Críticas
A Stromboli con acento francés
El reflejo de Sibyl
Sibyl. Justine Triet. Francia, 2019.
Sibyl es un paradigma de ruptura con uno mismo. Acude a una variación de temas muy recurrentes del cine posmoderno. Entre ellos, podemos encontrar el cuestionamiento de la identidad, el cuerpo físico como exploración de los límites ante un vacío moral, una fractura solapada y desdibujada entre realidad y ficción y una línea temporal desordenada que juega sus cartas en la significación del filme. El reflejo de Sibyl (título dado en España, que sugiere mucho más que el original) puede darnos ya ciertas pistas si la relacionamos con la portada, en la que aparece medio rostro de Virginie Efira, que dará vida a la protagonista de la historia, y Adèle Exarchopoulos (Margot), es decir, su reflejo. La directora francesa Justin Triet nos muestra un juego de espejos enrevesado en un drama psicológico que sigue la estela de directores como Michelangelo Antonioni o Woody Allen, eso sí, llevado a un plano mucho más superficial y menos trascendente.
El primer plano dispara con nerviosismo al motor de la historia, que no tarda ni un segundo en desvelarse. Es ocurrente, pues no vemos el comienzo del dilema, sino su decisión expresada al mundo. Y es la respuesta de su compañero, mientras comen en un restaurante, lo que hace entender esa decisión. Su amigo le advierte de lo difícil que es dedicarse a la escritura, y parece saber de buena tinta que los libros no viven sus mejores tiempos. Le aconseja, pues, beber de la realidad para crear la ficción. Sibyl quiere dejar su consulta como terapeuta y dedicarse a escribir una novela. No tarda en despachar a los últimos pacientes y abrir el portátil para empezar a escribir sobre la página en blanco, pero una llamada de teléfono pidiendo ayuda pone en alarma todos sus instintos, que parecen retenerla en la consulta, al menos, por última vez. La llamada es de Margot, una joven actriz emocionalmente desestabilizada que ya no confía en sus propias decisiones. Está rodando una película en la pequeña isla italiana de Stromboli, junto a un actor que la ha dejado embarazada después de tener una aventura. Para colmo, la directora de la película y el actor mantienen una relación. Margot se ve entre las frías cuerdas del posible aborto, por eso acude a Sibyl, desesperada. Pero Sibyl parece hipnotizada por la historia, incluso graba las conversaciones, mientras la joven le desvela sus confesiones. ¿Por qué?
La protagonista utiliza tales confesiones para relatar y darle vida a su novela, pero la auténtica razón profundiza mucho más en su psique. No podemos advertirlo desde un inicio, porque el montaje juega constantemente con el presente y el pasado, y, a modo de flashbacks, las gotas de información que recibimos ayudan a rellenar esos espacios que nos faltan en esa actitud que va mutando a medida que avanza la cinta. Cuando nos aproximamos al núcleo de la historia, nos percatamos de que hay una protagonista con un perfil bien dibujado; fuma de un cigarrillo electrónico porque está intentado dejar de fumar, tuvo problemas con el alcohol en su pasado, siempre ha querido dedicarse a la escritura, y vemos cómo hay algunos vacíos existenciales, tanto en su vida matrimonial como en la muerte de su madre. Es invitada por Margot, o mejor dicho, casi obligada a acudir al set de rodaje de Stromboli, ya que las inestabilidades emocionales de los dos actores principales están impidiendo llevar el rodaje a buen puerto. La pequeña isla hacia donde se dirige Sibyl tiene una particularidad nada despreciable, y es que justo encima del set de rodaje hay un amenazador e imponente volcán activo, símbolo de las convulsiones y conflictos internos que conviven, y, a su misma vez, queman por dentro a nuestra protagonista.
No ha sido buena idea poner los pies en la isla, pues la catarsis aguarda entre tierra volcánica y un cristalino océano. Sibyl se está dando cuenta de que está quedando atrapada en la historia de su paciente, incluso comete un acto de vampirización, colándose en su vida y manteniendo una fugaz aventura con el actor principal, del cual la joven se había quedado embarazada. Justo antes y, debido a ciertos problemas en el rodaje, le piden que ella misma dirija una escena en la que los dos actores se besen desenfrenadamente en un barco. Hasta ese punto se ha introducido Sibyl en la vida de Margot, hasta el punto de re-direccionar sus vidas.
Nuestra heroína se ha perdido en su propio laberinto mental y ficticio. Ha vuelto a fumar, vuelve a beber alcohol y los fantasmas del pasado, que nunca desaparecen y son eternos, se presentan en Stromboli con mucha más fuerza. Hay una secuencia que me resulta crucial para entender la problemática del filme. Se trata de una escena en la que Sibyl acude a terapia grupal. Todos están cogidos de las manos, mientras al unísono pronuncian unas palabras. La cámara se aproxima y se centra en la protagonista: “Dios, dame serenidad para saber las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo y la sabiduría para saber la diferencia”. Aquí reside un mensaje oral solemne que bordea toda la película y deja al desnudo toda encriptación narrativa.
De todos los flashbacks que aparecen, hay una historia que tiene la cualidad de ser la espina dorsal de todo el relato y que pondrá punto y final a una película de metaficción con tintes dramático/psicológicos sugerentes, pero demasiado abiertos y livianos como para elevar la historia y a sus personajes a un nivel realmente importante. Se respira puro cine europeo en el metraje, sin embargo, tengo la sensación de que Justine Triet necesitaría una trilogía para acabar de dibujar profundamente a todos sus personajes que, a excepción de Sibyl, acaban siendo fantasmas al servicio del relato. La resolución de conflictos tampoco sale muy bien parada, el filme se compone de demasiadas tramas y subtramas y la mayoría corre la fatídica suerte de no tener un final digno, dando sensación de relleno o, peor aún, de insustancialidad en temas relativamente trascendentes.
Tráiler:
Ficha técnica:
El reflejo de Sibyl (Sibyl), Francia, 2019.Dirección: Justine Triet
Duración: 100 min. minutos
Guion: Justine Triet, Arthur Harari (Diálogos: David H. Pickering)
Producción: Coproducción Francia-Bélgica; Les Films Pelléas / France 2 Cinema / Les Films de Pierre / Page 114 / Auvergne Rhône-Alpes Cinéma / Scope Pictures / Le Pacte / MK2 Films / Canal+ / Ciné+ / France Télévisions / CNC
Fotografía: Simon Beaufils
Reparto: Virginie Efira, Adèle Exarchopoulos, Gaspard Ulliel, Sandra Hüller, Niels Schneider, Laure Calamy, Paul Hamy, Arthur Harari, Adrien Bellemare, Jeane Arra-Bellanger, Liv Harari, Lorenzo Lefèbvre, Aurélien Bellanger, Philip Vormwald, Henriette Desjonquères, Agnès Tassel, Judith Zins, Duccio Bellugi-Vannuccini, Natascha Wiese, Fabrizio Mosca, Etienne Beurier, Frank Williams