Críticas
Un homenaje a los perdidos, “sin nombre”
El maestro del agua
The Water Diviner. Russell Crowe. Australia, 2014.
En su debut como director, el conocido actor neozelandés, Russell Crowe, (Gladiator, 2000; A Beautiful Mind, 2001), decide llevar a la pantalla una historia profunda y compleja. Emprende un proyecto personal y ambicioso; una producción australiana que significa un enorme reto en su carrera, en el que vuelca un apreciable esfuerzo, dedicación y, por supuesto, años de experiencia, si no como director, sí como asiduo integrante del mundo del cine norteamericano.
El maestro del agua, historia basada en hechos reales, se remonta a dos diferentes escenarios, Australia y Turquía, en dos fechas distintas, 1915 y cuatro años más tarde. Nos presenta la batalla de Gallipoli, Turquía, durante la Primera Guerra Mundial, en la que lucharon turcos otomanos contra australianos y neozelandeses, para más adelante narrarnos la desgarradora travesía de un padre, Joshua Connor, interpretado por el mismo Russell, en búsqueda de sus hijos, desaparecidos en la misma. Para tratar de localizarlos utiliza la intuición que lo caracteriza, una especie de don de adivinación que le ha permitido, a lo largo de su vida, encontrar agua, el vital y apreciado líquido, aún en los más áridos paisajes australianos de principios del siglo veinte. El viaje que emprende el dolido padre será, además, uno hacia dentro de sí mismo, en demanda de respuestas, pero sobre todo, en busca de paz interior.
La traumática huella que ha dejado esta importante batalla en la población australiana se aprecia, asimismo, en la película Gallipoli (1981), del director Peter Weir, y el actual film lo remite a nuestra memoria. Ambas cintas dejan bien claro que la guerra es un absurdo, un evento en el que por regla general nadie gana, en el que seres humanos comunes, con cualidades y debilidades, con familias y un futuro por delante, abandonan todo y son arrastrados a un remolino de violencia sin sentido.
La batalla en cuestión, de la que somos testigos en El maestro del agua, nos muestra el sufrimiento de ambos bandos, el caos y el terror que se vive en los momentos cruciales y la desesperación de los tres hermanos, hijos de Joshua, por cuidarse y defenderse entre ellos, como su padre les inculcó.
El contraste de los tiempos narrados en el filme resulta atractivo e interesante, Crowe alterna las fuertes imágenes de una cruenta guerra con la muy bella fotografía en tonos sepias, naranjas y amarillos de los vastos y abiertos paisajes de Australia, con una estética en composición e iluminación que dan cuenta de la cuidada técnica que logró manejar el director en mancuerna con Andrew Lesnie, su director de fotografía, alcanzando esa perfección de imagen muy característica de sus anteriores trabajos, como El señor de los anillos y El Hobbit.
Quizá el logro técnico, en cuanto a estética y fotografía, sea el más valioso de la película. Como ejemplo está la tormenta de arena en el paisaje desértico australiano, que resulta realmente asombrosa y bien ejecutada. Asimismo, las imágenes de las batallas nocturnas, que son fuertes y complicadas, pero técnicamente muy bien alcanzadas.
Por otro lado, la exposición que se hace de la colorida riqueza de Constantinopla, actual Estambul, de su patrimonio cultural, sus mercados, su música, capturando momentos de gran acierto en la película, son anzuelos que atrapan la atención y que, por su belleza, encantan.
La continuidad narrativa, por el contrario, nos aleja en ciertos intervalos, no se sostiene un ritmo constante de tensión dramática que conserve al espectador conectado con la historia. El tema sí resulta interesante, uno está atento, mas no al borde de la butaca, o impaciente por conocer un desenlace que, desafortunadamente, resulta predecible.
Esta desconexión tal vez se deba a la falta de expresión del protagonista, quien no muestra grandes cambios en su personaje y se percibe en ocasiones algo estático en su actuación. El espectador no se vincula emocionalmente como cabría esperar en una cinta con un tema tan fuerte y dramático. Russell Crowe ha demostrado más de una vez su capacidad histriónica, no obstante, esta vez el reto fue dirigir al mismo tiempo, lo cual no termina de engranar del todo.
Un respiro que provoca un cambio en el ritmo y se agradece, es la aparición de Orthan (Dylan Georgiades), un pequeño de diez años que con su energía da vida a una película que, a veces, se siente plana. Él y su bella madre, Ayshe (Olga Kurylenko), ciudadanos de Constantinopla, albergan a Joshua en una casa de huéspedes. Ayshe es una mujer afligida por su situación, pero al igual que la de Crowe, la actuación de Kurylenko es algo floja, no muestra gran movimiento en su personaje, y por lo mismo se aprecia lejana al espectador.
La convivencia con estos personajes, junto con los flashbacks de la vida familiar en que se presenta a Joshua leyendo Las mil y una noches a sus hijos, muestra una marcada intención de demostrar que el intercambio cultural no sólo es posible, sino enriquecedor. Así lo muestra también a través de la amistad que entabla con dos importantes personajes, Cemal (Cen Yilmaz) y Hasan (Yilmaz Erdogan), quienes destacan por sus buenas actuaciones, acentuando los rasgos de unos personajes bien desarrollados, con una interesante personalidad.
Por su parte la banda sonora a cargo de David Hirschfelder, es otro acierto, ya que la música acompaña cómodamente la historia, fue creada especialmente para la cinta y se integra bien a ella. Incluso algunas de las canciones son interpretadas por los mismos actores, como una de Kurylenko, y otra de de Cen Yilmaz. Asimismo, la canción final de la película, que aparece en el momento de los créditos, es sumamente atractiva y pegajosa, por lo que seguro tendrá mucho éxito comercial; su nombre es Love was my alibi, con letra del mismo Russell e interpretada por Kris Fogelmark.
Está claro que como director, Russell Crowe tiene un largo camino por recorrer, pero para ser ésta su ópera prima, logra un buen resultado, con un film épico, de tema álgido, una historia trágica, con un laxo toque de romance, aunque sin duda lleno de bellas imágenes, compuestas con un cuidado extremo. Por cierto, las secuencias de las batallas están reamente bien dirigidas, siendo éstas de gran complejidad. Probablemente el aspecto a trabajar en futuros proyectos, sería en el del manejo de las emociones, que finalmente son las que conectan con el espectador para hacer de un filme, una obra memorable.
Trailer:
Ficha técnica:
El maestro del agua (The Water Diviner), Australia, 2014.Dirección: Russell Crowe
Guion: Andrew Anastasios, Andrew Knight
Fotografía: Andrew Lesnie
Música: David Hirschfelder
Reparto: Russell Crowe, Olga Kurykenko, Jai Courtney, Isabel Lucas, Cen Yilmaz, Yilmaz Erdogan
Coincido con la crítica: gran factura visual, muy interesante historia, equilibrado uso de los flashbacks, escenas de guerra muy bien resueltas, utilización acertada del paisaje como un integrante más de la narración… pero actuaciones de Crowe y Kurykenko algo planas por lo que la historia pierde algo de fuerza e interés en algún momento. Un corolario: es un momento histórico complejo y poco conocido en la historia del Imperio Otomano y de Grecia y el guión aborda la cuestión habiendo hecho los deberes y no errando en su roce con la historia.Única crítica: el trato maniqueista que contrasta Turcos y Griegos donde el oficial Turco es de factura impecable y el oficial Griego se nos presenta como un bandolero sanguinario y mugriento.
Fede, coincido con los comentarios. Detalle visual muy bien trabajado. Historia con fuerza y actuaciones más bien planas, que, según mi criterio, deja a la historia en primer plano, antes que la actuación. Crowe aún tiene camino por recorrer como productor, pero este debut lo hace prometedor.
Lo que para mí destaca, la banda sonora. El tema principal, muy bien elegido y colocado.
Saludos!
Gracias por comentar Fede, como bien dices, el cine se apega comúnmente a estereotipos y etiquetas. Por supuesto los creadores se deberían cuidar más de caer el ellos. Saludos!
Adhiero totalmente a lo que decís de cómo se nos presenta el general griego.
La historia muestra destellos de congoja hacia una guerra innecesaria (como toda guerra), pero hay ciertos diálogos que demuestran lo contrario. Por ejemplo, verás cuando Crowe le exige respuestas al oficial turco por la muerte de su hijo, siendo que los australianos habían invadido su país y habían tenido más del triple de bajas que ellos… En esos primeros pasajes de la película, ese oficial turco se presenta como un ser distante y desalmado, agregando más ingredientes a esta idea.
«La historia la escriben los que ganan» reza la frase, nunca tan acertado para expresar la idea general de la película.
A mí me dejó una muy buena impresión, más teniendo en cuenta que es su opera prima!
Es cierto lo que decís, bastante flojo Russell Crowe, tiene una inexpresividad a lo largo de la película que un poco te saca el interés. Y de Kurylenko lo mismo, en un principio lo atribuí a una característica de la cultura a la que está representando, pero después me di cuenta de que le faltaba algo realmente.
Gracias por comentar Sebas! Es verdad que deja una buena impresión, y ahora tendremos que esperar a sus siguientes trabajos, para ver cómo lo hace.
Saludos!
Creo que a Crowe y todos los demas artistas se expresan muy de acuerdo al tema de la cinta,si buscaban expectacularidad y no calidad se equivocaron de pelicula
Si viajará a Estambul como podría encontrar la casa de huéspedes a donde lo llevo ( rusell creaw) el pequeño Orthan ( dylan georgiades )
Creo que muchos no comprendieron el personaje de Crowe. Es un hombre sencillo de pocas palabras, tímido para entablar relaciones con mujeres (el mismo lo dice en la escena de la escalera), acostumbrado a reprimir sus emociones. Cómo se puede pretender que el personaje no sea plano? Sin embargo, detrás de sus movimientos medidos, está la mirada de sus ojos azules, sus gestos chiquitos, mínimos, que ocultan un dolor inenarrable. La última escena, cuando llega al jardín del hotel en busca de Aysha, ilustra a la perfección lo que digo.
Coincido en que el final es precipitado y que podría haberse demorado más en esa maravillosa sonrisa de un hombre que al fin alcanza algo parecido a la felicidad.