iniciales. Los cortometrajes de Stan Vanderbeek, Bruce Conner y Arthur Lipsett utilizan el collage para aunar fragmentos del cine más comercial, recortes publicitarios y momentos televisivos, que dan como resultado una coctelera de ideas que abunda en la manipulación política y la carrera espacial como muestra del hito más representativo del gran avance científico de la época.
La sección llamada“La cultura de la abundancia”centra su atención en la importancia de la publicidad y el dominio de la moda. Si Bruce Conner en Marilyn Times Five (1968-1973) ponía en primer término el desnudo femenino y degradaba la visión libidinosa, a través de la repetición sistemática de fragmentos de escenas de una película erótica en low definition, Jean-Luc Godard, en La mujer casada (1964), reflexiona sobre el papel de la mujer a través de la moda, cada vez más omnipresente en el día a día de principios de los años sesenta. Además, también desarrolla la idea sobre la que trabajó Andy Warhol, acerca de la contemplación del hombre como una pieza más del engranaje del mecanismo de producción a gran escala, como un robot más. En la cinta Andy Warhol (1965), de Marie Menkel, incluso el proceso de creación es considerado como una factoría. No en vano, Warhol, como otros artistas pop, ponía de manifiesto la idea de la banalización del medio artístico, que puede ser considerado como una mercancía más, así como el hecho de minusvalorar la autoría, en correlación con los términos de un arte que promueve la apropiación y recontextualización de otras propuestas artísticas.
No es para menos que Andy Warhol, el artista pop más mediático, tenga su propio apartado en este ciclo, denominado “Estrellas, superestrellas y cotidianeidad: la factoría de Andy Warhol”.En él, se destaca el interés del artista por la fama y las figuras más influyentes —sobre todo en el ámbito del cine y la música— y su influencia en la opinión publica, así como la vulnerabilidad de su imagen (algo que Hamilton reflejó, enMy Marilyn y en I’m Dreaming of a White Christmas), pero también, en un sentido inverso, la posibilidad de encumbrar a la categoría de superestrella a personas en el anonimato. Tarzan and Jane Regained… Sort of fue uno de sus primeros films narrativos, que mantiene la iconografía hollywoodense de fondo en contraste con el look más desenfadado de video casero, que contó con la colaboración de Dennis Hopper.
La cara más amable e idealizada de la fama encuentra su contrapunto en Swingeing London (1968-1969). Una serie de fototipias que Hamilton realizó, tras la indignación que sintió a partir de una fotografía publicada en los medios escritos más amarillistas, en la que Mick Jagger y Robert Frasser aparecían esposados dentro de un furgón policial. El apartado “La otra cara de la celebridad” indaga ese otro lado, al recoger dos films con los Rolling Stones como protagonistas. The Rolling Stones Free Concert (Ira Schneider, 1969) es un trágico documento en el que uno de los seguidores de la banda británica muere apuñalado en el concierto que dieron en el festival de Altamont. Inicialmente estaba programada la cinta Cocksucker Blues (Robert Frank, 1973), un diario fílmico del seguimiento sin tapujos de la trastienda de la aclamada banda, cuya comercialización y distribución fue prohibida, debido a que la imagen proyectada nada tenía que ver con la visión naif de una banda de rock. Cuarenta y un años después, no ha podido proyectarse dentro de este ciclo, debido a las exigencias de los representantes legales de los Rolling Stones, que requerían que la película estuviese dentro de un ciclo sobre Robert Frank o que el director estuviese presente durante la proyección. En sustitución, se proyectó la cinta de corte experimental Sympathy for the Devil, que Godard realizó en 1968.
En cuanto al cine de ficción más narrativo, en el apartado dedicado a los hermanos Kuchar se han podido ver las cintas Sins of the Fleshapoids(1965) y Corruption of the Dammed (1965) como muestra del cine más camp. Cineastas prolíficos de un cine irónico, lleno de sátira y parodia sutil, con un estilo lleno de incorrecciones premeditadas, fueron referencia para directores como John Watters y un claro ejemplo de cómo hacer cine con bajo o nulo presupuesto.
Durante la década de los setenta se produjo una intensa necesidad del individuo de desmarcarse de la gran masa y ser diferente. Este impulso vino asociado al movimiento cultural punk, que encontró un claro referente en la vertiente más crítica del arte pop y, más concretamente, en su faceta más reivindicativa, al poner en entredicho las normas sociales. La repercusión del punk tuvo importantes manifestaciones cinematográficas, como refleja el apartado “El punk y las políticas de la música popular”, que de la mano del británico Derek Jarman nos presenta la cinematografía más crítica y gamberra, situada en las antípodas de cualquier convencionalismo. Su segundo largometraje Jubilee (1978) es un viaje en el tiempo que realiza la reina Isabel I hacia los tiempos modernos. La cinta funciona a modo de análisis ácido sobre la sociedad y política británicas contemporáneas, sin dejar nunca el uso de la ironía y el humor negro.
La muestra culmina con la influencia que ha tenido la televisión como instrumento mediático trasmisor de mensajes. Hamilton utilizó este medio para captar con su cámara fotográfica las instantáneas que más le impactaban, relacionadas con la violencia y destrucción, mientras el espectador, al otro lado, se mantiene ajeno, imperturbable. Así creó la serie Ken State, basada en el trabajo sobre la imagen de un estudiante herido por la policía en una protesta. En esta misma línea de pensamiento sobre la manipulación, a través de la televisión, Aldo Tambellini en su Black TV (1968) recoge momentos televisivos, la mayoría con contenido violento y los proyecta de manera simultánea, en dos bloques o pantallas, provocando un auténtico bombardeo.
El Hamilton más abiertamente político lo encontramos en The Citizen, The Subject y The State. En concreto, The Citizen surge a partir de un reportaje televisivo que impresionó a Hamilton sobre de la Protesta Sucia que los presos del ejército de la República Irlandesa (IRA) llevaron a cabo en 1978, cuando se negaron a lavarse y recubrieron las paredes de sus celdas con excrementos. Más tarde vendrían las huelgas de hambre. James Nares, más conocido por su labor pictórica, realizó tres films destacables mientras estuvo vinculado al movimiento transgresor No Wave Cinemade Nueva York, entre las que figura No Japs at My Funeral (1980). Un diálogo mantenido con un miembro que perteneció al IRA, como aproximación al entendimiento de su lucha, en el contexto de las manifestaciones por parte de los presos, a principios de los años ochenta.
Si volvemos sobre los puntos que Hamilton utilizó para definir el arte pop, nos daremos cuenta de que el tiempo le ha quitado la razón en uno de ellos. Más de sesenta años después de su surgimiento, el arte pop se ha consolidado como nunca antes, por lo que en realidad nunca fue un arte desechable. En aquel momento Hamilton dudaba de la sinceridad del arte pop y la necesidad de aclararlo. Hoy en día, esos pequeños recovecos inescrutables siguen siendo objeto de discusión, por tratarse de un arte que se subdivide en muchas facciones, incluso contradictorias entre sí. Sin duda, las exposiciones que pueden verse ahora en Madrid y los ciclos de cine paralelos ayudarán a arrojar luz sobre el arte pop.
Video sobre la exposición: