Distancia de rescate

Distancia de rescate (2021) marca el regreso de la realizadora peruana Claudia Llosa al cine en su idioma, después del gran éxito de su cinta nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera La teta asustada (2009) y su incursión en inglés con No llores, vuela (Aloft, 2014). Cuando estaba terminando de leer la novela homónima de la escritora argentina Samanta Schewblin, supo que ese sería su próximo largometraje, y para su fortuna fue la elegida entre diferentes propuestas, principalmente por su sensibilidad y su enfoque adecuado a un libro nominado al prestigioso premio Man Booker. El resultado habla por sí solo: una cinta de suspenso, llena de tensión y muy envolvente, que recoge con fidelidad la historia original y la engrandece.

La película cuenta la llegada de Amanda (María Valverde) a una población rural en Argentina para descansar con su hija, Nina (Guillermina Sorribes Liotta). Casi de inmediato conoce a Carola (Dolores Fonzi), con quien de inmediato establecen una amistad y una tensión sexual latente, hasta que ella le cuenta lo que sucedió con su hijo, David (Emilio Vodanovich), y que él ya no es el mismo desde que enfermó y lo llevó a “la casa verde,” ya su hijo no es “suyo”… Y de repente, Nina cae enferma, y Amanda también…

Pero así no es como conocemos a estas mujeres, la cinta empieza con Amanda siendo arrastrada por un oscuro pantano mientras una voz en off, que no es otro que David, le repite que debe entender qué es lo importante. El uso de diferentes tiempos viene directamente de la novela, donde la estructura fue establecida para generar la tensión y el suspenso que lentamente se va resolviendo, solo para crear más e irnos involucrando en la historia de estas dos amigas y el hilo que las une con sus respectivos hijos.

La “distancia de rescate” se refiere al espacio que existe una mujer, en este caso es Amanda, y su hija, para poder reaccionar si algo le pasara a su hija. Esa distancia se va ampliando cuando conoce a Carola, quien asegura que ha perdido a su único hijo. Una mujer con ese hilo materno cortado y otra jugando a probar la elasticidad de su conexión, que puede llegar a ahogar si no se tiene medida. Son diferentes visiones de la maternidad donde sobresale el miedo, el pensamiento de toda madre de que lo peor pueda pasarle a su hijo y la realidad que vive una mujer que siente que desconoce al suyo.

Esta tensión está fortalecida por las grandes interpretaciones de María Valverde y Dolores Fonzi, dos reconocidas actrices que logran encarnar a estos dos personajes y hacernos sentir sus miedos, sus dudas, sus emociones. Todo se debe al trabajo de Llosa como libretista junto a Schweblin, quienes estuvieron durante un año trabajando por Zoom para darle forma a la versión cinematográfica de esta novela y transformarlo en algo visual, con la misma potencia que tiene su fuente original.

Eso lo logra apoyada en el trabajo del director de fotografía Oscar Faura e integrando a la naturaleza como otro protagonista más, en planos donde podemos apreciar campos de trigo y pantanos que no se encuentran ya en las grandes ciudades, otro universo, limpio de la contaminación humana, o eso parece. El campo tiene su belleza, su voz propia, su mensaje para transmitir y su historia por contar, dando cierto aire de terror con ayuda de la música por parte de Natalie Holt.

Todos los elementos para crear esta atmósfera están fríamente calculados, medidos y estudiados para no dejar que el espectador se desconecte de la pantalla. Este ambiente de misterio es uno de los mayores logros en esta adaptación, no se sabe en quién creer, quién dice la verdad, qué es un sueño o si todo es una alucinación, un “sueño de fiebre”, como fue traducido el título al inglés (Fever dream). ¿Será esa una pista para la explicación de todo el conflicto?

La cinta suena enredada, pero realmente no lo es. La narración no lineal aporta para fortalecer el misterio y mezclar las diversas temáticas que atraviesan la película: la maternidad, el instinto, la amistad, la sobreprotección del amor, el miedo a lo desconocido, la contaminación ambiental, las creencias populares… Por eso Llosa fue la directora ideal para esta adaptación, no solo es mujer y madre, estas temáticas las ha tratado en su filmografía con éxito y maestría. Las cosas y situaciones se sugieren, no se dan por sentadas.

Y también están los diálogos: poéticos, precisos, metafóricos. Y también están los silencios, las contemplaciones, las miradas… Y todo, en esta combinación audiovisual, funcionan de una gran manera. Y al final todo se resuelve y nos deja esa extraña sensación de un terror que deja esa trama que ha mantenido al espectador al borde de su silla, o de su cama, con esa resolución de conflictos que genera más dudas y más conflictos, que deja la cabeza pensando y con ganas de escribir, leer o buscar más sobre esta historia, o leer (o releer) la novela original. Eso es lo que hacen las buenas películas y a las que afortunadamente hoy podemos acceder con un click de Netflix.

Al cierre de este artículo, el filme se encontraba entre las posibilidades para representar a Chile en la categoría de Mejor Película Internacional en los premios Oscar de 2022.

Trailer: