Contracampo

Tomando el nombre de una revista de los años 50, editada por docentes y alumnos de la Universidad Nacional de La Plata, este grupo de directores, productores, críticos y trabajadores del cine que se reconocen como público formado por el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, reunidos en defensa del cine argentino, dicen en su manifiesto: “Contracampo es una acción política que busca abrir una plataforma de discusión frente a la amenaza que pesa sobre la libertad de expresión, la radicalidad estética, el federalismo cinematográfico y la autonomía del Festival”. Sostienen que no pretenden ocupar el lugar del Festival, sino ofrecer una pantalla para el cine argentino en un momento en que el contexto político es hostil para el cine nacional.

Así, del 22 al 26 de noviembre, con sala llena, la pantalla del Teatro Enrique Carreras ofreció treinta y siete películas argentinas contemporáneas de las distintas provincias del país, más un ciclo clásico armado por el docente e investigador Fernando Martín Peña y el responsable del Cineclub Dynamo, Carlos Muller, con la intención de llamar la atención sobre la difusión y conservación del cine argentino. Insistimos, su función no fue boicotear el Festival, sino darle visibilidad a aquellas películas que verían imposibilitada su proyección debido a la mirada cerrada de las autoridades del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), organizador el Festival oficial.

La oferta de resistencia vino de la mano de realizadores reconocidos internacionalmente, como Martín Rejtman, con El repartidor está en camino, ganador del Premio Eurimages 2020, donde la cámara sigue a una comunidad de inmigrantes venezolanos que buscan su sustento como repartidores a domicilio en su recorrido por una ciudad intransitable, mientras la población vivía retenida en sus hogares. Solo qu3r3mos un poco de amor es la última película de Raúl Perrone, que una vez más se hunde en el barro para contar historias conmovedoras, bellamente filmadas, donde la violencia predomina, aunque siempre hay un haz de poesía que ilumina a las personas que la sufren. El aroma del pasto recién cortado (Celina Murga) coloca a un hombre y a una mujer descubriendo un nuevo amor en situaciones paralelas, sin que ninguno imagine las consecuencias cuando se descubran a través de las redes sociales sus aventuras. Simón de la montaña (Federico Luis), la historia de un joven que no sabe hacer casi nada y en su deambular aparentemente sin sentido radica la fascinación que ejerció sobre el jurado de Cannes, que le entregó el Premio a Mejor Película de La Semana de la Crítica. Algo nuevo, algo viejo, algo prestado (Hernán Rosselli), una historia apoyada en videos caseros para contar la historia de dos mujeres levantadoras de apuestas que, una vez muerto el padre, descubren una familia paralela y el desenlace se resuelve como en la mafia, pero del Conurbano Bonaerense.

La programación fue extensa, contó con realizadores de distintos rincones del país y sumó, entre otros, los siguientes títulos: Ecos de Xinjiang (Pablo Martín Weber), Senda India (Daniela Seggiaro), Popular tradición de esta tierra (Mariano Llinás), Una temporada en la frontera (Ile Dell Unti), Los Incrédulos (Máximo Ciambella y Damián Coluccio), Después, la niebla (Martín Sappia), Las formas de la invención (Maia Navas), Corazón embalsamado (Julieta Seco), ¡Homofobia! (Goyo Anchou), El niño oscuro (Mercedes Arias y Martín Farina), Ciclón fantasma (Diana Cardini), Materia vibrante (Pablo Martín), La Balandra (Matías Lima) Sombras en el cielo (Juan Berend) Cuando las nubes esconden la sombra (José Luis Torres Leiva) Breve cielo (David José Kohon) Cristalmente (Sebastián Ayerra), A la vuelta de la Torre 37 (Luis Molina), Cañón de riego (Luciana Herrera y Lucas González) El niño oscuro (Martín Farina y Mercedes Arias) Vida céntrica (Rodrigo Moreno y Bruno Dubner) Sombra grande (Maximiliano Schonfeld) Un plan maestro (Mario Bocchicchio) Insomnio doméstico (Verónica Balduzzi) La amante de la luz (Lucía Torres Minoldo), Edad de Piedra, Edad de Agua (Juan Renau), Dormir con los ojos abiertos (Nele Wohlatz), Valentina (Manuel Romero), Popular tradición de esta tierra (Mariano Llinás), Fire Supply (Lucía Seles), Ulysses plebeyo (César González), Monólogo colectivo (Jessica Sarah Rinland), Cuarentena  (Carlos Echeverría) y Un susto (Federico Morlio).

En los pocos días que sostuvo su acción, Contracampo cumplió con su cometido: demostrar, a través de una programación de calidad con funciones colmadas y aplausos finales, su oposición a la política de vaciamiento del INCAA en detrimento del cine nacional. Con críticas a las administraciones anteriores, no dejan de afirmar que en este momento se ha llegado a un punto inédito, donde la producción argentina irá desapareciendo. Y en el caso del Festival de Mar del Plata, la administración del INCAA desarticuló un equipo de programadores idóneos que venían dándole brillo al evento, además de subir los precios de las entradas a niveles que el espectador fiel no pudo sostener durante los diez días que duró el Festival.

El festival paralelo completó la programación una serie de actividades especiales en formato de mesas de discusión diarias sobre diferentes temas que preocupan a su colectivo, centrados en las preguntas que se cuestionaban: “¿Qué cine, qué INCAA y qué festival deseamos para el país? ¿De qué manera podría y debería cultivarse la educación cinematográfica, la preservación, el fomento, la difusión y la exhibición, tanto comerciales como alternativas?”. La propuesta fue totalmente pertinente e inclusiva, donde estuvieron invitados los directores del Festival, así como toda la comunidad cinematográfica. El apoyo que recibió fue por su calidad artística, su oferta económica y la reacción corporativa a una política de estado que pretende hundir al cine nacional, mientras este le dice que sigue, más que nunca, vivo.