Críticas
El poder de la imagen para penetrar en los espacios del arte y de la belleza
El ángel de la calle
Street Angel. Frank Borzage. EUA, 1928.
Considero que es una excelente costumbre para alguien que ame el cine, ver regularmente películas de reencuentro, aquellas que nos sintonicen con la extensa y emocionante historia del séptimo arte. Cada pequeña joya tiene brillos únicos que reflejan el trabajo de excelente directores y de artistas excepcionales, que dieron lo mejor de sí con los medios a su alcance. Uno de estos finos diamantes es El ángel de la calle. Nos narra una historia que transcurre en Nápoles, Italia, ciudad porteña, famosamente habitada por personajes variopintos, que se ha prestado para grandes clásicos del cine y de la literatura (como la última obra de Pérez Reverté, El tango de la Guardia Vieja). Esta ciudad y su ambiente son importantes protagonistas de esta película, un clásico de los tiempos finales del cine mudo, como se advierte en el intertítulo que aparece muy al comienzo, donde nos describen las brumas que se asientan entre el Vesubio y el mar y su misterioso impacto sobre sus habitantes y sus vidas.
Se trata de la historia de Ángela, una bella y joven mujer, ignorante y pobre, que experimenta una serie de episodios absolutamente increíbles y melodramáticos, descritos por medio de poderosas imágenes por Borzage, en los cuales utiliza todos los recursos a su alcance para atraer al espectador. Quizás el melodrama no sea en la actualidad el tipo de obra que llame la atención, pero el poder de las imágenes y de la poesía de Borzage es inmenso, capaz de atrapar hasta el más insensible y frío de los espectadores. Ángela está protagonizada por Janet Gaynor, una actriz diminuta, de cara y mirada expresiva, soñadora y preciosa, quien en la época ganó el Oscar por tres de sus actuaciones, incluyendo la de El ángel de la calle. En el filme experimenta sufrimientos y transformaciones personales, con los cuales se identifica fácilmente el público, sin importar que parezcan imposibles o absurdos, por su carácter decididamente emocional y empático.
En el cine sonoro, el espectador recibe las impresiones que quieren transmitir el director y los artistas a base de imágenes y de sonidos. El diálogo es algo fundamental, apoyado en distintos ambientes sonoros y musicales, matizado por entonaciones y tonalidades. Pero en el cine mudo el principal recurso del director y de los artistas es el aspecto visual. Si bien se pueden utilizar intertítulos para comunicar ciertas cosas y para unas mínimas orientaciones, un buen director del cine silencioso va a utilizar todo lo que pueda para causar impactos visuales a base de imágenes.
Para causar estos impactos, Borzage juega con varios motivos que vale la pena describir. Uno de ellos es el manejo de la niebla, como elemento protagonista. No se trata de la clásica niebla de los filmes de ambiente londinense, terrorífica y misteriosa. Es una niebla difuminada, entre triste y romántica, que deja ver a los personajes y a las escenas, rodeándolos, a modo de aura pálida, con tintes luminosos, que crea en el espectador una sensación de ensoñación y expectativa, de ansias de descubrimiento.
Otro importante motivo es el de las ventanas y las puertas. Borzage las utiliza como símbolos y como medios para contar la historia de forma empática. Ello lo logra trabajando con las cámaras para que el espectador vea y sienta lo que ven y sienten los personajes, de forma lenta y deliberada. En una escena fundamental, Ángela, que desesperadamente contempla a su madre que se va muriendo en la humilde habitación que comparten ambas, sin contar con el dinero para medicinas o tratamiento, de pronto se acerca a la ventana y ve en las calles a una prostituta negociando con su cliente…y todos sabemos lo que pasa por su mente. En otra escena, Ángela está en la cárcel y todo lo que esto significa lo advertimos por una imagen de una puerta enrejada. Naturalmente que todo trabajo con puertas y ventanas exige un manejo exquisito de las luces y de las sombras, poderosas claves para transmitir ideas y emociones y en ello es excelso Borzage.
En sus devenires por los ambientes bohemios de Nápoles, Ángela conoce a Gino, protagonizado por Charles Farrell, un joven romántico y soñador, de talla imponente al lado de la muchacha, de quien se enamora de inmediato, a pesar de sus rechazos iniciales. Gino es pintor callejero, Ángela se convierte en su modelo, y pintarla en su pretexto para tenerla cerca y ensoñarla. Estas pinturas son otro de los motivos esenciales que utiliza Borzege para crear emociones. Nos identificamos con el romance que va naciendo con cada pintura, con la cara dulce e inmaculada de Ángela, que Gino idealiza, haciendo de ella una Madona, imagen tan afín al gusto y al ambiente italianos y nos identificamos también con el desenlace de la historia, magistralmente pintado por el director, quien juega con dos imágenes, la de un cuadro de Ángela, pintado por Gino, que adorna el altar de una iglesia y la de misma muchacha, que ante los ojos de Gino y los de los espectadores, se convierte, ella misma, en Madona, acrisolada en el sufrimiento.
No se ha preocupado Borzege por contar una historia profunda, llena de complicaciones y astutas definiciones o de inteligentes e inesperados desenlaces. Se trata de un melodrama, cuya esencia es la comunicación a base de imágenes que sean fácilmente recibidas por el espectador, capturando sus miradas emocionales, su pasión por la belleza, por la justicia y por situaciones humanas emocionales, como aquellas caracterizadas por la pobreza, el sufrimiento, la soledad, el amor, el abandono, la injusticia y el dolor. Lo interesante es que en esta película, el director nunca renunció al empleo de la belleza en los encuadres, empleando siempre un diseño y un montaje exquisitos. Es por ello que se trata de una obra maestra, que trasciendo lo emocional, para penetrar en los espacios del arte y de la belleza visual.
Ficha técnica:
El ángel de la calle (Street Angel), EUA, 1928.Dirección: Frank Borzage
Guion: HH Caldwell, Philip Klein, Henry Robert Symonds (basada en una obra teatral de Marion Orth, a su vez basada en Lady Cristilinda de Monckton Hoffe)
Fotografía: Ernest Palmer, Paul Ivano
Reparto: Janet Gaynor, Charles Farrell, Alberto Rabagliati, Gino Conti, Chido Trento, Henry Armetta