Críticas

La náusea

El almuerzo desnudo

Otros títulos: Almuerzo al desnudo, Festín desnudo.

The Naked Lunch. David Cronenberg. Canadá, Reino Unido, 1991.

El acto de escribir, de transformar el pensamiento abstracto en una forma concreta de carácter visual a través de la unión de tinta negra y papel, es, en definitiva, una serie de movimientos en los que las dos realidades, la mental y la de nuestro mundo físico (en el sentido newtoniano), se encuentran para abrir paso a una conexión entre ellas. Se supone que quien escribe toma como punto de partida la voluntad de expresar algo, una expresión que se dirige hacia un público con el cual, efectivamente, se quiere crear un diálogo que traspasa los bordes de la temporalidad y de la geografía; no se trata, en el primer caso, solo de la distancia que se crea entre los siglos, sino también aquel microcosmo que separa el acto mismo de la creación con el de la lectura pública, acto que puede abarcar tan solo unos minutos como, más comúnmente, unos meses o pocos años. Escribir es entonces el producto de una voluntad de narrar unos hechos, reales o ficticios, con los cuales proponer al público una clave de interpretación del mundo real o tan solo permitirle gozar del simple objetivo estético. Afirmamos, obviamente, que escribir puede ser también una necesidad no narrativa, como pueden ser los ensayos, sin embargo, en su vertiente más literaria, todas estas producciones forman parte de una red interpersonal que fluye entre el receptor y el creador, lo cual manifiesta, como siempre, un carácter comunicativo.

En el caso de The Naked Lunch, el rol del escritor, rol social, representa la necesidad por parte del autor original de querer profundizar el valor artístico y psicológico del acto mismo de escribir. Basada en el libro del autor estadounidense William Burroughs, la película nos lleva a aquel mundo desconocido y extradimensional (se entiende aquí fuera de nuestra dimensión cultural y social) que representa la necesidad de escapar de un contexto en el que no logramos encajar directamente. Metáfora también de la bisexualidad del autor así como de sus aventuras homosexuales, actos estos de un descubrimiento del yo que pone en marcha una serie de análisis sobre el significado de las relaciones físicas y mentales (dentro y fuera de la pareja, por supuesto). El concepto biológico de sexualidad, entonces, se inyecta en el acto mismo de la escritura y lleva a una corporeidad de los engranajes de esta profesión hasta el punto de manifestar una sensación visual de náusea absoluta.

Escribir es también dejarse llevar por una serie de voluntades que se esconden en la psique misma, una necesidad genética que se compara a la explosión sexual y erótica del juego que precede al orgasmo. Sin embargo, si de necesidad hablamos, quizás esta pueda verse conectada al problema de la adicción a las drogas y a la esclavitud que brota de esta relación entre el reconocimiento del daño físico y mental, y la (loca) búsqueda de placer que estos productos nos proponen con sus paraísos artificiales. El juego que se desarrolla con la presencia de un área geográfica irreal, metáfora de un África del Norte plagada por la facilidad de encontrar substancias alucinógenas, nos lleva así a que se nos facilite la entrada a un mundo cuya estructura social y cultural interna crea una diálogo superficialmente indescifrable con nuestra misma realidad. No es tanto una cuestión de qué es verdad y de qué es falsedad, sino de cómo poder interpretar las imágenes y los diálogos para que, con la clave correcta, se nos abra antes nuestros ojos el acceso a los significados profundos.

Novela imposible de llevar a la gran pantalla, The Naked Lunch representa un juego entre Cronenberg y Burroughs, un juego en el cual lo indescifrable se transforma en la materia fundamental con la que entablar un discurso narrativo de carácter, sobre todo, visual. Esta imposibilidad de traducir de las páginas a la pantalla no supone la realidad inapelable del fracaso, sino la posibilidad de cruzar las fronteras para crear una obra capaz de llevar a cabo lo que, efectivamente, sería imposible de producir. El resultado de este diálogo entre lo escrito y lo rodado es una obra que expande el hipertexto original (hipertexto por el hecho de funcionar en diferentes niveles, capaz también y sobre todo de cruzar los bordes de nuestra misma realidad en cuanto elemento de carácter sociocultural), y la experiencia del público sentado en unas butacas enciende en los ojos de quien mira aquella sensación profundamente biológica de que la náusea intelectual a la que estamos sujetados esconde detrás de sí una serie de enunciados que no pueden sino estar hablándonos de nuestra psique.

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Ficha técnica:

El almuerzo desnudo  / Almuerzo al desnudo, Festín desnudo (The Naked Lunch),  Canadá, Reino Unido, 1991.

Dirección: David Cronenberg
Duración: 115 minutos
Guion: David Cronenberg (basado en la obra de William S. Burroughs)
Producción: Jeremy Thomas, Gabriella Martinelli
Fotografía: Peter Suschitzky
Música: Howard Shore, Ornette Coleman
Reparto: Peter Weller, Judy Davis, Ian Holm, Julian Sands, Roy Scheider

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