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Douglas Sirk, un maestro del melodrama
Su nombre original es Claus Detlef Sierck, nació en 1900 en Hamburgo, Alemania. Si bien dirigió comedias, westerns y películas de guerra, fue más conocido por sus complicados melodramas familiares que mostraban una terrible guerra emocional debajo de la fachada de una vida burguesa aparentemente complaciente en los Estados Unidos, en la década de 1950.
Se formó en Filosofía y Arte, en destacadas universidades de Alemania. Luego fue designado como director artístico de varios teatros en Bremen y Leipzig, donde puso en escena obras de Molière, Büchner, Strindberg, Brecht y otros.
En 1934 recibió una oferta de la UFA que le permitió hacer nueve largometrajes en tan solo tres años.
La llegada del nazismo al poder lo empujó a salir de Alemania con su esposa de origen judío, por lo que en 1937 emigró a Francia y Holanda, donde también logró trabajar en cine.
En 1939, la compañía Warner Brothers lo contrató para hacer una nueva versión de una de sus películas alemanas, proyecto que no se terminó de concretar, pero que le sirvió de excusa para instalarse en Estados Unidos. Allí trabajó como escritor y también logró enrolarse en algunas producciones independientes de bajo presupuesto.
En 1954, con Magnífica Obsesión (Magnificent Obsession) empezó a consolidar su reputación como cineasta de primer nivel. En esta película inició la colaboración con Jane Wyman, que logró una nominación al Premio de la Academia como mejor actriz, y con Rock Hudson, quien se convirtió aquí en una gran estrella. Un año más tarde, repitió este elenco exitoso en Solo el cielo lo sabe (Todo lo que el cielo nos dejó / All that Heaven Allows), que logró una gran aceptación del público, a pesar del crítico retrato que hacía de la sociedad americana.
Pocos años más tarde, realizó Escrito sobre el viento (Written on the Wind, 1956), con la que Dorothy Malone ganó el Oscar a la mejor actriz de reparto por su actuación como una mujer sexualmente desinhibida que odia a su familia adinerada.
En 1959, dirigió su última película americana que para muchos es su obra más lograda, Imitación a la vida (Imitation of Life).
Ese mismo año, con la excusa de una enfermedad, dejó Hollywood e hizo de Suiza su principal lugar de residencia hasta su muerte, en 1987. Durante la década de 1960 volvió a estar activo en el teatro alemán y hasta fines de la década de 1970 enseñó en la Academia de Cine y Televisión de Munich.
Si bien sus películas no fueron tan valoradas por los críticos en su momento, a pesar de la aceptación de público que cosechaba, el paso del tiempo permitió su redescubrimiento hasta lograr convertirlo en un director de culto. Es así que cineastas, como Godard, Fassbinder y Almodóvar, le rindieron explícito tributo, reconociendo su influencia en sus propias creaciones.
Las obras de Sirk se aprecian por el manejo de la iluminación y el color, en las que aplicó su profundo conocimiento de la pintura y el arte, pero sobre todo destacan por su gran capacidad para la dirección de actores.
Aunque algunas de sus películas abordan la crítica social, pretendió reflexionar sobre la infelicidad, desarrollando personajes que se sienten vacíos y buscan, desesperadamente, el amor y la comprensión, elementos característicos del melodrama.