Críticas
De ausencias y pesares
El hijo de Jean
Le Fils de Jean. Philippe Lioret. Francia, 2016.
El último largometraje del director francés Philippe Lioret, se presentó en nuestras pantallas con ocasión de la Gala de Clausura del último Festival de Valladolid. Cerró por tanto su Sección Oficial de largometrajes, en una edición en la que las relaciones paterno-filiales o materno-filiales estuvieron muy presentes en muchas de las obras seleccionadas. El desequilibrio que pueden producir las ausencias físicas o psíquicas de ciertos progenitores, pudimos saborearlo en obras como La madre, de Alberto Morais, Madre solo hay una (Mãe só há uma), de la brasileña Anna Muylaert, o en la vencedora del certamen, la italiana Locas de alegría (La pazza gioia), del realizador Paolo Virzì.
Con esta película, el director galo se centra en la historia de Mathieu, un parisino treintañero, empleado como comercial en una empresa de venta de productos para mascotas y que se encuentra separado de su mujer, con la que comparte un hijo pequeño. Inesperadamente, recibe una llamada de Canadá, en la que un desconocido le comunica que su padre biológico, al que jamás conoció, acababa de fallecer, y le dejó el encargo de enviarle un paquete. Este arranque es presentado por el realizador de una forma precipitada, intentando en pocos fotogramas explicar pasajes que abarcan toda una vida. En apenas unos minutos, se nos informa de la profesión del protagonista, en dónde trabaja, de la presencia de un compañero de su madre, de su estado civil y de que existe un hijo menor al que le presta toda la atención que le es posible.
Con la inesperada decisión de Mathieu en desplazarse inmediatamente a Canadá, subyugado por la necesidad y curiosidad de acercarse a aquello insospechado de su pasado, cambiamos de continente, y la película avanza, combinando momentos acertados y otros no tanto. Hasta el instante en que los guionistas, esto es, el propio director y Natalie Carter deciden dar a la trama un giro de ciento ochenta grados, disfrutamos de escenas bastante logradas, y que consiguen despertar nuestro interés, por la insensatez de determinados comportamientos, rencores antiguos, diferencias de caracteres o metas ya alcanzadas que terminan dejando un inmenso vacío; o por el contrario, actitudes en permanente búsqueda del máximo bienestar material, aún a costa de elementos mórbidos. En esas coyunturas, nos movemos en tierras extrañas, y permanecemos atentos a cualquier reacción, suceso o elemento en que puedan devenir los acontecimientos. Nos interesa el desencanto, la necesidad de indagar sobre lo ignorado, el visceral rechazo que puede provocar la verdad….
Los personajes, en los momentos canadienses, que coinciden con la casi totalidad del metraje, son dibujados en pocos trazos, pero con solvencia en esta ocasión para acercarnos a personalidades egoístas, fracasadas, expectantes o agotadas. Caracteres o temperamentos sosegados se mezclan con actitudes inquietas o alarmadas por el efecto mariposa que puede terminar creándose. A ello, se le unen actitudes hostiles, agresivas e interesadas. Todo atrae y también implica, sumergiéndonos en un mundo en donde las certezas, las imposturas o falsedades, recién surgidas o arrastradas a lo largo de años, se ven salpicadas por los intensos momentos que se están recorriendo.
El conjunto de lo anterior, cinematográficamente, y dejando aparte el arranque inicial, es mostrado con soltura, de una forma que nos atreveríamos a calificar como canónica aunque anodina, sin que nos arriesguemos a destacar elemento alguno que diferencie o haga distinguir al filme de otras obras en la misma línea de pulcritud, pero sin originalidad. En cualquier caso, lo más interesante de señalar es la utilización de un objetivo focal abierto, que permite que paisaje y sentimientos se aúnen, obteniendo con ello su particular protagonismo la naturaleza que rodea las escenas. Nos estamos refiriendo, concretamente, a los momentos que se desarrollan en el lago, esa extensión de agua que, metafóricamente, carece de nombre que le identifique. Son los instantes mas destacados del largometraje, y que por sí mismos ya justifican su visionado.
Nos hemos referido con anterioridad a ese giro de guion que se produce en un momento determinado, como elemento que creemos que resta interés al filme, conduciéndole por caminos sorpresivos, pero que terminan aportando mucho menos de lo que se podría imaginar, solo con dejar que los acontecimientos siguieran cursos naturales que parece ir moviendo la trama. Desconocemos si dicho cambio de orientación es idea de los guionistas, o ya se encuentra presente en el libro en el que está basado el filme, Si ce libre pouvait me rapprocher de toi (Si este libro pudiese acercarme más a ti), de Jean-Paul Dubois, aunque la lógica nos hace sospechar que sí que deriva de la historia narrada por la novela. A partir de ese trance, los elementos sorpresivos que se incrustan terminan por impactar desfavorablemente, con escenas que se alargan innecesariamente sin motivo, cambios de registros bruscos en interpretaciones, escenas insólitas, y un final amable y demasiado complaciente que nos deja fuera de juego.
El protagonista, Mathieu, está interpretado por el actor Pierre Deladonchamps, a quien ya conocíamos por su actuación en El desconocido del lago, de Alain Guiraudie (L’Inconnu du lac, 2013), papel con el que consiguió el Premio César al Mejor Actor Revelación. En esta ocasión, en una actuación que destaca por su sosiego, por el dibujo de un personaje repleto de inocencia y de reacciones pacíficas, también consiguió una nominación para los premios de la Academia Francesa, ahora como actor principal, aunque al final no lograra hacerse con el mismo. Igualmente fue nominado para dichos galardones, en la categoría de secundario, Gabriel Arcand, el actor canadiense que hace el papel de Pierre, el amigo de Jean, y que destaca favorablemente en el largometraje de Philippe Lioret, con el despliegue de un personaje que debe saber conjugar registros varios, para adecuarse al desarrollo de acontecimientos. Se trata de un intérprete de larga trayectoria. Estudiando la misma, nos hemos encontrado con la sorpresa de que intervino en la inolvidable película de 1986, El declive del imperio americano (Le Déclin de l’empire américain), del realizador Denys Arcand, autor también del todavía más inolvidable filme, Las invasiones bárbaras (Les Invasions barbares, 2003). Los apellidos no engañan. Ambos, actor y realizador, son hermanos.
Para terminar, nos quedamos con el sabor de haber presenciado una película, que a pesar de sus altibajos y de estar lastrada por la ausencia de elementos realmente significativos que le hubieran dado una trascendencia cinematográfica más elevada, consigue reunir algunos momentos y actuaciones destacadas. En definitiva, gracias a esas escenas e interpretaciones, no nos arrepentimos de haberla contemplado. Podríamos concluir indicando que estamos ante una obra, que si bien no ha llegado a alcanzar un sobresaliente, el notable sí que lo ha logrado con solvencia.
Tráiler:
Ficha técnica:
El hijo de Jean (Le Fils de Jean), Francia, 2016.Dirección: Philippe Lioret
Duración: 98 minutos
Guion: Natalie Carter, Philippe Lioret
Producción: Coproducción Francia- Canadá; Fin Août Productions / Item 7
Fotografía: Philippe Guilbert
Música: Flemming Nordkrog
Reparto: Pierre Deladonchamps, Gabriel Arcand, Catherine de Léan, Jean-Pierre Andréani, Christopher Atallah, Caroline Bizier-Brière, Tania Bolduc, Anne-Valérie Bouchard, Valerie Cadieux, Pierre-Yves Cardinal, Patricia Dorval, Emmanuelle Dupuy, Hubert Dupuy, Pierre-Luc Fontaine
Mi lengua materna es el inglés y vi esta película con subtítulos en español, lo que hizo un poco difícil seguir el argumento de la película. No obstante, sentí que los principales puntos de inflexión y los hechos importantes relacionados con las relaciones de los personajes primarios eran tan sutiles que se perdió fácilmente. Sospecho que más de una persona salió del teatro sin entender a fondo la historia … y no por el lenguaje … sino porque parece que el director pretendía que fuera así.
El hijo de «Pierre».