Reseñas de festivales
Coherence
James Ward Byrkit presentaba la película advirtiendo que nos enfrentábamos a un puzzle compuesto por piezas que podrían encajar de una u otra manera, al gusto del consumidor, ya que no hay un solo modo de entenderla. Obviamente, el «coherence» del título es pura ironía. Como ganadora a la película con mejor guión en el Festival de Sitges, este film es un buen ejemplo de la idea de que no son necesarios artificios ni efectos visuales si se parte de una premisa llamativa que sepa desarrollarse decentemente y no caiga en facilidades ni licencias demasiado desorbitadas y que además cuente con una dirección de actores y una narrativa solvente. Dicho así podría parecer algo básico y fácil de llevar a cabo, pero lo cierto es que en la práctica, no lo es tanto, ya que no es tan común encontrar cintas que reúnan todo esto.
Todo comienza con una cena con amigos durante la noche en que un cometa pasará muy próximo a la Tierra. Sus consecuencias no se saben pero los antecedentes ocurridos a principio de siglo no auguran nada bueno. En aquel entonces, tras el paso del cometa, se dieron casos de personas desorientadas que no podían reconocer ni a su propia familia. La cena comienza y, pese a algunos fallos con los teléfonos móviles, parece que la noche será tranquila. Pero pronto las cosas empezarán a enrarecerse hasta cotas insospechadas. A la incertidumbre y la tensión creadas tras el primer apagón de luz se suman a las pequeñas desavenencias que existen entre ellos.
Coherence funciona en la misma medida en que Primer y ahora Upstream Color (Shane Carruth) lo han hecho. Ciencia ficción de bajo presupuesto con un guión muy sugerente que cede al espectador lo mejor que le puede ofrecer: la libertad de crear su propia interpretación.