Críticas
Cuando la película supera al libro
Dumplin’
Otros títulos: Dumplin': una revolución en tacones.
Anne Fletcher. EUA, 2018.
As far as I’m concerned, a swimsuit body is a body with a swimsuit on.
Willowdean Dickson, en Dumplin’
Muchas productoras creen que tienen un éxito entre manos cuando compran los derechos de un libro y lo transforman en una película. Ese no es el caso de la novela de la escritora Julie Murphy, de 2015, que se convirtió en Dumplin’, de la actriz y directora Anne Fletcher. Un libro largo e innecesario resultó en un filme corto y directo, que tiene claro a lo que va y lo hace sin rodeos. Este es uno de esos raros ejemplos donde la película supera al libro.
Willowdean Dickson (Danielle Macdonald) es una niña obesa que vive en Clover City, un pequeño pueblo al sur de Estados Unidos. Comparte la casa con su mamá Rosie (Jennifer Aniston) y su tía Lucy (Hilliary Begley), con la que siempre se ha identificado y quien ha sido su verdadera figura materna: Lucy es obesa como Willowdean, mejor conocida como Will, y totalmente opuesta a su hermana Rosie, una ex-reina del famoso concurso “Miss Teen Bluebonnet” que se realiza en el pueblo.
La muerte de Lucy ha dejado en Will un vacío inmenso y el eterno amor por la famosa cantante de música country Dolly Parton, algo que ha compartido con su única amiga, Ellen (Odeya Rush), desde que se conocieron cuando niñas. Cuando está sacando las pertenencias de su tía, Will encuentra el formulario para el famoso concurso de belleza que Rosie ganó. Lucy nunca fue capaz de presentarse, entonces será Willowdean quien se inscriba en ese concurso, por su amor a Lucy y como una protesta a Rosie, quien es la directora del famoso reinado que alguna vez ganó.
Hannah (Bex Taylor-Klaus) y Millie (Maddie Baillio) complementan el cuarteto de chicas á la Chicas pesadas (Mean Girls, 2004) que se inscriben en el concurso, dispuestas a cambiar su mundo para bien o, al menos, eso esperan. Millie es otra adolescente con sobrepeso que no reacciona a las bromas pesadas que le hacen, contrario a Willowdean, que reacciona con violencia y rabia. Hannah es la cuota LGBTI de la película, que cae en el cliché que funciona en este tipo de película. Y el amor también está presente: Bo (Luke Benward) es el cocinero del restaurante en el que trabaja Will y que está enamorado de ella, así nadie se lo crea. Este romance es más creíble que en el libro, sus notorias diferencias físicas y el «amor imposible» entre dos personas tan opuestas le da a la historia el toque de cuento de hadas que funciona para el público al que va dirigida.
Visualmente, la paleta de colores vivos para el reinado contrasta con los colores verde/azul que abundan en la casa de la familia Dickson, excepto en el cuarto que han creado como un tributo a Dolly Parton, cuya música acompaña la historia y a la protagonista constantemente, dándole mucha vida a las secuencias y un subtexto gracias a la letra de las canciones, seleccionadas entre los grandes éxitos de la cantante y sus más de 3000 temas. Todos los elementos funcionan de manera armónica, pero especialmente la adaptación de las temáticas a la pantalla grande.
El guion, adaptado por Kristin Hahn en su debut cinematográfico, se concentra en el sobrepeso que tanto avergüenza a Willowdean, un tema que le da fuerza a la historia y empatía a la película, mucho más expuesto y directo que en el libro, que fue criticado por la falta de body positivity o positividad corporal, el movimiento social para empoderar a hombres y mujeres con cuerpos diferentes a los de modelos de revistas (es decir, más del 90% de la humanidad).
Acá el mensaje es claro, y lo dice Will sin titubear: “En lo que a mí respecta, un ‘cuerpo de traje de baño’ es un cuerpo con un traje de baño puesto”. Un mensaje sencillo pero directo al punto, algo que se ve poco en la cinematografía, precisamente porque mujeres (y hombres) como Danielle Macdonald no se ven protagonizando muy seguido. Además, se explotan momentos que fueron desaprovechados en la fuente original: la secuencia en el bar de drag queens, donde hacen un homenaje a Dolly Parton –¿quién más sino ella?– es un recurso desperdiciado en el libro y está mucho mejor armado en el filme, más inspirador para la protagonista y mucho más emocionante.
El casting fue muy bien seleccionado: los opuestos entre las chicas obesas y las flacas a morir tienen su dinámica divertida, el bullying de colegio que hemos visto antes está presente y se acrecienta cuando Rosie llama a su hija “dumplin’” (o pastelito, en español), sin verle ningún problema. Acá, Aniston es el nombre más destacado del cartel y funciona como la mujer encerrada en su triunfo como reina en 1991 y que vive de su relativa fama en todos los pueblos cercanos, siempre juzgando a su hija por no ser como ella. Y al final, cada uno es como quiere ser.
Esta es una película de domingo en la tarde, sin más pretensiones que divertir y transmitir un mensaje sobre la imagen personal, la confianza y lo mucho que puede afectar lo que opinen los demás. Un punto medio entre Pequeña Miss Sunshine (Litte Miss Sunshine, 2006) y Precious (2009), con un final un poco diferente al esperado y una historia mucho mejor que el libro que la inspiró —incluyendo los clichés de la comedia adolescente— y con una banda sonora rebosante de clásicos de Dolly Parton, incluyendo “Girl in the movies”, canción con la que fue nominada al Globo de Oro a Mejor Canción Original en 2019.
Trailer:
Ficha técnica:
Dumplin’ / Dumplin': una revolución en tacones , EUA, 2018.Dirección: Anne Fletcher
Duración: 110 minutos
Guion: Kristin Hahn
Producción: Jennifer Aniston, Mohamed AlRafi, Michael Costigan, Kristin Hahn, Trish Hofmann
Fotografía: Elliot Davis
Música: Jake Monaco
Reparto: Danielle Macdonald, Jennifer Aniston, Odeya Rush, Maddie Baillio, Bex Taylor-Klaus, Luke Benward, Hilliary Begley