Críticas
Víctimas
Dirty God
Sacha Polak. Holanda, 2019.
Jade es una joven que está en proceso de recuperación. Su novio o exnovio tuvo la “ocurrencia” de tirarle ácido a la cara por sentirse ninguneado sexualmente. Jade ha pasado por distintas operaciones, ha sentido el sufrimiento en su propia carne, lamentablemente nunca mejor dicho, y está a punto de salir del hospital. De momento, la medicina no puede hacer nada más por ella. Hay que esperar y observar la forma en la que las cicatrices evolucionan. Pero el hecho es que nuestra protagonista, con veinte años, ha quedado desfigurada. Tiene una hija pequeña que incluso arranca a llorar cuando se asusta al ver su rostro. Jade se siente una deformidad andante, circunstancia que le es muy difícil de soportar. Aunque salga con amigos, se vaya de juerga, baile en la discoteca, trasnoche, se emborrache…
Estamos ante la primera película rodada en inglés de la directora neerlandesa Sacha Polak. No es la primera vez, en su trayectoria cinematográfica, por la que apuesta con una mujer para ocupar el papel central. Al respecto, podemos citar Hemel (2012) o Zurich (2015). Con Dirty God, nos acerca de una forma muy notable a las consecuencias que acarrea la violencia machista cuando la víctima no es asesinada, pero queda señalada de por vida. Y no es precisamente agradable, prometemos que no. Las marcas que deja en muchas de las víctimas son tan profundas que pueden llegar a considerar, como Jade, que su dios es diferente al de los demás. Se trata de un “dios sucio”, como adelanta el título del filme. Para mostrarnos todo ello, Sacha Polak se vale de una puesta en escena de elevados contrastes, con recurso a oscuridades si la escena lo precisa y desde una perspectiva que cierra espacios, intensificando la emoción y la fuerza de sucesos y sentimientos.
A lo largo del largometraje transitaremos por un camino en el que no se pasará por alto madres que van a lo suyo, amigas con las mismas inclinaciones o conocidos que señalan a la sufrida protagonista como animal repulsivo. Y Jade, avergonzada y disconforme, necesita más, quiere mejorar, precisa soluciones en sus cicatrices. Para ella es impensable que su vida se detenga en ese instante. Y mientras su desesperación va evolucionando, seguimos compungidos una batalla, incluso una guerra entera contra la deformidad física y su consiguiente reflejo síquico. El espectador se va a enfrentar ante un drama social y personal que proyecta escasas salidas, demasiado escasas.
Por otra lado, Dirty God parte de un excelente guion y contiene acertadas interpretaciones. Sobre todas, destaca la de Vicky Knight como Jade, una actriz no profesional que sufrió personalmente quemaduras en su infancia. La encontramos inmensa dentro de esa joven que sufre sin recursos, sin apoyos, sin nada de nada. Y además, no cesa de luchar. En la veintena, ¿quién se conforma con lo que tiene? Y si además estamos hablando de lesiones físicas que profesionales de la medicina, más o menos complacientes, consideran reversibles o cuanto menos mejorables: ¿qué cabe esperar? ¿hundimiento o combate? ¿ostracismo o visibilidad? ¿conformismo o perseverancia?
Jade inicia una trayectoria abrupta que, dentro de la desconfianza general, le llevará a una maduración personal hasta que consiga abrir los ojos frente a su mejor amiga, frente a su novio y frente a sus esperanzas. Llega un momento en el que se hace imprescindible tocar con valentía la sucia realidad y asentarse en tierra. Resulta complicado lograr la salida al laberinto en el que se puede sumergir una persona a la búsqueda de lo que el tiempo y la brutalidad ajena ya se llevó. Y caer en la cuenta de la importancia en hallar la belleza interna no resulta nada sencillo. Con maestría, el espectador es llevado por Sacha Polak en ese camino, con tal astucia, que se consigue su empatía ante los sufrimientos de Jade, personaje al que acompañaremos con emotividad mientras intenta afrontar y superar traumas. Y ante todo, nos ahogaremos en su inmensa soledad.
Por supuesto, no vamos a dejar pasar la ocasión de volver a subrayar, hay que hacerlo tantas veces como sea necesario, la sinvergonzonería y vileza de ciertos hombres que se sienten superiores a sus compañeras, que pretenden plena pleitesía por parte de las mismas porque sí, porque son machos, porque son más fuertes físicamente, porque el destino, la historia y las religiones así creen que lo han decidido. Con Dirty God estamos ante un gran testimonio ficcional que bien podría haberse basado en hechos reales, seguro que sí, estamos convencidos de que en demasiados. Nos enfrentamos ante el espanto de la violencia machista, en este caso dirigido hacia lo que nos hace más visibles y diferentes como seres humanos, un ataque directo contra el rostro de una fémina, con la infame intención de dejarla marcada para la eternidad. Precisamente, en este mismo número de la revista hemos analizado otra película en la que aparece una nueva víctima facial de otro macho asesino y deleznable. Nos referimos a la extraordinaria obra de Fritz Lang, Los sobornados (The Big Heat, 1953).
Siguiendo con aciertos de la película de Sacha Polak, debemos destacar esa exhibición acerca de las relaciones que se pueden establecer virtualmente. Unos contactos sexuales que se muestran tan oscuros como los existentes en el mundo real. Las redes como sustitutos de lo verídico fuera de ellas y como único clavo al que agarrarse ante la descomposición vital. Frente a las nauseabundas reacciones de ciertas personas que rodean a Jade por su deformidad facial, qué mejor salida que la opacidad que proporcionan los encuentros en Internet, con magníficas plataformas para esconder aquello que no se desea exhibir. En un universo en el que parece que solo cuentan las apariencias, las salidas que otorgan estos otros mundos se erigen en verdaderos teatros del camuflaje y tribunas tambaleantes a la búsqueda de consuelo.
Jade busca, trabaja, quiere y además, se siente abandonada, manipulada, incomprendida… Jade, con una cría a la que le gustaría poder atender… Jade, en una lucha rodeada de aprovechados y obtusos… Jade debe crecer, crecer y seguir creciendo. Los traumas pueden hundir, en la mayoría de casos lo hacen, pero también es posible que sirvan de lanzamiento para alejarse de aquello que no interesa e indagar en el propio camino. Para buscar, buscar y seguir buscando.
Tráiler:
Ficha técnica:
Dirty God , Holanda, 2019.Dirección: Sacha Polak
Duración: 104 minutos
Guion: Susie Farrell, Sacha Polak
Producción: Co-production Países Bajos (Holanda)-Reino Unido-Bélgica-Irlanda; A Private View, Emu Films, Viking Film
Fotografía: Ruben Impens
Música: Rutger Reinders
Reparto: Vicky Knight, Katherine Kelly, Rebecca Stone, Bluey Robinson, Dana Marienci, Eliza Brady-Girard