Festivales
Crónica del Festival de Cine de Sevilla
El Festival de Cine de Sevilla es capaz de perpetrar un discurso tan denso como prácticamente inabarcable, de una calidad extraordinaria, sobre cuestiones que abarcan el pasado más reciente del continente, el exilio, los campos de exterminio u otras cuestiones de actualidad como la que planea en la película de Bertrand Bonello, Nocturama, y en la que el director muestra la irracionalidad de cualquier terrorista.
Intentar abarcar en una crónica todo lo que ha dado de sí el Festival puede llegar a convertirse casi en un acto suicida. Atendiendo a la calidad de las propuestas, habría que hablar extensamente de la mayor parte de ellas. Ha congregado filmes de cineastas tan diferentes entre sí, como Oliver Assayas, Philipe Grandrieux, Albert Serra, Sergei Loznitsa, Rithy Panh o Paul Vecchiali, varios de ellos, casos extremos en cuanto a la concepción del cine y, sin embargo, capaces de convivir en la misma parrilla de programación. Se pone así de manifiesto el fuerte componente de heterogeneidad del Festival, sin que suponga la pérdida de una intensa personalidad, manteniendo también su fortaleza basada en esa filosofía orientada hacia la necesidad de mostrar un cine de autor rico en ideas, como átomos del Festival, que le dan una forma irreductible, unas más platónicas, por esa forma abstracta e inalcanzable que muestran, cuyo máximo exponente es el cortometraje Limbo, de la directora griega Konstantina Kotzamani, y otras más aristotélicas, por esa forma material de la que se encuentran revestidas (Paul Vecchiali).
La capacidad del Festival no solo se reduce a la selección de propuestas, se hace extensiva a las actividades paralelas, como han sido los encuentros con diferentes directores en distintos puntos de la ciudad, mesas redondas o todas las actividades encaminadas a favorecer en la industria la materialización de proyectos con diferentes áreas de debate. Sin embargo, una de las grandes noticias que ha dejado esta edición del Festival fue la que se hizo pública al término de la lectura del Palmarés, tras anunciarse que la ciudad de Sevilla acogerá la Gala de los premios de la European Film Academy en 2018, lo que hicieron público Antonio Muñoz (Hábitat Urbano), Mike Downey (Vicepresidente de EFA) y José Luis Cienfuegos (Director del Festival de Cine Europeo de Sevilla).
En cuanto al Palmarés de esta edición, encontramos que la excentricidad de Ma Loute, de Bruno Dumont, ganadora del Giraldillo de Oro, se encuentra alineada, de alguna forma, con la ganadora del Premio a la Mejor Dirección, Staying Vertical, de Alain Guiraudie, las cuales vendrían a equilibrarse con la serenidad y el carácter religioso de Mimosas, de Oliver Laxe, a quien hemos entrevistado, Premio Especial del Jurado y Mención Especial al Mejor Sonido y Montaje, una de las mejores y más fascinantes películas vistas este año. Los premios a Mejor Guion y al Mejor Actor, que fueron para Les Fils de Joseph, de Eugène Green, vinieron a reconocer el trabajo de resonancias bíblicas, estrenado en la sección Forum del Festival de Cine de Berlín 2016, de este director nacido en Estados Unidos, pero de nacionalidad francesa, donde se encuentra afincado.
En cuanto al Palmarés, es una lástima que deba quedar forzosamente olvidada, al encontrarse fuera de competición, la fascinante obra de arte de Albert Serra, La muerte de Luis XIV. Serra sigue instalado en ese nicho de originalidad, dando continuidad a la deconstrucción de mitos, haciendo uso de la misma metodología de rodaje que en sus anteriores filmes. Sin embargo, el rigor que ha debido mantener en este proyecto, dice Serra en la entrevista que hemos realizado, que le ha impedido incluir más locuras de las que ya de por sí consiguió agregar. La mejor película de la presente edición del Festival de Cine de Sevilla.
¿Qué tienen que ver entre sí propuestas como Exile, de Rithy Panh, y Correspondencias, de Rita Azevedo Gomes? Resulta que hay detrás de ellas una forma de indagar en la memoria, además de tratarse de películas directamente vinculadas con el exilio, hermanadas con otras propuestas que han recorrido diversos festivales este mismo año, como son Istirahatlah kata-kata (Solo, Solitude), de Anggi Noen Yosep, o Le Moulin, de Huang Ya-Li.
O, por ejemplo, de la misma forma, ¿qué tienen en común películas como Les Fils de Joseph, de Eugène Green, Los mutantes, de Gabriel Azorín, o Mister Universo, de Tizza Covi y Rainer Frimmel? En todas se atisba la idea de la necesidad de búsqueda de referentes. La extraordinaria Mister Universo muestra, desde un punto de vista teñido de cierta superstición, la búsqueda de alguien que ha hecho antes lo que el protagonista pretende hacer ahora. Esto no es, ni más ni menos, que el inicio de una ruta de aprendizaje. Pasar por donde otros han pasado antes, buscar el conocimiento que estos atesoran. Los mutantes pone sobre la mesa, directamente, el tema del aprendizaje, usando como excusa una escuela de cine y a través de cuyo relato, Gabriel Azorín, a quien hemos entrevistado, ha sido capaz de recoger uno de los momentos más bellos del festival, un momento lleno de lucidez, por el que el cine trasciende sus propias fronteras. La necesidad de referentes es la principal idea que planea sobre Les Fils de Joseph, de Eugène Green. Una búsqueda, cuyo origen parte de la orfandad, de la ausencia de la figura del padre, para terminar mostrando resonancias bíblicas, utilizando para ello un cuadro de Caravaggio (El sacrificio de Abraham).
Imprescindible es destacar la película de Salomé Lamas, El Dorado XXI, que tiene uno de los planos del Festival y del año. Un plano fijo de cerca de una hora, con el que arranca la película y la eleva a esa categoría inmaterial, platónica, al concentrar en el mismo la historia de un municipio.
Asimismo, Sergei Loznitsa presentó Austerlitz, su nuevo documental después de The Incident, que también se proyectó el año pasado en este mismo Festival. Con esta nueva obra, Loznitsa pone de manifiesto la degradación sufrida por el ser humano, capaz de convertir campos de concentración y exterminio en algo similar a parques de atracción. ¿Qué puede llevar a alguien a hacerse un selfie con un horno crematorio detrás?
El cine español tuvo también una importante y fascinante presencia, con películas y directores que se revelan como imprescindibles. David Macián, Antonio Morales y, por supuesto, Gabriel Azorín o Elena López Riera, a quien también hemos entrevistado, y cuyo cortometraje apela a cierta violencia implícita en el acto de amar, igual que la película Malgré la nuit, de Philippe Grandrieux. Otros directores sobresalientes han sido Enrique Baró Ubach, que con la hermosísima La película de nuestra vida alcanza otra de las cimas del Festival, o Pablo Llorca, que cuenta con una extensa obra a sus espaldas.
Decía el filósofo, que la mayor declaración de amor es la que no se hace. Días color naranja, de Pablo Llorca parece hacer suya esta máxima, poniéndola en liza a través de una sencilla, hermosa historia de amor, que le sirve también para hablar de lo efímero y fugaz de las relaciones.
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