Críticas
El último policía independiente o un spaghetti western en las costas de Irlanda
El irlandés
The Guard. John Michael McDonagh. Irlanda, 2011.
John McDonagh hizo su primera incursión en la escritura y la dirección con The Second Death, un cortometraje lanzado en 2000. Luego adaptó la novela de Robert Drewe Our Sunshine en el guión de la película de Ned Kelly (2003), que fue dirigida por Gregor Jordan.
Con el estreno de The Guard, su primera película como director, McDonagh recibió elogios de la crítica, y el film se convirtió en el mayor éxito financiero de todos los tiempos, como película independiente irlandesa.
Una simple historia policial, protagonizada por Brendan Gleeson y Don Cheadle, es la base de este singular film: unos días antes del desembarco millonario de cocaína en el puerto irlandés de Connemara (Conamara en irlandés), al sargento Boyle le asignan de compañero a un joven policía, que es asesinado por los narcotraficantes. No pasarán muchas horas hasta que la corrupción alcance a la cúpula policial irlandesa, mientras el incorruptible sargento Boyle y un detective del FBI quedan solos para enfrentar a los delincuentes y, de esta manera, abortar la operación.
Aunque The Guard es una comedia policial ágil, entretenida y compacta, el espíritu del spaghetti western sobrevuela en varias oportunidades, otorgándole al sargento Boyle condiciones de un héroe, que de héroe casi no le queda nada, ya que su vida es simple y trata de llevarla adelante de la mejor manera posible, aunque esta muy lejos de ser perfecta. A este espíritu de los western de los años setenta, con personajes mediocres y héroes solitarios, no nos remite solamente la música compuesta con cuerdas y trompetas, sino también los encuadres y las letras de los créditos al comienzo y final del film.
Por ejemplo, en una de las escenas finales, cuando el sargento Boyle, decidido a enfrentar a los narcotraficantes, comienza a caminar por la acera angosta del muelle,
la cámara, ubicada al ras del suelo, realiza un movimiento ascendente que termina en contrapicado, mientras la banda sonora irrumpe con las trompetas clásicas de los spaghetti western, al estilo de las composiciones del genial músico Ennio Morriconne, mostrando al uniformado como un héroe, un hombre totalmente decidido a todo, con tal de cumplir con su deber.
El guión es tan simple como “compacto”. No hay elementos ni personajes de más, cada uno cumple una función y esto le otorga al film solidez y eficacia. El director incluyó una secuencia en la se ve al investigador del FBI, Wendell Everett, trotando en la playa; en un momento se detiene y, girando sobre sí mismo, divisa algo extraño en el mar. En el siguiente plano veremos al sargento Boyle saliendo de las frías aguas con un traje de neopreno. El norteamericano, lleno de estupor, no le crédito a sus ojos. El sargento, caminando a su lado, realiza un comentario sobre el clima frío de la mañana. La sencillez del guion incluye esta simpática escena para volver sobre ella en el desenlace, que no adelantaremos.
Para algunos el personaje de la madre de Boyle (Fionnula Flanagan) sobra. Nada más equivocado, ya que nos brinda la posibilidad de conocer la personalidad del personaje del sargento de un modo global, descubriendo su lado cariñoso y tierno, capaz de amar y de respetar, algo que fuera de ese vínculo parece imposible de lograr.
Los diálogos entre los personajes son tan simples e irónicos que sorprenden. En los momentos de mayor tensión se escucha decir frases como esta: “¿Cuándo la mafia liquida, lo convierte en líquido?”. Seguramente, estas palabras dichas por el jefe de la policía de Irlanda al inspector de FBI lo descolocan. O cuando el norteamericano se dirige al sargento Boyle diciéndole: “definitivamente, no se si eres un maldito estúpido o un maldito inteligente”, una frase que vuelve a su memoria al final del film, cuando descubre que en la simpleza e ingenuidad de la personalidad de Boyle se esconde su genialidad.
Volviendo una vez más a la aproximación que mantiene este film con el spaghetti western, centrémonos en su personaje principal, el sargento Boyle.
En algunos aspectos, no se asemeja al héroe que muchos de nosotros tenemos conceptualizado en nuestro imaginario. Por empezar, no tiene un aspecto físico identificable al de un héroe: no es joven ni esbelto. Tampoco aparenta grandes cualidades deductivas, sino más bien parece ser infantil en sus razonamientos, en sus temores y en sus conclusiones. Sin embargo, en Boyle encontramos rasgos similares a los de algunos policías de las series televisivas norteamericanas de finales de los setenta, héroes con personalidades simples, un poco torpes, pero con una gran claridad a la hora de discernir entre el bien y el mal, logrando combatir con éxito la delincuencia.
Sobre su honestidad: a pesar de que el director dio variadas muestras de la incorruptibilidad de Boyle, lo expresa explícitamente en la escena en que el sargento se encuentra en un bar, amenazado por el jefe narco, quien lo soborna, dejándole sobre la mesa un paquete de dinero. Boyle está bebiendo una malteada, la termina sorbiendo con ruido y agarrándose la cabeza, suspira. A la pregunta de la chica que lo acompaña sobre qué va a hacer, le contesta: “Solo debo esperar un momento, siempre que tomo malteadas dobles me agarra un terrible dolor de cabeza”. La chica lo mira y sonríe, comprendiendo que al sargento Boyle nada ni nadie lo asusta y, menos aún, nadie lo soborna, incluso sabiéndose solo en una lucha contra el crimen, donde toda la policía ya fue sobornada.
Así como en los spaghetti western los personajes logran realizar acciones heroicas, muchas veces en solitario, a pesar de tener un pasado turbulento, el personaje de The Guard logra alcanzar una meta heroica, incluso con una vida algo desordenada en sus afectos y una profesión junto a la ley, llevada adelante del modo más sui- generis. Como le dijera el inspector del FBI, Wendell Everett: “Usted es un policía poco convencional, y no se lo digo como un cumplido”, palabras a las que Boyle responde con una franca sonrisa.
Finalmente, nos centramos en la locación. John Michael McDonagh muestra Irlanda al mundo desde una óptica sumamente particular: la mirada de un irlandés, a través de las facetas su pueblo: para McDonagh, los irlandeses poseen una gran cultura (los tres delincuentes viajan en el interior de un auto conversando sobre filosofía y literatura), son discretos y protectores entre sí (no se abren a los interrogatorios del investigador del FBI norteamericano) y son discriminadores (frente al inglés, al norteamericano, a los negros, a los asiáticos y a los sudamericanos).
Habrá que esperar el nuevo proyecto de John Michael McDonagh, donde intervendrá nuevamente Brendan Gleeson, para ver si este irlandés logra consolidar su carrera. Calvario será un drama oscuramente cómico acerca de un buen sacerdote atormentado por su comunidad.
Trailer
Ficha técnica:
El irlandés (The Guard), Irlanda, 2011.Dirección: John Michael McDonagh
Guion: John Michael McDonagh
Fotografía: Larry Smith
Música: Calexico
Reparto: Brendan Gleeson, Don Cheadle, Liam Cunningham, David Wilmot, Rory Keenan, Mark Strong, Fionnula Flanagan, Dominique McElligott, Sarah Greene, Katarina Cas, Pat Shortt, Darren Healy, Laurence Kinlan, Gary Lydon.
Gisela, nuevamente me encuentro con una crítica tuya y coincido plenamente contigo.
He visto en El Irlandes mucho del Western Spaghetti puesto en las situaciones en que realmente son así de «dantezcas» aunque colmadas de una realidad pura.Quiero decir que en esta historia tragicómica el Western Spaghetti está en las situaciones donde el protagonista principal asume su rol de «hombre-policia en servicio» realizando (como tu bien has dicho) acciones heróicas, pero sin caer en el «cuasi-subrealismo» del Western.
El personaje del sargento Boyle representa al hombre irlandes noble, simple, casi infantil, poseedor de un gran temple, orgulloso de su estirpe y su pasado que defiende a capa y espada llegando hasta el racismo para evitar lo inevitable: La transculturalización.