Libros:
Drew Struzan: Oeuvre
Título: Drew Struzan: Oeuvre
Autor/es: Drew Struzan, Dylan Struzan
Editorial: Titan Books.
Año: 2011
La emoción que supone el acto de acercarse a una obra nace de la supuesta experiencia final que la obra misma nos presentaría en su fruición. Se establece así una conexión primaria en el movimiento que nos lleva de los bordes del primer contacto hasta la penetración completa que llevamos a cabo con el uso de la obra, un uso que puede ser visual, oral o hasta de otras tipologías (culinario, por ejemplo, o interactivo, como en el caso de los videojuegos). Esta relación entre objeto consumido y consumidor, entendida aquí sin ningún tipo de crítica social o cultural, manifestaría la voluntad de atracción que tiene que sustentarse en la dirección unívoca del acto de compra, si bien esta univocidad se transforma en un diálogo bidireccional cuando el consumidor mismo decide producir un juicio sobre el objeto que se le está ofreciendo. Sin embargo, la cuestión del juicio ex-post no bastaría para explicar la arquitectura que se instaura en la creación de la voluntad misma de acercarse al producto: superamos aquí el simple acto de relación directa y entramos abierta y claramente en el ámbito de lo publicitario, de la construcción del sentimiento de interés por algo del que, normalmente, poco sabemos.
La obra de Drew Struzan se sitúa así en los bordes del objeto vendido (o a vender), frontera que nos pide que la crucemos para sumergirnos en la experiencia directa de la película. El juego que nace de los pósteres del autor, de todas formas, va más allá del simple elemento de venta, ya que el concepto de experiencia al que nos envía ya crea su mismo microcosmos en el cual la belleza estética logra atraer nuestros ojos y regalarnos un sentimiento de apreciación óptica. Si de capturar la atención se trata, de hecho, este objetivo no solo llega a su justa concreción, sino que, en la estructura visual que se nos presenta podemos ver aumentar el cargo del elemento “espectador”, que nos permite acceder a un nivel más alto de la experiencia fílmica total. Los carteles de Struzan, en palabras más llanas, no solo nos invitan a que accedamos a la experiencia del filme, sino que son ellos mismos ya de por sí una experiencia global.
La capacidad de capturar la esencia de un filme reverbera así en la creación de una estructura visual cuya influencia estética sobre nosotros aumenta el carácter de atracción de la película misma. Se desarrolla, en la bidimensionalidad de los carteles, una tercera dimensión que abre paso a una cuarta (la del tiempo) permitiendo a las imágenes fijas acceder a una profundidad tal que traspasa los bordes en los que se encuentran cerradas; el resultado final, más allá de la simple habilidad artística (en el sentido de producir imágenes), es un ulterior discurso con el público quien, en la abertura de los ojos sobre estos lienzos, llega a tener una experiencia más alta de toda la estructura de la que está llena la película que se está promocionando. Y, cosa quizás de carácter aún más profundo, el juego de atracción en el contexto ante estalla en una sensación de curiosidad que después se convierte en la rememoración post de aquellas sensaciones que la película misma nos había concedido. Del texto ya hemos pasado al hipertexto.