Críticas
El alivio de los impulsos negativos y vengativos
El silencio de la ciudad blanca
Daniel Calparsoro. España, 2019.
Me llamó la atención esta cinta cuando me di cuenta que transcurría en la ciudad vasca de Vitoria, que visité fugazmente hace años y que me causó una agradable impresión de orden y de tranquilidad. Hace parte de una forma de hacer cine que he visto bastante común en España, la de las películas de suspenso que tratan el tema de los homicidios misteriosos que nadie parece capaz de resolver, hasta que algún obstinado hombre o mujer detective, siguiendo las pistas de su intuición, empieza a atar cabos, en un ambiente solitario, en el cual el sistema como tal tiene poco interés por resolver los crímenes, siendo necesario que el investigador venza todo el aparato y la mediocridad burocráticos. En paralelo con esta situación, bastante común en el cine, el protagonista ve cómo el caso o los casos que está resolviendo se vuelven muy personales; entonces se va involucrando cada vez más, sometido a giros insospechados que le agregan sabor y atractivo a la historia y que no se sabe hasta el final cómo pueden terminar. En el cine español de suspenso investigativo, con frecuencia se transitan los terrenos de la novela negra, en la cual no siempre el bueno lo es tanto. A diferencia de muchas de las tradicionales películas, no es una lucha entre el bien y el mal, en la cual el bien eventualmente sale avante; es más bien una lucha entre los demonios personales de protagonistas y antagonistas, en la cual nada es lo que parece.
La ciudad de Vitoria y los pintorescos paisajes de las montañas y pueblos de la provincia de Álava, en el País Vasco, son indudables protagonistas. Los variados y profundos tonos verdes del campo, con su encanto ancestral, sus cultivos de manzanos y sus antiguas casonas de paredes gruesas de piedra, contrastan fuertemente con los bizarros y sofisticados ambientes criminales que un extraño e improbable asesino ha concebido en el corazón mismo de tan bucólicos espacios. En cuanto a la ciudad, el filme nos lleva por un recorrido por algunos de sus sitios más icónicos, en los cuales se desarrollan las acciones que distinguen la película: una serie de crímenes, cuyas víctimas son parejas inocentes, casi escogidas al azar, que van apareciendo desnudas, con guirnaldas de girasoles sobre sus partes íntimas, en lugares escogidos estratégicamente por el asesino, para mostrar su audacia desafiante y sus conocimientos de las tradiciones y de la historia. Obviamente, también han sido seleccionados convenientemente por los realizadores del filme para llevar a los espectadores por un recorrido turístico y cultural de la bella ciudad.
Pienso que este esquema es atractivo para todos, aunque parezca artificioso. No podemos menospreciar el poder del cine para llevarnos por recorridos por el mundo, a lugares que muchos espectadores solo visitarán en el celuloide. Resalto en este caso que se recorren la Plaza de la Virgen Blanca, la Plaza de la Burullería, la Catedral, las murallas medievales, el Jardín de Echanove, entre otros, y que se aprovecharon en la filmación y en la trama los eventos festivos típicos de la ciudad, como la Procesión de los Faroles. En ellos se desarrollan movidas escenas, filmadas con buen oficio, que combinan tanto el agitado ritmo de la trama como la mirada detenida y observadora sobre los especiales ambientes de esta ciudad, de tonalidades blancas y tranquilas, nada acostumbrada a coloridos y angustiantes crímenes en serie.
Subyace a esto el tema criminal. De alguna manera, toda película relacionada con los crímenes en serie trata de plantear diversos interrogantes sobre los comportamientos y la mente del asesino y sobre las circunstancias sociales, familiares o personales que van desencadenando o, a veces, justificando tales extrañas patrañas antisociales. ¿Hay algún mensaje o algún intento de prédica social en la mente perturbada del asesino? ¿Qué tan perjudicial es la combinación del talento desbordado de una persona sensible, con el maltrato o las burlas infantiles o juveniles, experimentadas en momentos que se guardan para siempre? ¿Qué sucede cuando se acumulan ansias de venganza con una incapacidad para olvidar y con una capacidad para desquitarse con el sufrimiento inexplicable de terceros, como aviso tenebroso, y con una preparación maquiavélica del desquite definitivo contra los supuestos causantes de las ofensas originales? Casi siempre se responden estas cosas mediante representaciones dramáticas, como las del cine de suspenso, en las cuales se aprovecha el flashback para revisitar los momentos originales que se cree que desatan estas pasiones. Por otra parte, considero que cada uno de los espectadores tiene, en estas representaciones, la oportunidad de vivir sus propias situaciones y de aliviar esos impulsos negativos y vengativos, dejando que se apaguen con la magia del cine y que se vivan y se resuelvan imaginariamente, sin tener que desatar cadenas de sufrimiento en sí mismos y en los demás.
Subyace también el tema del engaño y de las apariencias. Varias de las tramas paralelas tienen que ver con secretos, con agendas ocultas, con vidas dobles. Mientras perduren estas situaciones de deshonestidad, se complica la solución de los conflictos. El título mismo de la cinta, El silencio de la ciudad blanca, nos trae reminiscencias de la imagen evangélica de los sepulcros blanqueados y nos sugiere la necesidad de profundizar en las relaciones, saliendo del silencio, hasta saber qué es lo que realmente pasa en la vida de las personas.
Entonces, si podemos examinar tal riqueza de elementos, disfrutar de una visita cultural e histórica a Vitoria y sus alrededores, y dejarnos llevar por los misterios de la trama y por el desafío de descifrarlos antes de que se resuelvan, bien vale la pena ver esta película.
Tráiler:
Ficha técnica:
El silencio de la ciudad blanca , España, 2019.Dirección: Daniel Calparsoro
Duración: 110 minutos
Guion: Alfred Pérez Fargas y Roger Danés, basado en la novela El silencio de la ciudad blanca
Producción: Mercedes Gamero, Mikel Lejarza Ortiz, Mar Targarona
Fotografía: Josu Inchaustegui
Música: Fernando Velázquez
Reparto: Belén Rueda, Javier Rey, Aura Garrido, Manolo Solo, Alex Brendemühl