Críticas
Un viaje hacia la devastación humana
El baño del diablo
Otros títulos: The Devil´s Bath.
Des Teufels Badaka. Severin Fiala, Veronika Franz. Alemania / Austria, 2024.
¿Qué ocurre cuando, ante el sufrimiento extremo que causan la desesperanza y la falta de impulso vital, no podemos ni siquiera dejar de vivir? Como escribió Albert Camus en las primeras líneas de El mito de Sísifo, “no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”. Desde que nacemos, lo único seguro que tenemos es nuestra propia muerte. La cuestión de la muerte y el suicidio ha sido un tema ampliamente deliberado por filósofos de diferentes épocas, y por supuesto, hoy sigue siendo tema de debate bioético sobre la autonomía, el sufrimiento y el sentido de la vida. Séneca planteaba el suicidio como una cuestión ética y defendió el derecho de las personas a decidir sobre su existencia. Jean-Paul Sartre escribe acerca de la condena del hombre a ser libre, de una manera radical, si bien esta decisión es en realidad una evasión de la responsabilidad de dar sentido a la vida. Sin embargo, en la mayoría de las tradiciones religiosas, especialmente el cristianismo, el suicidio ha sido históricamente condenado, al considerarlo un pecado grave como acto que rechaza el don divino de la vida, una afrenta a Dios y a la comunidad. En este último contexto se encuadra El baño del diablo, de los directores austriacos Veronika Franz y Severin Fiala. El filme que se adentra en una pequeña aldea de la Alta Austria en 1750 y está basado en documentos históricos, en los que consta la práctica criminal llevaba a cabo por mujeres como fin para abolir el repudio clerical y secular ante el suicidio, en un entorno inmerso en el oscurantismo más retrógrado.
La historia comienza cuando Agnes (la actriz Anja Plaschg, que también compuso la música de la cinta) contrae matrimonio y pasa a vivir apartada de su familia, bajo el influjo y la mirada totalitaria de su suegra. En el pequeño núcleo familiar, ella encarna el poder hegemónico mediante una autoridad subyugante que pretende moldear y controlar las conductas sociales e íntimas de la pareja. Desde ahí y desde el púlpito eclesiástico se ejerce la daga que custodia a Agnes. Católica ferviente, se ensimisma en encontrar la solución al vacío existencial en el que está sumida, mediante la oración y rituales paganos que profundizan en la magia y el sentido de lo espiritual desde lo natural y lo material. Su anhelo por ser madre y la imposibilidad por llevarlo a cabo ponen de manifiesto los esquemas establecidos y la rotunda represión. El Baño del diablo es antes todo un filme de horror existencial. La insignificancia humana, el aislamiento y la soledad son el caldo de cultivo del dolor y la depresión de Agnes. Como en los anteriores filmes de los directores, el terror es profundamente cotidiano, no reside en lo sobrenatural, sino en lo humano. Los matices imprescindibles para comprender el calado psicológico y el consecuente despliegue emocional de la protagonista se producen de manera natural en un adagio esmerado. Aquí, los fantasmas no deambulan en las estancias, ni los demonios emergen del inframundo; es el peso de la historia, la opresión de la vida rural y la condena clerical las que construyen un muro de espanto alrededor de Agnes. Su visión nos interpela ante la realidad que está viviendo, por momentos podemos sentir incomprensión ante ciertas contradicciones de su conducta, algo que va en la línea discursiva del filme, que recala en la ambigüedad del propio contexto histórico. En definitiva, el Folk Horror exhuma las atrocidades e injusticias olvidadas y nos hace reflexionar desde nuestra visión del presente. Esta distorsión entronca con el tratamiento de lo terrorífico y su enfoque en los temas recurrentes del subgénero, como son los ciclos de la vida y la muerte en contacto estrecho con la fuerza de la naturaleza y su arraigo con lo ancestral, los rituales paganos, los sacrificios, así como la vulnerabilidad y fragilidad del individuo frente a poderes superiores, como es el religioso en este caso. Blood on Satan’s Claw (Piers Haggard, 1971) y The Wicker Man (Robin Hardy, 1973) son considerados absolutos íconos del Folk Horror. Sin embargo, en los últimos años esta variedad del terror ha experimentado un renacer con filmes muy notables como Midsommar (Ari Aster, 2019), The Witch (Robert Eggers, 2015) o la argentina Cuando acecha la maldad (Damián Rugna, 2023).
Los directores austriacos regresan con El baño del diablo a dos de sus temas principales dentro de su filmografía: la psicología de las relaciones de abuso y conflicto en la familia y la descomposición psicológica de sus personajes principales, la desesperación, el desequilibrio mental y la violencia. De aquí la importancia de los entornos cerrados, atmósferas claustrofóbicas y la sensación de atrapamiento. Si en Goodnight Mommy (2014) y en The Lodge (2019) los espacios eran una casa moderna hermética y una cabaña aislada en la nieve, aquí es el interior austero de la casa donde vive Agnes junto a su marido, apenas iluminado con la luz de una hoguera, con sombras duras, encuadres cerrados y largas tomas.
El baño del diablo es una experiencia íntima profundamente humana, un viaje sobre la degradación física desde lo emocional. Por todo esto, el filme ha logrado alzarse con el Oso de Plata por su aportación artística en el pasado Festival de Cine de Berlín y más recientemente, con el Premio a Mejor Película de la Sección Oficial del Festival de Cine Fantástico y de Terror de Sitges.
Trailer:
Ficha técnica:
El baño del diablo / The Devil´s Bath (Des Teufels Badaka), Alemania / Austria, 2024.Dirección: Severin Fiala, Veronika Franz
Duración: 120 minutos
Guion: Severin Fiala, Veronika Franz
Producción: Ulrich Seidl Film Produktion GmbH, ARTE, Bayerischer Rundfunk (BR), Heimfilm Gmbh, Österreichischer Rundfunk (ORF)
Fotografía: Martin Gschlacht
Reparto: Anja Plaschg, David Scheid, Maria Hofstätter, Tim Valerian Alberti, Elias Schützenhofer
Eres una artista con todas las letras, que gran crítica, te felicito ; he podido entender , procesar y querer ver un film que ni sabía que existía. Un abrazo