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El Gallo de Oro de Juan Rulfo y el cine
En el año 1959, Juan Rulfo registraba en el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica de la República Mexicana un argumento para cine llamado De la nada a la nada. Lo había comenzado en 1956 y el productor Manuel Barbachano lo requería para la adaptación cinematográfica que iba a dirigir Roberto Gavaldón. Este argumento, que es en realidad su segunda novela, El gallo de oro, no fue publicado en su momento, pero 21 años después un editor le propone a Rulfo su publicación y el escritor accede, aunque ya había abandonado su ilusión sobre esta novela, quizás por su descontento con la adaptación final, no obstante ser el filme mexicano donde colabora el mayor número de escritores latinoamericanos en su guion: Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Roberto Gavaldón trabajaron sobre el texto original.
El gallo de oro, en palabras de Juan Rulfo, era una novela inédita. Estas y otras afirmaciones son las que han probado y consolidado este texto como novela. La vinculación de su autor con el mundo del cine y su olvido hasta 1980 generaron múltiples leyendas sobre la misma y opiniones encontradas respecto a su vinculación en términos estilísticos con la obra rulfiana precedente, e incluso llegó a catalogarse como pieza menor en su compendio autoral.
El gallo de oro es, sin dudas, una novela más simple que Pedro Páramo, comenzando por su extensión. Definida por su autor como una novela corta, en ella podemos encontrar toda su impronta y aquellos rasgos que hicieron de Rulfo un renovador de la literatura costumbrista de México y Latinoamérica. Desde su primer texto de cuentos, El llano en llamas, se definió en su cercanía con los olvidados, su gusto por los contextos rurales deprimidos y los personajes endémicos de las regiones más recónditas de su tierra natal. Ese contexto, acompañado de las actividades que lo tipifican, como las peleas de gallos, las ferias de pueblo, las cantadoras en sus templetes, las apuestas y los juegos de azar, están presentes en mayor o menor medida en toda la obra de este autor mexicano.
Otros elementos característicos de su narrativa son su letra gruesa y pesimista, el poder inexorable cuasi mágico del azar y de la suerte, los ambientes opresivos, la soledad, la figura simbólica de la madre como protectora y soporte, la venganza y la redención, a través del poder que da el dinero, o sus caracterizaciones femeninas, con mujeres de gran empuje y solidez que no permiten que nadie rija su destino. En El gallo de oro podemos encontrar todos estos elementos definitorios. Aunque el contexto dominante es inicialmente más lúdico, el destino inexorable de sus protagonistas los irán conduciendo, con la pesada fuerza de un hado monumental, a la prisión de Santa Gertrudis. A la Bernanda en dos ocasiones, una para escapar de Lorenzo y la otra, para morir vencida y marchita a causa de la prepotencia de Dionisio. A Dionisio, para trocar su infortunio en fortuna y luego, en infortunio de nuevo, y a Lorenzo, para terminar derrotado en su silla de ruedas por la vida, la suerte y por Dionisio.
Muchos son los temas rulfianos en El gallo de oro, pero son muy pocos los que llegan y se mantienen con la fuerza simbólica que tienen en su origen en las versiones cinematográficas posteriores.
El gallo de oro (1964), de Roberto Gavaldón, es la primera adaptación al cine de la novela homónima, y es muy probable que fuera este proyecto el que indirectamente más haya aportado a su desconocimiento, debido a que la premura del productor hizo que Rulfo la adaptara como guion y luego abandonara el manuscrito original, eliminando con ello la posibilidad de su edición impresa. Gavaldón, como director de cine, conformó junto a Julio Bracho y Emilio Fernández la tríada maestra de la época de oro del cine mexicano. En palabras de la crítica Silvia Oroz,»aunque le faltaba el intelectualismo de Bracho y la figuración mayestática de Fernández, alcanzó otros refinamientos en sus mejores películas como su capacidad para pulsar diversos géneros, el hábil manejo de la cámara y la eficaz dirección de actores».
Su El gallo de oro, sin dudas, no está ni cerca de la solidez de su referente literario, pero puede presumir de la fuerza interpretativa de Lucha Villa, Narciso Busquets y, en menor medida, de Ignacio López Tarso, quienes interpretan los papeles protagónicos. El filme está resuelto a través de una interesante fotografía, una cámara dinámica y minuciosos encuadres que aprovecha, sobre todo, la belleza de La Caponera, a cuya gracia y salero fue consagrado. Es el aspecto narrativo su punto débil, debido a que soslaya todo el mundo opresivo de la narrativa rulfiana y coloca a los personajes en una posición más asequible al espectador. Todo lo que de singular y sórdido tiene el texto original, su aura mística, el peso de la soledad y ese balance de fuerzas narrativas a través del empuje binario -suerte/infortunio, ganancia/pérdida, quien está arriba/luego está abajo- se pierde bajo la dulcificación de una narración marcada por el ensalce de los ambientes festivos, las canciones y lo más atractivo de las apuestas y los roces del juego y el azar.
Aunque es un filme bastante sólido y está considerada de las mejores películas de este director mexicano, en relación con su referente literario El gallo de oro se despoja de toda su fuerza, convirtiéndose en una simple historia de amor y duelo de galleros. De las características de Dionisio, su discapacidad es eliminada al igual que la prepotencia que lo lleva al suicidio, final literario que también es trocado por uno más benévolo en el que no hay muerte, ni esa visión cínica y mordaz que tenía Rulfo de la naturaleza humana. La Caponera es la gloria del filme y es salvada al final de ese destino inexorable que le había otorgado su creador «(…) murió una noche sola, sentada en su sillón de siempre, sin que nadie la auxiliara ni se enterara del ahogo que la llevó a la muerte, provocada por el alcohol».
La segunda adaptación del El gallo de oro es la que en 1986 realizó el director mexicano Arturo Ripstein con el nombre de El imperio de la fortuna, un filme mucho más logrado, que logra recoger todo el cinismo que encarna la obra original, siendo como producto cinematográfico más original y a la vez más fiel al texto de Rulfo. Seis años hacía de la primera publicación de la novela y había causado revuelo en el mundo literario por lo esperado de un nuevo texto de Juan Rulfo, luego de más de veinte años de ausencia. El filme es el inicio de la colaboración del director con la experimentada guionista Paz Alicia García Diego y podría considerarse una relectura de la historia, actualizada sobre la base de las nuevas tendencias de la cultura popular mexicana, como la lucha libre, el cine y a los nuevos tiempos que propician un cuestionamiento más agudo de las estructuras sociales y de poder.
El imperio de la fortuna es uno de los grandes filmes de Ripstein que en parte se apropia de la historia de Dionisio Pinzón, pues combina a la perfección con su gusto por grandes temas que se abordan en la novela, como la soledad, el azar y la imposibilidad de trocar la naturaleza de nuestra suerte y su cercanía con los ambientes y personajes limites, que arriesgan y pierden todo sin sobresaltos y que entienden la vida desde el margen de lo socialmente aceptable. Ripstein y García Diego utilizan el universo del texto literario como punto de partida para actualizar ese mundo costumbrista y enfrentarlo a un México finisecular en lucha con las mismas y con nuevas problemáticas. La visión rulfiana de la religión expresada magníficamente en la escena en que Dionisio avisa al cura de la recuperación de su vaca, el alcoholismo, la prostitución juvenil, la inserción de la lucha libre en la cultura popular, convirtiéndose en todo un género las películas de luchadores y la incorporación de las culturas foráneas que influyen hasta en las tradiciones más autóctonas, reflejada en La Caponera (Blanca Guerra), que ahora canta «Volaré», en vez de rancheras.
Muchas fueran las colaboraciones, adaptaciones e historias que Juan Rulfo aportó al cine, sin embargo, al parecer, ninguna fue completamente de su agrado. En una ocasión expresó «Yo la única película que hice se llamó La fórmula secreta. Originalmente se llamaba Coca-Cola en la sangre, pero le quitaron ese título porque pensaban que nadie iba a verla. Es la historia de un hombre al que le están inyectando Coca-Cola en lugar de suero y cuando empieza a perder el conocimiento siente unos chispazos de luz y la Coca-Cola le produce unos efectos horribles, y entonces tiene una serie de pesadillas y en algunas ocasiones habla contra todo. Esta película es una película ANTI. Es anti-yanqui, anti-clerical, anti-gobiernista, anti-todo… No la han dejado exhibir».
Muy bien por el texto, me parece concreto y muy informado.
Abrazos