Críticas
Naufragio gótico
El cuervo
The Crow. Rupert Sanders. EUA, 2024.
Me resulta un tanto cansador hablar de la falta de ideas de la industria del entretenimiento, de los remakes, secuelas, precuelas, revisiones y vueltas en círculo. Desde mi punto de vista, eso lleva ocurriendo desde hace décadas, así que me parece un debate estéril.
Lo que ocurre con películas como El cuervo (The Crow, Rupert Sanders, 2024) es que abren otros frentes, acerca de la necesidad de enfrascarse en un proyecto en el que se va a invertir el mínimo esfuerzo en alcanzar los más básicos estándares de calidad. La película de Rupert Sanders, me temo, era tan muerta en vida como el icónico personaje destrozado en estos insoportables 111 minutos.
Hace muchos años que el regreso de El cuervo está sobre la mesa, y han pasado por la producción cantidades ridículas de directores, actores o reescrituras de guion. El resultado es una película fangosa y contradictoria; atropellada e irritante. Ni siquiera hace falta la comparación con la obra original de Proyas (1994) para notar sus vergüenzas , porque ya tiene suficiente encima como para hundirse por sí misma.
El cómic de culto de James O’Barr es reducido al mínimo (y al ridículo), despojando de toda poesía El intenso viaje del expeditivo vengador que recorría sus viñetas. Nos quedamos con cuatro retazos que mantienen las sinopsis por todos conocida: una pareja de enamorados sufre un fatal destino y el espíritu del joven asesinado regresa de la muerte, transformado en algo más que un hombre para llevar a cabo su venganza de ultratumba.
A partir de aquí, se reduce aquello que hacía especial la historia y se da rienda suelta a detalles insustanciales lanzados con furia sobre las páginas de uno de los guiones peores escritos de los últimos años. Porque ahí residen los grandes problemas de El cuervo: la historia anodina plagada de personajes insustanciales, enfrascados en una venganza ruidosa pero sin emoción, sin alma, cosa que no deja de ser irónica en esta trama, donde se dan tantas vueltas a este concepto.
En el batiburrillo conceptual que ofrece Rupert Sanders, tiene más que ver con ardores adolescentes de baratillo como Crepúsculo. Hay intentos de fantasía gótica urbana, pero se diluye todo en el descafeinado viaje hacia ninguna parte de la pareja conformada por Bill Skarsgard y FKA Twigs. El primero muestra un recurso único, la tristeza melancólica de videoclip emo, desfasada y anacrónica, indigesta en sus aires de telenovela barata. FKA Twigs es, directamente, una de las peores actrices del panorama actual, y se empeña en demostrarlo con cada segundo de exposición en pantalla. La química entre ambos es inexistente, así que la historia de amor, ya de por sí pasada de revoluciones por la intensidad absurda que la sostiene, vuela por los aires y se lleva en la honda expansiva la mínima empatía que puede generar en el espectador la desgracia de estos dos pipiolos politoxicómanos.
La historia de amor de Eric y Shelly en la historia de O’Barr (y por extensión, la de Proyas) era el brumoso relato de recuerdos inconexos que permitían al público construir el pasado de la pareja. De manera sutil, se nos hace cómplices de ambos, nos quedamos con esa cotidianidad montada por piezas en las que el amor es real, orgánico. Así nos agarramos a su desgracia, entendemos el dolor.
Después de casi una hora de hastío y nulidad, lo que les pase a estos desdibujados esbozos de personaje nos da lo mismo.
Pero por fin suceden cosas, por fin llega la venganza, y con ella una serie de complicaciones que entorpecen la película hasta lo indecible. En el intento de dar contenido a las sangrientas consecuencias de la desgracia, el relato cae en un infumable brebaje con el elemento paranormal incrustado en el metraje a martillazos. El resultado es un villano grotesco e inofensivo y un héroe que se acerca peligrosamente al submundo de los superhéroes de Marvel, más que al justiciero urbano de O’ Barr. Si el oscuro vengador de las viñetas parecía la revisión mística de los personajes de Charles Bronson, este Cuervo se queda en la enésima película de orígenes, perdida en el océano de intenciones para renovar el mito.
En consecuencia de todo esto, El cuervo naufraga en medio de ninguna parte. El realismo que parece imprimir en los primeros compases queda en agua de borrajas ante la ultraviolencia, exagerada y fuera de quicio, explotada en escenas estrafalarias que parecen una parodia. Hay ganas de ser transgresor en el derramamiento de sangre, pero no produce otra cosa que risa a poco que seas un adulto funcional.
Sorprende esa falta de sofisticación en esas secuencias porque, aunque parezca mentira, Rupert Sanders realiza un trabajo notable tras la cámara. Hace lo que puede con el material que tiene, y apuesta por la tranquilidad, el ritmo sosegado e incluso algunos intentos de dotar de algo de poesía visual a los momentos íntimos de los protagonistas. Incluso el entorno urbano, asfixiante y alejado de toda esperanza, tiene trazos interesantes en el planteamiento. Pero todo queda en un casi.
Sanders se enfrenta a problemas insalvables por culpa del libreto escrito por Zach Baylin y William Schneider, auténticos culpables del hundimiento. Partes sobrexplicadas innecesariamente se dan la mano con fantasías inverosímiles y sin sentido, tonos dispares, personajes secundarios sin sentido ni rumbo. En general, El cuervo se sustenta sobre arenas movedizas, pero los últimos cinco minutos de metraje son tan absolutamente ridículos que rubrican el desastre total de este descenso al sopor.
Hay películas que marcan a una generación, que se ganan el apelativo de «De culto», por factores en los que interviene incluso lo extracinematográfico. En el caso de este retorno, tenemos algo que pasará sin pena ni gloria, se olvidará tras el visionado en el mejor de los casos. En los peores escenarios, nos recordarán lo ingrato que puede ser algo que se presupone divertido, como un par de horas en el cine. Hay películas que hacen grande al cine. Otras, todo lo contrario. Creo que ya he dejado bastantes pistas acerca de en qué lugar se encuentra este desastre dirigido por Rupert Sanders.
Ficha técnica:
El cuervo (The Crow), EUA, 2024.Dirección: Rupert Sanders
Duración: 111 minutos
Guion: Zach Baylin, William Schneider.
Producción: The Electric Shadow Company, Edward R. Pressman Film, Davis Films, Hassell Free Productions
Fotografía: Steve Annis
Música: Volker Bertelmann
Reparto: Bill Skarsgård, FKA Twigs, Danny Huston, Isabella Wei, David Bowles, Paul A Maynard, Sebastian Orozco, Baha Chbani, Laura Birn , Jordan Bolge