Críticas
Arrastrándose en el horror
El diario del bloqueo
Otros títulos: Un diario de asedio / A Siege Diary.
Blokadnyy dnevnik. Andrey Zaytsev. Rusia, 2020.
Esta película se basa en la obra literaria El libro del bloqueo. En ella, Danila Granin y Alesei Adamovich se ocupan de recoger testimonios de supervivientes durante el bloqueo nazi de Leningrado (hoy San Petersburgo), durante la Segunda Guerra Mundial. El asedio se inició en septiembre de 1941 y no se levantó hasta enero de 1944. Con una población de 2.500.000 habitantes justo antes del cerco, el número de muertos civiles durante el mismo se cifran extraoficialmente en 1.200.000, la mayoría de ellos por hambre. Un infierno apocalíptico que, paradójicamente, se desarrolló con temperaturas de hasta 40 grados bajo cero. 872 días con frío, sin alimentos, en el espanto más absoluto y bajo la máxima crueldad y sadismo. Cuando las ratas y las mascotas se acabaron, comenzó el canibalismo entre determinados grupos. Incluso se llegó a la aberración de asesinar a familiares para robar sus tarjetas de racionamiento o a los propios hijos para alimentar a otros. ¿El asedio más mortífero de la historia? ¿Una de las tragedias más espeluznantes? Nos tememos que el siglo XXI no va a permitir treguas.
Lo adelantamos: este largometraje de Andrey Zaytsev sobrecoge y apabulla. Con un blanco y negro aterrador, la técnica elegida es la de escuchar una voz en off que recita el diario del asedio de nuestra protagonista, una mujer joven cuya fisonomía apenas distinguimos. Nos situamos en el invierno y la urbe es hielo y nieve. Un panorama dantesco en el que observamos a sus ciudadanos deslizarse cual zombis sin aparente destino. Todos y todas lentificados, cubiertos con gruesas capas de ropa, al borde de la congelación y sin apenas fuerzas para acercarse a la cola del pan. La ración diaria que correspondía a cada habitante se cifraba en tres o cuatro miserables mendrugos. Sin electricidad, sin nada que recuerde a la civilización, con temperaturas bajo cero que deben combatirse quemando todo lo que se tiene a mano: leña, muebles, papeles y si es necesario, también libros de los grandes maestros de la novela rusa.
El realizador enfrenta al espectador ante un panorama dantesco que comienza desde el lado de los opresores. Unas alucinantes imágenes de militares nazis tomando como un juego tremendamente divertido y excitante el continuo bombardeo de una población sin más capacidad de reacción que la de intentar enterrar a sus muertos. Se imponen alucinantes imágenes de la ciudad. Tranvías paralizados, cadáveres congelados, colas infinitas para llevarse el mendrugo a la boca… Más que un paisaje bélico asemeja que nos situemos en un delirio fantasmagórico, en una pesadilla siniestra que ataca con preferencia a aquellos que menos depósito de grasa tienen acumulada. Parece que el tiempo se ha detenido, que la especie humana se dirige sin pausa hacia su extinción.
El filme nos ofrece una visión paranoica y esquizofrénica de una población que ya no cuenta los días (la claridad de mente no llega a tanto), que solo consigue deslizarse entre sombríos rincones y espacios en los que sentirse con cierto cobijo. Nos hemos acordado de un excelente filme sobre otro asedio en el mismo país, en idéntico conflicto, también desarrollado por las mismas fechas y con iguales verdugos. Se trata del largometraje alemán Stalingrado de Joseph Vilsmaier (Stalingrad, 1993). Pero si en ella seguíamos a un grupo de soldados alemanes con una puesta en escena en la que no se escatimaban medios para ofrecer espectacularidad en las feroces escenas de combates, en El diario del bloqueo destaca por un desafío deslumbrante desde una mirada propia profundamente desoladora y tétrica, desde la perspectiva más funesta de la desventurada población civil. Calles amplias, grandes edificios, espacios enormes, pero ningún hueco por el que escapar del siniestro destino.
Hay momentos en los que parece que nos situamos en una distopía espectral. Los cuerpos se mueven con dificultad arrastrando ropa con la poca energía que les queda. Llegar a la siguiente esquina debe abordarse como una odisea y resguardarse en una cabina o en un tranvía para no quedarse dormido y congelado resulta tarea ardua. Ya no hay ataúdes ni fuerzas para moverlos. Cualquier método es bueno para la tarea, la conservación a bajas temperaturas ayuda: armarios, cuerdas, trineos… Pocas veces hemos sufrido tanto en el cine las consecuencias en civiles de las atrocidades bélicas como lo hemos hecho en esta obra. Unos seres atrapados, indefensos y casi resignados a la fatalidad. La única esperanza quizás pudiera encontrarse en la búsqueda de un objetivo inmediato, una ilusión por el mañana, aunque sea coleccionar botones o aspirar a plantar rosas blancas.
A este impactante y estremecedor filme únicamente le encontramos un reproche. ¿Por qué se elige una voz masculina para leer o recitar en off los pensamientos de nuestra mujer protagonista? Desconcierta y aleja. Una pena para un soberbio largometraje que se disecciona con tristeza y el alma encogida. Una película de horrores en la que es destacable la capacidad de algunos y algunas de conservar algo de dignidad y de preocuparse por aquellos todavía más débiles. Aunque los límites ya se hayan traspasado, aunque la esperanza del mañana se difumine, aunque ya solo quede resistir intentando no cerrar los ojos.
El cine bélico nos ha permitido comprender, juzgar y tomar conciencia de los conflictos bélicos. Pero no hemos aprendido nada. Seguimos aceptando otras armas distintas a las palabras, a los gestos, a las ideas, a las caricias… Olvidamos con facilidad el daño, el sufrimiento y la muerte que causan las guerras, cualquiera de ellas. Y lo hacemos con aspiraciones patrióticas, con defensas de raza, amparándonos en ataques injustificados, en derechos de defensa o en salvaguarda de los privilegios que más nos convienen. Probablemente, tenía razón Thomas Hobbes y el hombre sea un lobo para el hombre. Unos seres que solo sabemos vivir en permanente guerra de unos contra otros. “Si dos personas anhelan la misma cosa y no pueden disfrutarla al tiempo, se convertirán en enemigos que buscarán aniquilarse”.
Tráiler:
Ficha técnica:
El diario del bloqueo / Un diario de asedio / A Siege Diary (Blokadnyy dnevnik), Rusia, 2020.Dirección: Andrey Zaytsev
Duración: 118 minutos
Guion: Andrey Zaytsev
Producción: Sentyabr Film Studio, Under Support Of The Ministry Of Culture Of Russia, Russian Cinema Fund, Mts Media
Fotografía: Irina Uralskaya
Reparto: Olga Ozollapinya, Sergei Dreiden, Andrey Shibarshin, Darya Rumyantseva, Aleksandra Granina, Vasilina Makovtseva