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Ciencia y ficción. Transformaciones de ensayo y error

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Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y al levantar un poco la cabeza veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo. Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadas ante los ojos.

La metamorfosis, Frank Kafka.

Este arranque repentino y contundente con el que Kafka introducía su relato, La metamorfosis, describe a la perfección el terror que todo ser humano siente ante una mutabilidad corporal sorpresiva e incontrolada. La intencionalidad de dicha transformación escondía una metáfora relacionada con la soledad, la opresión y la marginalidad, enmarcadas en el ámbito personal del autor y, por dispar que pueda parecer, comparte una estrecha conexión con otra de las transformaciones más conocidas en la ficción, recogida por la novela La mosca (George Langelaan), historia que es más conocida por las adaptaciones cinematográficas que sucedieron a la novela. La primera versión, dirigida por  Kurt Neumann en 1958, es la que más fiel se mantiene al texto original. La segunda versión, rodada por David Cronenberg en 1985, rescata la idea inicial del científico que vive obsesionado con los experimentos que está desarrollando, recluido en su laboratorio, al que nadie tiene acceso y donde guarda receloso los resultados secretos que ha conseguido sobre la teletransportación. Esto es algo tan trascendental que tiene el pleno convencimiento de que cambiará los conceptos preestablecidos en el ámbito científico y tendrá una relevancia sobre la humanidad de un calibre inimaginable. Detrás de todo esto solo puede encontrarse un personaje con una ambición descomunal, tan ensimismado en su descubrimiento que su necesidad de recompensa le lleva a precipitarse en la puesta a punto de sus experimentos. Este apresuramiento no solo le hace caer en una mala praxis, sino que le lleva a cometer el error de dar a conocer a la ligera su tan guardada revelación, por la necesidad de reconocimiento, pero también por el anhelo de socializarse tras haber estado casi toda su vida en la burbuja de su laboratorio. Es en este punto donde la película de Cronenberg entronca con otras historias acerca de las mutaciones físicas producidas por errores de laboratorio. Esa visión clásica del científico excéntrico aislado del resto del mundo que un buen día pasa a ser la cobaya de sus propios experimentos, sin ser del todo consciente del peligro que entraña poner en práctica las nuevas claves que ha encontrado. En definitiva, la ciencia contemplada como un arma de doble filo.

la-mosca-1Los hallazgos y descubrimientos pueden ser de gran beneficio para la humanidad, pero, alcanzado un punto, el científico puede llegar a conocer el mecanismo, aunque no la totalidad del fundamento, por lo que cualquier vulneración de estas bases, en el empeño por dar con el filón deseado, puede causar daños irreparables. Aunque este planteamiento es acometido de forma un tanto naif y torpe en La mosca de Cronenberg, solo con hacer un rápido recorrido por su filmografía encontraremos numerosos ejemplos donde las referencias y reflexiones acerca de la ciencia parten desde una concepción que mezcla la tecnología y la filosofía, como partes inseparables de la búsqueda del ser humano. En sus películas, el conocimiento científico aparece como el motor que plantea interrogantes, pero que casi nunca encuentra respuestas absolutas. Nunca se cierra el círculo, siempre hay algo que se escapa.

El máximo interés de La mosca radica en la esencia de la mutación cuando Seth Brundle se da cuenta de que, además de haber conseguido teletransportarse de una cabina a la otra, un elemento inesperado ha alterado el proceso y le ha provocado cambios en su fisonomía. La paulatina metamorfosis que experimenta le hará entrar en un profundo conflicto consigo mismo y con la periodista de la que se ha enamorado. Es este cambio de identidad el centro sobre el que se apoya todo el film y su mayor acierto. Una propuesta minimalista sustentada en una fotografía lúgubre y oscura, clave para el escenario donde tiene lugar la conversión, que cuenta con unos efectos de maquillaje muy creíbles, que, aunque por momentos pueden resultar demasiado cercanos y no recomendables para susceptibilidades fácilmente impresionables, son imprescindibles para adentrarnos por completo en el horror que vive Seth Brundle.

Pero si existe un objetivo científico tan inalcanzable como deseado, es el de interrumpir uno de los principios básicos de la vida: la muerte. Solo un año antes de que David Cronenberg revelara los peligros de la teletransportación y las fusiones entre hombres e insectos, Stuart Gordon dirigía Re-Animator, basándose en algunas de las ideas que se pueden encontrar dentro de la obra Herbert West: Reanimador, escrita por H. P. Lovecraft, donde se incluyen varios cuentos cortos que tratan sobre el peligro de la ciencia cuando se pierde el control sobre ella. La invención de un suero que devuelve la actividad cerebral segundos después de que la muerte se haya producido tiene un efecto nada deseado. La reanimación que se produce mediante el retorno del tejido muerto a la vida convierte a la persona en un auténtico ser con nula capacidad de raciocinio y con el único propósito de devorar carne fresca. En otras palabras, el clásico del zombie o muerto viviente, en un escenario de lucha de egos entre científicos, donde la ética queda, en último término, relegada por la sed de fama y reconocimiento. Como es de esperar, el desbordamiento de los reencarnados trasciende la sala de autopsias, sacando a la luz las rencillas y celos profesionales entre colegas.

resident-evil-1Saltarse las reglas naturales de la vida, queriendo vencer a la muerte, no está al alcance de la tecnología y ciencia humanas, al menos por el momento. Son muchas las películas en las que se trata el deseo de poder desde el conocimiento científico, lo que conduce muchas veces a ensayos infructuosos que conllevan un efecto rebote tan negativo que en algunos casos se llega a poner en peligro la supervivencia de la humanidad. Este efecto, en principio indeseado, también puede emplearse como arma biológica de rápida propagación, en el afán más autodestructivo. Si nos movemos desde Re‑Animator casi veinte años en la línea del tiempo, nos encontramos con un ejemplo que aborda la utilización de partículas biológicas para causar efectos de devastación, en una de las adaptaciones cinematográficas más celebradas de un videojuego. En 2002, Paul W. S. Anderson iniciaba con Resident Evil la que se ha convertido en una de las sagas más rentables sobre muertos vivientes, con un cóctel de intrigas científicas, acción y actividades secretas, que continúa hoy en día, más de una década después.

cartel_28_dias_despuesEse mismo año se estrenaba 28 días después (Danny Boyle, 2002), una propuesta muy novedosa por el soporte digital empleado, que rompía con los esquemas de los muertos vivientes de la vertiente de G. A. Romero. La transformación que causaba el virus, igualmente propagado desde un laboratorio, daba lugar a enloquecidos infectados más veloces que nunca. Ambos films supusieron un relanzamiento de la temática zombies/infectados destinado al consumo masivo, es decir, de estreno en salas comerciales, encabezando así una larguísima lista de cintas que se sucedieron posteriormente.

En Resident Evil, el concepto del laboratorio que veíamos en las películas anteriores ha pasado a ser un gran búnker llamado Umbrella, donde un equipo multidisciplinar formado por cientos de personas, o tal vez miles, trabajan como soporte de múltiples intereses. Sus competencias, tan diferentes como la labor científica de investigación o el que representa la protagonista, Alice (Milla Jovovich), personal de un servicio de inteligencia secreto. El proyecto estrella es la creación de un virus (virus-T) que revive el tejido muerto a la vida. Estamos ante el mismo leitmotiv que veíamos en Re-Animator, pero tanto el contexto de la historia como el abordaje que se plantea son muy diferentes. En Resident Evil la ciencia es un negocio. El material biológico que se tiene entre manos es de una altísima virulencia y peligrosidad, por lo que una mala manipulación o error en el sistema podría ocasionar una pandemia mundial sin precedentes. El miedo a que cualquier error pueda causar un accidente de proporciones incalculables ha llevado a la creación de un sistema complejo y sofisticado que controla cada uno de los engranajes de los que depende para que todo esté en orden. El edificio mismo podría considerarse como un elemento inteligente que opera y toma decisiones sobre los trabajadores y los productos que allí se generan.

resident-evil-2La secuencia con la que abre la película nos pone en situación sobre la tecnología que se maneja y el grado de seguridad bajo el que se trabaja. Asistimos al momento en el que ocurre la propagación del virus y la puesta en marcha de los mecanismos de defensa del edificio, cuya prioridad es que, bajo ningún concepto, exista ningún contacto con el exterior. El edificio pasa a ser una trampa mortal. Sin embargo, el virus se ha propagado tan rápidamente que muchos trabajadores inhalaron las partículas víricas antes de morir. Por otro lado, el servicio secreto de defensa del exterior se pone en marcha para averiguar lo ocurrido. La identidad de Alice es uno de los grandes enigmas que iremos descubriendo a través de las sucesivas partes que integran la saga. Una de las transformaciones más terroríficas e inesperadas es la de los doberman, utilizados como animales de experimentación. Desde Cujo (Lewis Teague, 1983) no se habían visto perros tan aterradores.

Cartel-cube-1997La estética, de tintes futuristas, presupone una sociedad con un nivel tecnológico muy alto. El edificio colmena nos recuerda mucho a la nave de Alien (Ridley Scott, 1979) e incluso a la de 2001: una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968), siempre salvando las distancias, porque, además, el imaginario estético del futuro que se tenía en los años sesenta y setenta poco tiene que ver con el que se maneja en la actualidad. También el entramado laberíntico del lugar y su sistema de defensa (los láseres rebanadores) nos llevan a recordar algunos momentos de Cube (Vincenzo Natali, 1997).

Las películas anteriormente presentadas tratan mutabilidades corporales causadas por un error científico, desde un plano individual, donde la persona en transformación se enfrenta al cambio con plena consciencia de la situación (enfrentándose al rechazo que se causa a sí mismo como a los demás, hasta que acepta el hecho), al plano colectivo donde la mutación se propaga. Ambos casos recaen en la necesidad de reclusión y aislamiento ante el miedo a lo desconocido. Todas ellas son el retrato de la codicia del ser humano al querer traspasar los límites de las leyes inquebrantables de la ciencia y la vida. Jugar a ser inmortales, cuando la condición humana es precisamente la de la mortalidad, conlleva castigos irrevocables.

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4 respuestas a «Ciencia y ficción. Transformaciones de ensayo y error»

  1. En las películas que tratas hay un decho evidente de ciencia que se vuelve ficción para después transformarse en realidad. Las reglas son tan sólidas que encuentran el valor necesario para emularse.
    Excelente artículo.

  2. Excelente artículo! El científico loco y los peligros de la ciencia descontrolada son temáticas muy queridas por el cine fantástico y scf. Podría complementarse con otras cintas recientes: Splice (2010), La piel que habito (2009), The rise of Planet of Apes (2009) entre otras menos interesantes.
    Quisiéramos reproducir este artículo en nuestro sitio: http://www.puerto-de-escape.cl Pues su enfoque y filmes escogidos son afines a nuestro campo de estudio y divulgación.
    Recibe mis felicitaciones!

  3. Muchas gracias R.F y Marcelo Novoa por vuestros comentarios e interés.
    R.F., es cierto que las mejores obras de ciencia ficción son aquellas que fluctuan sutilmente entre una realidad científica con buenos cimientos y la fantasía imposible que la rodea.
    Marcelo, de las películas actuales que destacas, relacionadas con el tema, me quedaría con Splice, donde la criatura a la que dan vida de forma clandestina toma un protagonismo del todo inesperado e incontrolado.Me resulta interesante el vínculo que se crea entre la criatura y los científicos.
    Gracias por querer reproducir mi artículo en vuestra web, estaré encantada si al final lo publicáis.Solo que conste la fuente original.
    De nuevo, muchas gracias,
    un saludo,
    África.

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