DVD
El hombre sin edad
El hombre sin edad (Youth without Youth, Francis Ford Coppola, 2007), incomprensiblemente, nunca llegó a estrenarse en las salas españolas, a pesar de tratarse del primer largometraje del realizador de El Padrino (The Godfather, 1972) y Apocalipsis Now (Apocalypse Now, 1979) desde la ya lejana Legítima defensa (The Rainmaker, 1997). Es verdad que se trataba de una película relativamente modesta, pues contaba con un presupuesto de cinco millones de dólares y un equipo de rodaje bastante reducido, pero no deja de ser una película de Francis Ford Coppola, y me atrevería a decir que una de las mejores que ha dirigido en los últimos años, ya que lo ajustado del presupuesto no se refleja, ni mucho menos, en el resultado, digno de una gran producción. Ahora, cinco años después, llega una interesante edición en DVD que viene a subsanar una política de distribución en ocasiones demencial.
El tiempo, uno de los motivos más recurrentes de toda la filmografía de Coppola, y la percepción que el ser humano tiene de su paso, es el eje sobre el que se articula El hombre sin edad, película basada una novela del escritor rumano Mircea Eliade, Tiempo de un centenario. En toda la obra de Eliade, incluso en la de ficción, confluyen muchos elementos religiosos, mitológicos y filosóficos. En este sentido, no debe extrañar que la película reflexione sobre el origen del lenguaje y su importancia en el desarrollo de la conciencia humana.
El hombre sin edad comienza en la Navidad de 1938, en vísperas, por tanto, de la Segunda Guerra Mundial. Son tiempos convulsos, y especialmente en Rumanía. El profesor Dominic Matei (Tim Roth), sin embargo, permanece ajeno a todo ello, tratando de escribir la obra en la que lleva enfrascado más de media vida. Frustrado por la imposibilidad de acabarla, abandona Piatra Neamt y se dirige a Bucarest para suicidarse, pero, nada más llegar allí, le cae un rayo y ocurre un acontecimiento inaudito: no solo rejuvenece, sino que su mente desarrolla unas capacidades extraordinarias. La vida, por tanto, parece haberle concedido una segunda oportunidad para acabar su gran obra.
A partir de ese momento, la cinta va flirteando de forma nada disimulada con diversos géneros cinematográficos, desde el drama bélico hasta el cine de espías, con algún guiño más o menos disimulado a películas de superhéroes. Así, hay en El hombre sin edad algo de El tercer hombre (The Third Man, Carol Reed, 1949), pero también de títulos tan dispares como En busca del arca perdida (Raiders of the Lost Ark, Steven Spielberg, 1981) o incluso Hellboy (Guillermo del Toro, 2004), por no mencionar algunos clásicos de la ciencia ficción en los que se aborda el tema del doble (doppelgänger), como ocurre en Solaris (Solyaris, Andrei Tarkovski, 1972).
Toda la acción transcurre entre 1938 y 1969, con algunos flashbacks, eso sí, que se remontan a la primera juventud de Dominic Matei. Perseguido por los nazis, Matei debe exiliarse en Suiza, donde va cambiando de residencia periódicamente (Ginebra, Zurich, Berna…). Al acabar la contienda, Dominic conoce a Veronica (Alexandra Maria Lara), su alma gemela, en la que cree reconocer a Laura, su antigua novia. Hay algo realmente paradójico en El hombre sin edad, una película que muestra nuestra insignificancia en un mundo tan grande y deja constancia de que la mente humana sigue albergando infinitos misterios. La filosofía y los estudios orientales abren múltiples posibilidades, todo un mundo por explorar.
Sin duda, Francis Ford Coppola ha dirigido una pequeña joya que aborda temas escasamente tratados por el cine. Se habla de transmigración de las almas, del hombre post‑histórico, del origen del lenguaje, pero, al final, lo que queda es la percepción de nuestra propia fragilidad, ya que nuestras vidas están llenas de paradojas y puntos de inflexión, y un pequeño acontecimiento puede cambiarlo todo.