El desconocido

El director gallego, Dani de la Torre, salta al mundo del largometraje con esta ópera prima, El desconocido, presentada en el Festival de Cine de Venecia y en el de San Sebastián, aparentando con ella un gasto en la producción mucho mayor que el efectuado. Con un presupuesto de aproximadamente dos millones de euros, consigue que nos sintamos metidos dentro de un laberinto de gran despliegue de medios, lo que logra alcanzar gracias a la solvencia técnica y solidez narrativa que se aprecia desde el primer fotograma. De la Torre llega a introducir literalmente su cámara dentro de un vehículo, un todoterreno BMV, y nos invita a una road movie por las calles de A Coruña, en un camino de desasosiego, desesperación, lucha por la supervivencia y sobre todo, con una tensión extrema que te empequeñece dentro de la butaca del cine y te deja sobrecogida y sin aliento.

Una mañana cualquiera, un día laborable, un padre encarnado por Luis Tosar, director de una sucursal bancaria, y sus dos hijos, entran en su propio coche para dirigirse, los segundos al colegio, y el primero a su puesto de trabajo. Al momento, un desconocido llama a través de un móvil y les avisa de la existencia de una bomba en el vehículo, artefacto que estallará, a menos de que cumplan a rajatabla sus instrucciones. El italiano Alberto Marini, también responsable del guion de la película Mientras duermes (Jaume Balagueró, 2011), protagonizada igualmente por el actor Luis Tosar, ha concebido un argumento que en su realización termina recordando la claustrofobia padecida en productos tan dispares como el cortometraje La cabina ( Antonio Mercero, 1972), o la película de Rodrigo Cortés, Buried (Enterrado, 2010). La cámara se va comiendo a la ciudad gallega, y engulle con virulencia sus espectaculares paisajes urbanos, con un ritmo frenético que sólo se detiene por momentos, lo que se agradece especialmente, aunque el sosiego fugaz resulte en definitiva aparente, y el desastre, la conmoción y el peligro permanecen latentes y en pleno desarrollo.

Magnífica, como siempre, la interpretación de Luis Tosar, “grande”, como se atreven a calificarlo en los títulos de crédito. Es asombrosa la credibilidad que consigue en su inmovilidad, atendiendo al mismo tiempo a sus hijos, al teléfono, al “desconocido”, a su mujer, a clientes y compañeros de trabajo, todo ello en lucha por la supervivencia de la propia familia y la personal. Curiosamente, el padre del director Dani de la Torre era mecánico, y sostenía que a las personas se les conoce cuando las ves conduciendo, y desde luego, no cabe duda de que Tosar lo ha conseguido plenamente con su personaje en una actuación desbordante. También destacaríamos la enorme interpretación de Elvira Mínguez como agente de policía, configurando una personalidad soberbia, audaz e inteligente, y consigue con su aparición que el interés de la segunda parte del film no decaiga. Destaca el largo plano secuencia en el que es presentada, con la cámara persiguiéndola por las calles en búsqueda del centro de la acción. Resulta también muy acertada la interpretación de la hija, de Paula del Río, Sara en la ficción, evolucionando desde la tontería y el reflejo de una educación consentida, hasta convertirse en una joven despierta, valiente y consciente de los peligros añadidos de la situación. Unicamente la actuación de Goya Toledo, como esposa y madre, aunque esporádica y apareciendo en los títulos de crédito exclusivamente como “colaboradora especial”, nos ha parecido que no está a la altura de la brillantez alcanzada por el resto del reparto, demasiado, gris, débil y lejana de un papel que debería haber alcanzado cotas más dramáticas y cercanas.

La tensión no solo se alcanza con el desarrollo de la propia acción, sino que es palpable y va surgiendo en las relaciones con la familia, con los jefes en el trabajo, los clientes, entre la propia policía, con la división de funciones y la toma de decisiones. Nos encontramos ante un thriller, una película de intriga con trasfondo social, que pretende denunciar los desmanes cometidos por algunos y algunas en relación con la crisis económica que hemos estado padeciendo. Sin embargo, en este punto el film peca por ser demasiado explícito, sobrando palabras y moralina, además de restarle cierta credibilidad las excesivas asunciones de culpa.

La fotografía y la banda sonora acompañan al buen resultado del conjunto. La primera, responsabilidad de Josu Incháustegui, destaca en naturalidad, contribuyendo al sentimiento de cercanía y verosimilitud que despiertan las reacciones de los personajes, a pesar del horror concentrado que va desprendiendo la obra; por su parte, la banda sonora, original de Manuel Riveiro e interpretada por la Orquesta Sinfónica de Galicia, resulta muy eficaz para sostener el clima de desasosiego desplegado desde los primeros minutos del largometraje, combinando metales con efectos grandiosos y cuerdas de resultado vigoroso. Pánico, impotencia, incomunicación e inmovilización, gracias a todos los elementos que configuran la película, se van sintiendo simultáneamente y durante muchos minutos. El tiempo cinematográfico es relatado de forma lineal, concentrándose prácticamente tres horas reales en casi dos horas diegéticas, que tienen el poder de cambiarte y cambiarlo todo, absolutamente “todo”.

Ya se ha mencionado el alto protagonismo que alcanza la propia ciudad en donde se desarrollan los acontecimientos, A Coruña, pero además de mostrar la belleza de edificios, calles y acantilados, el director ha sabido combinar en la puesta en escena el clima cambiante de la urbe, y la aparición de la lluvia no solo sirve para limpiar la sangre. Hay quien se cuestiona la real efectividad y el alcance popular que acabarán obteniendo estas personales obras que no se limitan a crear un clima de intriga y acción para puro entretenimiento del espectador, pero precisamente entendemos que es ese carácter social, ese intento de búsqueda de respuestas, de exposición de culpables, venganzas y responsabilidades, lo que hace a esta película diferente, y la eleva e independiza de otros productos similares que se están realizando con mayores apoyos financieros, lo que conlleva superiores medios técnicos y un mayor alcance en distribución y repercusión.

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