Investigamos
Crisis británica de fines del siglo veinte
– Ey, ¿quién gana?
– Jaque mate.
– Jaque mate, ¿qué quiere decir?
– Que siempre pierdes, hagas lo que hagas.
– La historia de mi vida.
Fiona (Juliet Bates) y Gerry (Venn Tracey) en La cuadrilla (The Navigators, 2001, Ken Loach)
En 2013, Ken Loach presentó en el Festival Internacional de Berlín su documental El espíritu del 45 (The Spirit of ’45). Con esta obra, el prestigioso y prolífico director explica la necesidad que siempre lo caracterizó: el hacer películas con una marca particular de realismo socialista británico.
Este documental recorre la historia de Inglaterra del siglo veinte, desde los tiempos de extrema pobreza entre las dos guerras, hasta fines del gobierno de Margaret Thatcher en los años noventa. Los relatos, sobre todo los que rememoran épocas más distantes, son expuestos por ciudadanos comunes. Enfermeras, mineros o simplemente gente elegida por el director, que nos cuentan con gran sentimiento anécdotas que los han marcado, como por ejemplo situaciones de extrema pobreza.
En general, las vivencias son expuestas por personas en su tercera edad. Es inevitable pensar cómo en estos tiempos estamos perdiendo la oportunidad de hablar con la gente que vivió momentos tan cruciales de la historia mundial: la Segunda Guerra Mundial y el proceso de reorganización de posguerra.
El documental comienza y termina con una clara imagen de la inmensa alegría que sintió el pueblo inglés en 1945, al finalizar el conflicto armado. Se palpa la esperanza, la ilusión y sobre todo la energía que surgió en el pueblo inglés luego de haber derrotado al nazismo. La idea que los unía era el sentimiento de poder lograr cualquier cosa, siempre y cuando trabajaran en equipo. La misma escena del comienzo, aparece coloreada hace el final, transmitiendo aún más esa alegría del 45. Las heridas de la Segunda Guerra Mundial son profundas, y cierta gente que toma la palabra en el documental recuerda aún cómo los hospitales repletos de civiles y niños eran bombardeados.
Las imágenes de Inglaterra posteriores a la Primera Guerra Mundial, con cientos de ex combatientes desocupados pidiendo ayuda en la calle también se querían evitar en el futuro. Las clases trabajadoras en los años treinta denunciaban que la riqueza no estaba bien distribuida, Inglaterra era un país para ricos. Un hombre cuenta cómo él tenía que compartir una cama llena de insectos con cinco de sus ocho hermanos, mientras Gran Bretaña era considerada una potencia mundial por la cantidad de colonias que tenía. Estos niños no contaban con zapatos, comían siempre pan con mermelada, sus padres debían empeñar cualquier ahorro familiar y hasta perdían a sus hermanos (la mortalidad infantil entre los dos y cuatro años era muy alta).
Se explica muy bien la cadena de razonamiento que deriva en la idea más pura y sencilla del socialismo: uno para todos y todos para uno. Si hay recursos de todo tipo distribuidos por el mundo, ¿por qué no podemos organizarnos para distribuir esos recursos entre todos? Si se pudo organizar una fuerza de trabajo monumental y multinacional para la guerra, ¿por qué no se puede lograr para la paz?
El partido de los trabajadores (Labour Party) derrotó al partido conservador representado por Churchill, en el año 1945. Esta victoria es recordada en los testimonios del documental como una fiesta entre la gente, a los mineros se les caían las lágrimas de la emoción.
La primera necesidad de la que se encarga el Partido Socialista es el de proveer viviendas dignas para todos. Los ex combatientes de la Segunda Guerra querían formar una familia, tener un trabajo y una vida tranquila. Teniendo en cuenta la destrucción que sufrieron algunas ciudades durante la guerra, la oferta de vivienda era escasa. También realizan reformas para proveer mejor educación y nacionalizar la industria.
En 1948 se nacionaliza el transporte, evitando así los interminables litigios entre las diversas compañías privadas. En 1947 se nacionalizan las minas, brindando mejores condiciones de trabajo a los mineros: jornadas de trabajo limitadas y mayor seguridad. En 1948 la electricidad pasa a manos del estado y en 1949 se nacionaliza el gas.
Con este mismo espíritu se crea el sistema de salud público británico, el NHS (National Health Service). En 1948 entró en vigencia, encargándose de proveer servicios de salud a todos los residentes del territorio inglés. El sustento económico de este organismo proviene de los impuestos de todos los ciudadanos. En tiempos anteriores, los médicos trabajaban de forma independiente, y podían cobrar impunemente precios altísimos. Abundan los relatos emocionantes sobre la creación del NHS en El espíritu del 45, vidas que se salvan por lograr una atención en un hospital, o personas maduras que se hacían un par de anteojos por primera vez en su vida.
Para Ken Loach los relatos y reflexiones sobre el espíritu inglés de posguerra son tan sólo una introducción, para que podamos medir las consecuencias nefastas de las medidas capitalistas de privatización tomadas en el gobierno de Margaret Thatcher. El modelo de gobierno capitalista exigía que no hubiera ningún control del estado sobre la economía. La Dama de Hierro asume su puesto de primer ministro en 1979. Su filosofía política y las medidas económicas que tomó se basaron principalmente en la desregulación del sector financiero, la flexibilidad del mercado laboral, la privatización de las compañías que pertenecían al Estado y la reducción del poder e influencia de los sindicatos.
Durante este período se tomó la decisión de cerrar minas, de vender el transporte público y otros servicios que proveía el Estado. En 1984 hubo una baja de salarios y una larga huelga de los mineros. En los años siguientes se privatizan British Telecom, British Aerospace, Rolls Royce, British Airways, el gas, las minas de acero, el agua y la electricidad, entre otros. En 1983, Gran Bretaña contaba con 183 minas; en 1994, tan sólo con 15.
Este reciente capítulo de la historia ha dejado heridas aún abiertas en el pueblo inglés. Tanto es así que durante los años noventa y principios de 2000, diversos cineastas llevaron a la pantalla grande historias de vidas durante este período crítico. Los protagonistas se encuentran inmersos en una gran crisis económica y social. Se desdibujan los roles, y las familias que pierden todo deben rearmar sus vidas.
En 1991, tan sólo un año después de la renuncia de Margaret Thatcher como primer ministro, Ken Loach estrena Riff-Raff. Es la historia de Stevie (Robert Carlyle) y de su novia Susan (Emer McCourt), que nos da un crudo pantallazo de la vida de dos jóvenes en esos tiempos difíciles ingleses. Susan es cantante y no logra conseguir trabajo, tiene depresiones recurrentes y se refugia en drogas fuertes. Stevie trabaja como constructor, pero la paga es muy baja, las condiciones de seguridad son nefastas y puede quedarse en la calle de un momento al otro, simplemente por el mal humor de su supervisor.
Como no puede pagar el alquiler, las opciones son vivir en la calle o en una vivienda tomada. Los diálogos entre los constructores que trabajan con Stevie son el elemento que tiene Loach para transmitirnos algunas estadísticas. En 1990, millones de personas se encontraban sin una vivienda. De los tres millones y medio de ingleses sin trabajo, 250.000 eran trabajadores de la construcción. Los hombres que intentan conseguir un contrato laboral van a Londres, pero son de todas partes del país, principalmente de Liverpool o de Yorkshire. También hay extranjeros, muchos de ellos, africanos, y se palpa en los trabajadores ingleses un rechazo. Es un racismo que podría ser originado por el resentimiento que provoca la falta de puestos de trabajo.
En los conflictos laborales que enfrenta Stevie se nota la pérdida de poder de los sindicatos, característica importante del gobierno de Thatcher. Las condiciones en el entorno de trabajo son muy malas, y no hay nadie que pueda defender o hablar en nombre de los obreros como un gremio.
Stevie es un hombre áspero y duro, que no se detiene y lucha en busca de su supervivencia. Está tan poco acostumbrado a las muestras de cariño, que se desarma cuando su novia le festeja el cumpleaños. Un muy buen retrato, ingenioso y completo para darnos una idea de cómo era afectada la sociedad inglesa en los años noventa.
En 1996 se estrena Tocando el viento (Brassed Off, Mark Herman, Reino Unido / EUA), tercer largometraje del director que luego se haría más conocido con el drama El niño con el pijama de rayas (The Boy in the Striped Pajamas, 2008, Reino Unido / EUA).
La prestigiosa banda de vientos de Grimley Main Colliery, una mina de carbón ubicada en Yorkshire, al norte de Inglaterra, se prepara para una gran competencia nacional cuya final se realizará en el Royal Albert Hall de Londres. Mientras tanto, se llevan a cabo discusiones sobre el cierre definitivo de la mina. De una forma muy delicada pero también punzante, el film nos muestra cómo estos cambios económicos y sociales, como es el cierre de una mina, influyen negativamente en todos los habitantes del pueblo. El núcleo familiar se ve afectado por la falta de trabajo, los matrimonios entran en conflicto, los hijos sufren, y el caos surge en lo que antes era armonía.
Las injusticias laborales suelen ser más difíciles de aceptar para los mineros. Al tratarse de un trabajo insalubre es inevitable pensar que los mineros dejan la vida en ello. Las secuelas en el cuerpo son grandes luego de ininterrumpidos años de servicio.
La música, bellísima, interpretada por la banda, acompaña una serie de imágenes cotidianas, por ejemplo cuando los mineros entran por la mañana a trabajar. Al Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo, al cual llaman cariñosamente orange juice, lo interpretan de forma sublime cuando reciben a uno de sus personajes, Gloria (Tara Fitzgerald).
La crítica al gobierno es muy fuerte, uno de los roles más conmovedores es el de Phil (Stephen Tompkinson), hijo del líder de la banda, Danny, interpretado por Pete Postlethwaite. Phil pierde su trabajo, su casa y luego de muchas disputas su mujer lo abandona llevándose a los hijos. En los momentos en que puede, Phil se disfraza de payaso y anima fiestas infantiles. En una de ellas, organizada por la comunidad eclesiástica, Phil se quiebra frente de los niños y se enoja con Dios. Le recrimina que permita que Margaret Tatcher esté viva y denuncia que su gobierno ha destruido la industria, su comunidad y su vida.
Otro punto interesante del film de Mark Herman es presentarnos un personaje lleno de impotencia ante los cambios sociales que gente más poderosa ha decidido. Gloria cree tener a su cargo la creación de un informe que le permitiría salvar a la mina de Grimley, por la cual tiene un cariño especial. Poco tiempo después se entera que la decisión de cerrar la mina se había tomado mucho tiempo atrás, y su informe es totalmente inútil.
En 1977, Petter Cattaneo estrena una película emblemática, que todos recordamos como un icono de los noventa: Full Monty (The Full Monty). Su acierto fue principalmente la elección del elenco, ya que contar con Robert Carlyle, Tom Wilkinson y Mark Addy es un lujo bastante envidiable.
La crítica sobre la realidad socio-económica de Inglaterra no es tan fuerte como la que vemos en las otras películas mencionadas, pero tiene algunas sutilezas ingeniosas que vale la pena rescatar.
Es la primera película que plantea que los hombres deprimidos por la crisis británica sienten que les han quitado su masculinidad. Históricamente, el hombre se encargaba de proveer el sustento económico del hogar, saliendo de su casa en busca de provisiones. En estos tiempos caóticos, el hombre se ve privado de cumplir con ese rol, quedando desocupado y confundido.
Seis hombres de paro recuperan su autoestima, animándose a bailar como strippers. La energía que logran establecer entre ellos les permite salir adelante, incluso en casos donde han querido quitarse la vida. De la misma forma que en el film más reciente de Ken Loach, Buscando a Eric (Looking for Eric, 2009), se indaga sobre la compleja amistad masculina. Con un tono muy cómico y entretenido, Petter Cattaneo nos deja pensando sobre los sentimientos de estos hombres a los que une la crisis, sin importar la generación a la cual pertenezcan.
En 2000, Stephen Daldry, talentoso director de Las horas (The Hours, 2002) y de El lector (The Reader, 2008), nos traslada a Everington, condado de Durham, de la mano de Billy Elliot. Billy es un chico de once años que descubre su pasión por el ballet. Le toca atravesar obstáculos e historias difíciles y emotivas, pero para el espíritu de este artículo, el personaje principal del film es su padre Jackie Elliot (interpretado por Gary Lewis).
Jackie es un minero que decide junto a su hijo mayor permanecer en huelga hasta lograr mejores condiciones de trabajo. Se opone inicialmente a que su hijo menor practique danzas clásicas, pero luego de verlo bailar entiende que es la única esperanza en su vida. Luego de la pérdida de su esposa y del trabajo, se siente abatido y no le encuentra sentido a su existencia. Es un hombre sencillo que jamás salió de su pueblo, y se arriesga a todo con tal de cumplir el sueño de Billy.
La música desde ya, pero también la fotografía, son de un gran nivel. En la primera escena de los títulos, Billy baila, saltando en la cama. Al ritmo de la música se van mostrando distintas partes de su cuerpo: ojos, manos, piernas, brazos, hasta terminar en un plano de cuerpo entero con el cual ya queda todo dicho sobre lo que siente este niño al bailar.
Para cerrar el tema de manera circular con un film de Ken Loach, propongo La cuadrilla (The Navigators, 2001). De todas las mencionadas con anterioridad, esta película es la que mejor explica el proceso de privatización de las empresas estatales. A los empleados les cambian las normas de un día para el otro, de una forma tan drástica que llega a la ridiculez. Cuando estos empleados se resisten o intentan atenerse a las directivas, terminan siendo despedidos, ya sea por reducción de personal o por cierre definitivo de la compañía adquirida.
El film es duro, cuando nos pone en la piel de trabajadores, con más de diez años de experiencia en el mantenimiento de las vías de ferrocarril, que se quedan sin opción de trabajo. En el caso que consigan otro, las condiciones no se pueden comparar: sin vacaciones pagas, sin seguro médico, sin días pagos por enfermedad, sin continuidad, etcétera. Todas estas condiciones se suman a que de por sí se trata de un trabajo peligroso, y el hecho de incorporar gente no experimentada aumenta el riesgo de accidentes.
Los niveles de presión a los que llegan estos hombres son demasiado altos, haciéndolos tomar decisiones equivocadas que pueden derivar en consecuencias nefastas.
Le idea de este texto fue exponer un claro ejemplo en el cual el cine nos puede enseñar historia de una forma muy entretenida y eficaz. No es la misma forma que la del material escrito, que por lo general nos sitúa a una distancia mucho mayor de los hechos. El cine nos enseña la historia que construyen las personas, con sus situaciones particulares de desesperación, abatimiento, depresión, pero también con esperanza, tratando de encontrar momentos que compensen para poder sobrellevar las profundas crisis sociales y económicas.
Excelente crónica de los hechos políticos y sociales que el capitalismo ha puesto en práctica en tantos países.
Una excelente exposición sobre cine político británico. No me había dado cuenta de que existían tantas películas relacionadas con el declive de la clase obrera tras la llegada al poder de Margaret Thatcher. Creo que ahora es un buen momento para volver a verlas.