Críticas
El maravilloso cine de Alice Rohrwacher
El país de las maravillas
Le meraviglie. Alice Rohrwacher. Italia, 2014.
«No constituye la esencia de las piedras permitir a los viajeros atravesar los ríos sin mojarse los pies, así como tampoco la esencia de las rajas del melón es facilitar un reparto equitativo por el pater familias». Intentando explicar el realismo baziniano, Andre S. Labrathe cita una de las tantas construcciones metafóricas del crítico, refiriéndose a la construcción del relato en Paisa, de Rosellini (1946). En dicho filme, según Bazin «la unidad del relato cinematográfico no es el ‘plano’, punto de vista abstracto sobre la realidad que se analiza, sino el ‘hecho’. Fragmento de realidad bruta, en sí mismo múltiple y equívoco, cuyo ‘sentido’ se desprende sólo a posteriori gracias a otros ‘hechos’, entre los cuales la razón establece relaciones». El país de las maravillas, de Alice Rohrwacher, funciona de una forma similar, construyendo en una serie de microrrelatos una fábula que repasa la dinámica campo-ciudad y la intromisión del espectáculo citadino en el rústico y pausado mundo rural.
Con su segundo filme, la directora confirma su interés por las dicotomías y el abordaje de la realidad desde la perspectiva infantil femenina. Sus protagonistas, niñas y adolescentes, son testigos pasivos de un mundo que sin necesidad de una intervención profunda se desmorona por la naturaleza contradictoria de las fuerzas que lo sostienen como antítesis de una mirada simple, joven y renovadora. El personaje que sirve de hilo conductor de la historia, Gelsomina, se podría decir que es una continuación de Marta, la protagonista de la ópera prima de Rohrwacher. Ambas son jóvenes observadoras, cuya función es contraponer una perspectiva generacional a las tradicionales estructuras de poder social y familiar. A Marta la preparan para la Confirmación, mientras observa el descalabro espiritual y humano que se dibuja alrededor de esta comunidad religiosa. La escena donde desmontan la cruz de diseño moderno con neones que domina el fondo del altar, y dejan la pared vacía debido a que la escultura del Cristo tradicional nunca llega pues se ha despeñado por un barranco hacia el mar, es de una fuerza simbólica enorme.
Y esta es una de las características del cine de la directora italiana, que gusta de insertar planos de gran fuerza alegórica, ya sea a través de secuencias de carácter puramente metafórico o mediante la construcción de planos con diversos niveles de lectura. Nada en la fotografía de Hélène Louvart (Xenia, 2014; Pina, 2011; Las playas de Agnes, 2008) es improvisado. Sus dos colaboraciones con Alice Rohrwacher rezuman una espontaneidad minuciosamente planificada y un gran dominio de la poética visual. Deudora de las vanguardias cinematográficas italianas y, en mayor medida, de Fellini, la estética de El país de las maravillas se caracteriza por una fotografía áspera, de mirada intimista y movimientos cámara en mano que recuerdan los mejores filmes del Neorrealismo. El uso de escenarios naturales y la casa, un espacio poco detallado que pareciera una extensión del exterior descuidado y rústico, en el que se desenvuelven los personajes la mayor parte del tiempo. La iluminación natural y el uso dosificado de una iluminación artificial, cuya función es solo dejar ver, refuerzan esta idea.
El filme narra la historia de una familia de apicultores. Gelsomina, la mayor de las hijas, se prepara para ser la continuadora de una tradición iniciada por su padre, a la cual ella no está segura de pertenecer. Vive con sus hermanas, su madre y una tía en la granja donde trabaja siendo el sostén y esperanza principal de la subsistencia del negocio familiar. Su vida transcurre apacible entre el trabajo y la cotidiana dinámica familiar. Un día se encuentran con la filmación del concurso «El país de las maravillas» y descubre un mundo desconocido. Milly Catena (Mónica Belluci) es una especie de diosa griega que anuncia un concurso de televisión donde premiarán al mejor productor de la zona. La joven siente curiosidad y quiere inscribirse, pero para ello tendrá que luchar contra la voluntad de su padre que piensa que todo lo que no sea su cotidianidad son tonterías e intenta mantener a su hija fuera de estas distracciones.
Con el guion de este filme, pareciera que la directora homenajea, a la vez que se interesa parcialmente en los temas trascendentes de un clásico como La Strada (1954), de Federico Fellini. Aunque no asume el discurso del filme en toda su dimensión, lo utiliza para subrayar la fuerza de la relación entre padre e hija y revivir aquella forma de vida simple y nómada que ahora se ve amenazada. No creo que sea casualidad que la joven protagonista se llame Gesolmina, como tampoco lo es que su padre sea un hombre de carácter violento y agresivo, muy parecido a Zampano. Aunque las motivaciones de Wolfgang son de signo diferente, en ambos hace mella la pérdida y la simple idea de ella los lleva a la ofuscación. La candidez, la infantil inocencia, la curiosidad, la lealtad y el amor incondicional igualan a estas dos Gesolminas, y la exacerbación del carácter ante las contrariedades iguala a Wolfgang y Zampano. La concepción vital, libre e improvisada, de esta familia rural rememora aquellos circos ambulantes que dormían a la luz de la luna.
En El país de las maravillas es el final de un mundo simbólico lo que aterra a Wolfgang. Es lo único que atina a decir cuando Milly lo entrevista como finalista del concurso. En resumidas cuentas, es un hombre simple –mucho más simple y menos castigado que Zampano- que no está hecho para la representación y el espectáculo. No tiene, como su compadre Carlo, el verbo complaciente que se necesita para triunfar en este medio. Su carácter campesino y simplón lo lleva a defender su espacio con un fanatismo violento, y su sacrificio frente a Gesolmina estará más en la órbita de la condescendencia y la rendición frente a sus deseos. Como le dice Coco, no puede construir un muro a su alrededor, y él es capaz, por ella, hasta de gastarse todos sus ahorros en un camello.
Esta Gelsomina vive en un espacio marcado por la tradición –al igual que su precedente Marta. Su historia se enmarca en esta lucha entre lo nuevo y lo viejo, lo establecido y lo que está por establecerse por el empuje de unas fuerzas que actúan tanto en el interior como en el exterior. El espectáculo urbano irrumpe en la pacifica vida rural, trae todo su artificio y convierte la simple naturaleza en algo insignificante. La inquietud juvenil irrumpe e interrumpe lo que se estableció a priori y pulsea con las costumbres. Los hechos como fragmentos de realidad bruta se van estableciendo en un orden que al igual que las piedras del rio baziniano dependen de fuerzas naturales impredecibles como la razón.
Ficha técnica:
El país de las maravillas (Le meraviglie), Italia, 2014.Dirección: Alice Rohrwacher
Guion: Alice Rohrwacher
Producción: Tempesta / Rai Cinema
Fotografía: Hélène Louvart
Música: Piero Crucitti
Reparto: Maria Alexandra Lungu, Sam Louwyck, Alba Rohrwacher, Sabine Timoteo, Agnese Graziani, Monica Bellucci
Hola! Quisiera saber cual es el titulo de la cancion, que ellas bailan,
Gracias,Saludos!!