Especial aniversario
Cinco destellos
01 Solo ante el peligro
Era la película favorita de mi padre. Toda una lección moral: haz lo que debas, aunque te asuste. La primera vez la vimos juntos en el cine de nuestro barrio, en Madrid, en una sesión gratuita a la que invitaron a todos los vecinos. A mitad de la película descubrimos por qué: interrumpieron la proyección para hacer la presentación de una lavadora. Mi padre protestó, indignado. Como otras veces, se quedó solo ante el peligro.
02 Un anoche en la ópera
Coreografiar la locura. Desafiar las convenciones del cine y la ley de la gravedad. Felicidad total. En la universidad, con el grupo de cinéfilos, la reprodujimos fielmente en un cuarto de escobas. Éramos unos quince. Yo estaba enamorado de la chica que hacía de manicura, pero me tocó hacer de fontanero, así que no me cogió la mano.
03 Pulp Fiction
Para mí la cumbre del talento de Tarantino es esta película y esta escena. ¿Quién, bailando con unas copas de más, no ha hecho alguna vez la uve con los dedos y la ha pasado por delante de sus ojos? La canción es You never can tell, de Chuck Berry. Curioso que una canción compuesta en la cárcel proporcione esa sensación de libertad. El insistente estribillo en francés “C’est la vie!” y su despreocupado fatalismo dan un toque elegante a la escena (Tarantino decía que la canción aportaba un toque nouvelle vague, pero tampoco hay que pasarse).
04 In the Mood for Love
Hipnótica, extraña, sofisticada, incluso un poquito pedante, la magia de esta película es difícil de explicar. Maggie Cheung con sus imposibles peinados, sus vestidos de cuello de cisne, su interpretación engañosamente lánguida. Y Tony Leung, lo más parecido a un Bogart chino que se pueda imaginar. Se habla a veces de “intérpretes en estado de gracia”, pero ¿quién consigue que entren en ese estado? Sin duda, Kar-Wai lo consiguió.
05 Cold War
Zula está cantando Two Hearts. La canción es el tercer protagonista de la película y vemos su historia desarrollarse al hilo de la historia de amor de Zula y Wiktor. La vemos nacer cantada por una campesina, una de tantas pequeñas canciones desconocidas que la gente canta en su pueblo. La vemos crecer, interpretada a dúo en el escenario con un potente coro acompañándola. La vemos viajar hasta París, donde se transforma en un precioso tema de jazz y donde la voz de Zula, que en esos años también se ha transformado, le permite mostrar toda su belleza.