Investigamos
Cuando vuelvas a mi lado durante la tormenta de hielo, las vírgenes suicidas nos contarán los secretos del corazón
Las relaciones familiares han sido una constante en el séptimo arte y se han abordado desde los más diversos géneros cinematográficos, si bien el drama parece ofrecer un campo privilegiado para esta temática. No es, por supuesto, el único género que se acerca al tema de la familia, e incluso ha habido directores, como Woody Allen, que lo han tratado tanto desde la comedia como desde el drama. Pensemos, si no, en títulos como Annie Hall (1977), Interiores (Interiors, 1978), Manhattan (1979), Hannah y sus hermanas (Hannah and Her Sisters, 1986), Días de radio (Radio Days, 1987) o Delitos y faltas (Crimes and Misdemeanors, 1989), por citar solo algunas de sus películas más conocidas de los años setenta y ochenta.
Lo cierto es que la familia, como grupo humano básico, resulta fundamental para el proceso de personalización que vive todo individuo hasta que se convierte en un miembro más de la sociedad. Es cierto que el concepto de familia tradicional se encuentra desde hace tiempo en permanente revisión, pero eso no ha debilitado, ni mucho menos, el papel clave que ha de jugar la familia dentro de la sociedad. Aunque uno no elige ni a sus padres ni a sus hermanos, estos ocuparán un importante lugar en la vida de todo individuo, sobre todo en los primeros años de su vida.
Cuando se propuso el tema de la familia como la línea argumental que podía articular el Investigamos de este primer número de 2015 de El espectador imaginario, inmediatamente pensé en cuatro películas en las que el tema de la familia resultaba fundamental y se abordaba desde una perspectiva relativamente afín. Solamente después, al reflexionar sobre los cuatro largometrajes con cuyos títulos he jugado a la hora de referirme a este artículo, percibí que todas se estrenaron entre 1997 y 1999: Secretos del corazón llegó a las salas en marzo de 1997; La tormenta de hielo (The Ice Storm)se presentó en Cannes en mayo de 1997; en el mismo festival, pero dos años después, se pudo ver Las vírgenes suicidas (The Virgin Suicides); y, por último, Cuando vuelvas a mi lado se estrenó en España en octubre de 1999.
No sé si estos títulos comparten muchos elementos en común, además de ser dramas ambientados en el núcleo familiar, pero en mi memoria de espectador sí forman parte de un mismo todo. Comparten, eso sí, la condición de haber sido dirigidos por grandes realizadores: Ang Lee, Montxo Armendáriz, Gracia Querejeta y Sofia Coppola.
En La tormenta de hielo, Ang Lee diseccionaba la sociedad estadounidense de los años setenta a través de la adaptación de la novela homónima de Rick Moody. El guion, obra de James Schamus, colaborador habitual de Lee, fue galardonado en Cannes. Con un reparto excepcional encabezado por Kevin Kline, Joan Allen, Sigourney Weaver y Jamey Sheridan, Lee ofrece un retrato implacable de una burguesía acomodada pero carente de valores. Durante el fin de semana de Acción de Gracias de 1973, los Hood y los Carver ponen al descubierto sus miserias emocionales en mitad de la tormenta de hielo más dura que ha habido en los últimos treinta años en New Canaan, una ciudad dormitorio de Nueva York.
La hipocresía y la doble moral de los progenitores contrastan con el relato iniciático que viven sus hijos, encarnados por los entonces emergentes Tobey Maguire, Christina Ricci y Elijah Wood. De hecho, la perspectiva que ofrece la película es fundamentalmente la de los adolescentes, que se encuentran perdidos en un mundo sin destino y sin recompensa. Hay una escena demoledora en la que Ben Hood (Kline) trata de contarle sus problemas a su amante, Janey Carver (Weaver), y esta le responde que para escuchar problemas ya tiene a su marido. Lee no muestra el más mínimo atisbo de simpatía o misericordia por estos personajes, irremediablemente condenados a la infelicidad y al hastío, pero le interesan más los jóvenes, especialmente el personaje interpretado por Tobey Maguire (Paul Hood), con el que el espectador sí consigue empatizar.
Aunque supone una digresión dentro del camino que hemos trazado, en 1997 se estrenó otra película en la que una atmósfera gélida podía leerse como una trasposición del estado interior de los personajes. Se trata de la primera película dirigida por Alan Rickman, El invitado de invierno (The Winter Guest), en la que asistimos a un auténtico duelo interpretativo entre Emma Thompson y Phyllida Law, su madre dentro y fuera de la pantalla. En el caso de El invitado de invierno, lo que tenemos es el relato de una pérdida y cómo vive el personaje de Emma Thompson esa experiencia, que termina por destruirla.
El segundo hito de nuestro recorrido es una película española, Secretos del corazón, escrita y dirigida por Montxo Armendáriz y producida por Imanol Uribe y Andrés Santana. Es, también, un relato de iniciación, una suerte de bildungsroman, en el que asistimos al descubrimiento del mundo y del pasado familiar. Javi (Andoni Erburu) es un niño de nueve años pasa las vacaciones con su hermano Juan (Álvaro Nagore) en un pueblo de montaña, pero allí hay una habitación que permanece siempre cerrada, aquella en la que encontraron muerto a su padre. Carmelo Gómez, Charo López, Silvia Munt y Vicky Peña completan un magnífico reparto que nos reconcilia con nuestra propia infancia y con nuestras familias, a pesar de sus defectos, a pesar de sus miserias, a pesar de sus fracasos… La película fue un gran éxito para el cine español y llegó a estar nominada al Oscar a la mejor película de habla no inglesa.
También Cuando vuelvas a mi lado recupera ese pasado oculto que aparece en Secretos del corazón. En su tercer largometraje como directora, tras Una estación de paso (1992) y El último viaje de Robert Rylands (1996), Gracia Querejeta rodó un guion escrito por ella misma, por su padre, Elías Querejeta, y por el cineasta Manuel Gutiérrez Aragón. La muerte de la madre reúne a tres hermanas a las que la vida había separado, Gloria (Mercedes Sampietro), Ana (Adriana Ozores) y Lidia (Rosa Mariscal). La última voluntad de la madre sirve como pretexto argumental para reconstruir su vida, alternando la narración del presente con la del pasado. Las tres hermanas emprenden un viaje que las llevará desde Madrid hasta su Galicia natal. La gran enseñanza de Cuando vuelvas a mi lado es que, para vivir el presente sin rencores ni remordimientos, debemos reconciliarnos con nuestro pasado y aceptar quiénes somos. La tía Rafaela (Julieta Serrano) es el personaje que consigue enlazar el presente de las tres hermanas con el pasado de sus padres, interpretados en flashback por Marta Belaustegui y Jorge Perugorría.
Cerramos este artículo con Las vírgenes suicidas, el primer (y deslumbrante) largometraje de Sofia Coppola, que adaptó una novela de Jeffrey Eugenides publicada por primera vez en 1993. La historia comienza con una voz en off, la de Trip Fontaine (Michael Paré/Josh Hartnett), que recuerda el suicidio de las cinco hermanas Lisbon: Cecilia (Hanna Hall), Lux (Kirsten Dunst), Bonnie (Chelse Swain), Mary (A. J. Cook) y Therese (Leslie Hayman). El relato se remonta a un cuarto de siglo antes, en los años setenta, y se ambienta en Michigan. Nadie en el barrio se explicaba cómo el matrimonio formado por el profesor de matemáticas Ronald Lisbon (James Woods) y su esposa (Kathleen Turner), una fanática religiosa, podía haber engendrado a unas criaturas tan hermosas.
Las vírgenes suicidas tiene mucho de relato iniciático, pero con una lectura desconcertante y turbadora, ya que asistimos a la muerte por suicidio de todas y cada una de las hermanas Lisbon. No hay explicación aparente, exceptuando la educación asfixiante y castradora que han recibido en su casa. Aunque Sofia Coppola ha crecido mucho como cineasta, Las vírgenes suicidas supuso un debut brillante. No es una película perfecta, desde luego, pero sí tiene un planteamiento novedoso e interesante, y adapta una de las novelas norteamericanas más importantes de las últimas décadas.
Toda familia tiene un pasado, toda familia esconde un secreto, todos debemos aprender a convivir con nuestras miserias y a aceptar las imperfecciones de nuestros parientes. De hecho, uno de los momentos más duros en la vida de todo niño es aquel en que descubre que sus progenitores no son perfectos ni superhéroes, sino personas de carne y hueso que pueden tener sus momentos de depresión, de fallo, de caída… La familia, al cabo.
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