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El cine de kung fu como esencia de la cultura china
El kung fu es un arte marcial de origen chino creado por los monjes shaolín y nace de raíces filosóficas que buscan un equilibrio entre la mente y el cuerpo. No es solo un arte marcial o un “deporte” (visto con mirada occidental), sino que es una forma de vida que tiene más de 3000 años. El kung fu está en las bases de la propia sociedad china y su influencia se ha trasladado a todos los ámbitos, incluyendo el cine. Con la llegada de Mao al poder y la revolución cultural, muchas de esas bases se modificaron y su forma de representación en las artes también. China había pasado por lo que se conoce como la primera edad de oro (década del 30) y la segunda edad de oro (década del 40). Con la revolución, el cine cumple un papel preponderante, como la propaganda, donde los directores de cine debían ser “reeducados” para eliminar todo vestigio de prendamientos burgueses o contrarrevolucionarios. De esta forma la producción de cine se vio muy limitada por la censura implacable de la revolución cultural.
Los animales tigre, mantis, leopardo, grulla, mono, serpiente y dragón, que observan los monjes en la naturaleza y que llevan a copiar sus movimientos, están presentes en las películas de las década del 70 y 80, a manos de Bruce Lee primero y Chan Kong-sang o Jackie Chan después. En el caso de las películas del primero, podríamos decir que es la “época de oro” de las artes marciales cinematográficas, pero dura poco, ya que Lee muere muy joven y tiene idas y venidas entre la producción en China y la producción en Estados Unidos. Además, el actor combina distintas ramas del kung fu y de otras artes marciales, haciendo que su cine se transforme en un todo que gira a su alrededor. Desde la visión occidental, el kung fu termina siendo un conjunto de artes marciales misteriosas, procedentes de Oriente, que se hacen famosas de la mano de Lee. Sin embargo, la traducción del término tiene que ver con el “logro humano”, refiriéndose a cualquier habilidad adquirida, no necesariamente física o marcial, a través del esfuerzo, la templanza, la disciplina y la perseverancia. Esas características eran las que buscaban las dinastías chinas en sus guerreros, que aprendían a pelear y danzar con las formas de la naturaleza al mismo tiempo.
De la mano del director Lo Wei, que contribuye a impulsar la carrera de Lee y de Chan, el cine de artes marciales hongkonés comienza a ganar fama con su estética particular. En primer lugar, el héroe presentado en la pantalla es una persona con muchas cualidades positivas, algo así como un “diamante en bruto” que debe aprender a comportarse mediante la aplicación y la disciplina (pensemos que esa misma es la base de las películas de Karate Kid (John Avildsen 1984), que, si bien tienen origen en las artes marciales japonesas, la industria americana las combina como si fueran la misma cosa). Estos personajes siempre tienen algo en común: alguien les hace daño a ellos o a sus seres queridos y deben restaurar el orden mediante la lucha por el honor. Incluso si la policía interviene y el héroe se entrega. De esta forma películas como The Big Boss (Lo Wei y Wu Chia-Hsiang, Hong Kong, 1971), Puños de furia (Lo Wei y Wu Chia-Hsiang, Hong Kong, 1972), La mano de la muerte (John Woo, Hong Kong, 1978), La serpiente a la sombra del águila (Yuen Woo-Ping, Hong Kong, 1978) o El maestro borracho (Yuen Woo-Ping, Hong Kong, 1979) nos presentan, a veces con un tono de comedia, al héroe en una encrucijada que debe resolver.
Una característica de este tipo de cine es la relación que se establece entre el maestro y el estudiante. Muchas veces esa relación es tan importante que, a raíz de la muerte del maestro, el estudiante indaga hasta encontrar la verdad y vengar esa muerte, como es el caso de Puños de furia. De hecho, esa misma relación se establece en la vida personal de Bruce Lee cuando lo expulsan de la escuela y comienza a entrenar con el Shifu Yip Man. Además de plasmar ese rasgo, que se reitera, el héroe siempre sale airoso de cualquier batalla que tenga que enfrentar, tanto física como moral. Ahí radica la esencia del kung fu que impregna a toda la sociedad china (pese a que ahora el kung fu está fuertemente asociado con la sociedad militarizada que se hereda de Mao). Todos los enemigos que puede tener ese héroe son derrotados. En el caso de Lee, es muy interesante ver como sus enemigos suelen ser europeos y americanos, lo que transparenta claramente el momento histórico de plena guerra fría entre el comunismo y el capitalismo. Pensemos que Estados Unidos no aceptaba la participación en el cine de actores o actrices asiáticos, de hecho, varios papeles de japoneses y chinos los hacían los actores americanos maquillados (un gran ejemplo es El conquistador de Mongolia [Dick Powell, EUA, 1956], donde John Wayne interpreta a Gengis Kan).
Los films catalogados de artes marciales, donde el término kung fu se hacía cada vez más recurrente, eran producidos en masa y consumidos durante los años setenta. Presentaban características distintas y particulares, que las diferenciaban de otras películas de artes marciales hongkonesas. De esta forma, el término kung fu termina delimitando o caracterizando un subgénero concreto dentro del cine de artes marciales que tiene ciertos rasgos particulares esenciales. Podemos señalar el énfasis en la lucha cuerpo a cuerpo (el kung fu practica con protecciones, como el casco y los guantes, en su versión occidental, pero en los templos chinos, no), donde lo físico predomina y los enfrenamientos pueden ser crueles (muchos de ellos inspiraron a directores posteriores, como Quentin Tarantino en Kill Bill [EUA, 2003]).
Otra característica es la autenticidad en los estilos (luego de la muerte de Bruce Lee, se buscaban actores que se pudieran “mover” como él) que influía directamente en la verosimilitud de las acciones mostradas. En el caso de películas como El maestro de los dragones (Jackie Chan, Hong Kong, 1982), Jackie Chan recibe un golpe en la mandíbula que le impidió hablar por días, ya que las escenas eran realizadas por él, sin dobles. Así también se quebró la nariz, los tobillos y el esternón. Esto demuestra la importancia que tiene la verosimilitud para el cine de artes marciales de la época. La causa radica en que las películas se acercaran lo máximo posible a las prácticas reales de las artes marciales chinas.
Otro rasgo en común que comparten tiene que ver con la estética y la puesta en escena. En primer lugar, los primeros planos del héroe, rodeado de enemigos, es recurrente, donde del plano cercano se pasa a uno general, mostrando las destrezas a la hora de pelear. Otra característica son los enfrentamientos en lugares abiertos y cerrados, siendo estos últimos muy llamativos, ya que demuestran cómo, en un espacio reducido, se puede mover fácilmente la persona que domina el arte del kung fu (un ejemplo contemporáneo de esto lo podemos ver en la secuencia del autobús en la película de Marvel, Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos [Destin Cretton, EUA, 2021]).
Mención aparte se llevan la música y el sonido. En cuanto a la primera, muchas de las bandas sonoras se basan en la música china tradicional, utilizada como base para las celebraciones de año nuevo e incluso para meditar. La música de las películas de artes marciales tiene similitudes con la ópera china, que mezcla muchas veces formas y movimientos de kung fu en sus representaciones. La música, generalmente, sube y genera tensión previamente a la lucha del protagonista, donde el gong se hace presente, al igual que los platillos, el tambor tradicional y la flauta china. Todo esto refuerza las escenas y las secuencias, donde los enfrentamientos son el centro de la acción, logrando aumentar los niveles de intriga (podríamos decir que abarcan gran parte de los films). Fu-Liang Chou fue un compositor y productor muy conocido en el ámbito, estuvo involucrado en películas como Puños de furia, La serpiente a la sombra del águila o El maestro borracho (1979), estampando su sello a la hora de producir la música de los films.
Con respecto al sonido, hay varias cosas que merecen ser mencionadas. La primera es el sonido superpuesto de los golpes en las peleas, donde suenan de manera casi sobrenatural, sumamente desproporcionados para el golpe que se ve en la imagen. Este proceso es parte de la estética del cine de artes marciales chino, puesto que nace del teatro y de la ópera, donde los movimientos son exagerados y resaltados a propósito. Esa elevación del sonido de los golpes cuando los cuerpos hacen contacto busca, según la estética china, demostrar la liberación de energía que se está llevando a cabo. No es simplemente un golpe, es un proceso que requiere destreza, disciplina, constancia y esfuerzo. Además, los golpes emulan a las propias armas del kung fu (como el doble sable, el sable, el abanico, el pudao o palo tradicional de bambú) que, efectivamente, son muy ruidosas si se las usa correctamente.
El sonido de los golpes viene acompañado de los gritos y quejidos que los actores realizan antes, durante y al finalizar los enfrentamientos. Muchas de las formas de kung fu integran, en su realización, distintos gritos o sonidos cuya simbolización tiene que ver con la energía y en el intercambio que se está realizando, incluso con el enemigo. Estos rasgos se reiteran en las películas de artes marciales, tanto de las décadas del 70 y el 80 como las posteriores. Estas características remiten a la puesta en escena y representación de toda una forma de vida que está latente en los cimientos de toda sociedad milenaria.
Desde el punto de vista occidental, muchas veces es difícil comprender lo que se quiere transmitir desde el universo audiovisual de una cultura tan distinta. He leído y escuchado que el cine chino es “malo”, “ridículo”, “sin sentido” o “antiestético”. Quizá la estética responde y se justifica justamente en una representación del pathos de una cultura muy particular, que no logramos comprender del todo.
Fuentes:
Planas, Ricard: Historia del Cine Chino
Itier, Roger: El gran libro del Kung-fu Wushu