Críticas
El viento implacable de Víctor Seastrom
El viento
The wind. Victor Seastrom (Victor Sjöström). Estados Unidos, 1928.
Un tren surca la inmensidad de una vasta e inhóspita llanura del desierto de Mohave. Dentro, una joven delicada, sentada en los primeros asientos, es observada fijamente por unos ojos malignos. Letty (Lillian Gish) se adentra en los dominios de un viento implacable. Inspirada en la novela homónima de Dorothy Scarborough, El viento (1928) es la sexta película americana de Victor Sjöström, director sueco que tras llegar a Hollywood, convocado por Louis B. Mayer en 1924, desarrolla una corta carrera bajo el nombre de Victor Seastrom. El filme puede considerarse uno de los grandes clásicos de finales del cine mudo y una obra maestra del cine de Hollywood.
Los inicios de Victor Sjöström deben rastrearse en el cine mudo sueco, del cual fue artífice y fundador. Antes de viajar a los Estados Unidos, había desarrollado una prolífica carrera que incluía más de una veintena de títulos y logros claves en el desarrollo del lenguaje del cine mudo. Su constante interés en experimentar con la técnica narrativa y cinematográfica lo llevó a revolucionar el cine. Para 1916, con el filme La extraña aventura del ingeniero Lebel, utiliza la analepsis como medio para contar su relato, a través de vueltas atrás sucesivas que dejan ver la narración desde diferentes puntos de vista. Con La carreta fantasma (1921), marca un punto de inflexión en la historia del cine con el uso de la sobreimpresión fotográfica para mostrar las almas errantes y el perfeccionamiento de la analepsis como estrategia narrativa.
El viento es una clase magistral, donde se combinan de forma soberbia la técnica fílmica con la narración. El guion fue escrito por Francés Marion -una de las grandes guionistas del siglo veinte, junto a June Mathis y Anita Loos-, ganadora dos veces del Oscar a mejor guion en 1930 y 1931. La historia de Scarborough, escogida por la primera dama del cine americano, Lillian Gish, presentaba las condiciones idóneas para que Sjöström hiciera de ella una pieza memorable que recordara aquellas primeros filmes daneses y suecos, donde los elementos naturales parecen planear oscuramente sobre los grandes amores: rayos, incendios, arenas movedizas, protagonistas de esos primeros dramas mundanos. El Viento, no obstante, va a dejar ver la impronta de Hollywood, sobre todo en el tono moralizante que adquiere hacia el final.
Narra la historia de Letty, una joven proveniente de Virginia, que viaja a Texas para quedarse a vivir en lo que ella cree que es un adorable ranchito en Texas. Su juventud y dulzura contrastan con este ambiente hostil y desconocido, donde la vida es tan dura como el carácter de sus habitantes. Parte fundamental de la apertura son los tres personajes masculinos que encuentra en su camino y van sembrando el miedo y haciendo oscuros augurios para ella. Como mucho cine clásico, desde un inicio se sientan las bases de un drama que no pierde tiempo en circunloquios y va perfilándose plano a plano.
Letty será recibida por Beverly (Edward Earle), su primo y Cora (Dorothy Cummings), la esposa, que da visibles muestra de desagrado ante su presencia. La llegada a casa no será la ideal, una pequeña chanza infantil le cuesta una cachetada, el ambiente rezuma hostilidad. Una escena magistral resume la relación que existirá entre ambos personajes femeninos, reforzando todo lo que las actitudes y los pocos intertítulos anteriores han preconizado. Una mano delicada en primer plano sufre el calor de una plancha, su dueña no se atreve a quejarse pero no está acostumbrada a hacer este tipo de trabajo. Es la mano de Letty, que mientras sobrelleva los trabajos domésticos, observa como Cora destripa una vaca y disfruta manoseando uno de sus órganos. En un solo plano se resume la escena, Cora, a la izquierda, observa a la joven, mientras afila los cuchillos; Letty, a la derecha, y entre ellas, una vaca destripada. Sella el odio de esta mujer frustrada y seca la entrada de sus propios hijos, que huyen asustados de sus manos ensangrentados, mientras van a recibir los mimos de la tierna y adorable Letty.
Letty deberá encontrar su lugar en aquel espacio inhóspito, reajustando su propia forma de ver el mundo y a sus habitantes. No queda espacio para la dulzura y la candidez, en un sitio donde las decisiones se dirimen a tiros. El filme presenta una estructura narrativa clásica, compuesta por tres unidades: primer acto, recibimiento/rechazo y primera decepción (primer punto de giro); segundo acto, búsqueda de una alternativa ante las amenazas y segunda decepción (segundo punto de giro); y tercer acto, casamiento forzado y búsqueda de un lugar; todo el relato, atravesado por la presencia taumatúrgica del viento y desarrollado a través de un lenguaje cinematográfico profundamente experimentado y sagaz.
Sjöström es capaz, a través de un gesto, de una escenografía, de la pobreza, de los ropajes, dotar a sus personajes de una vida interior, de una profunda caracterización sin perturbar el desarrollo de la narración, enriqueciendo infinitamente el contexto subyacente del filme, en el que, además, maneja elementos de carácter surreal y localista, como las leyendas de los Injuns –nombre peyorativo que se le daba a los nativos americanos-, que es utilizada por los pretendientes de Letty, ya sea para asustarla -Wirt Roddy explicándole que el viento podría volverla loca- o para insertar esa cualidad mágico mítica del elemento y darle al personaje un cualidad benévola -Lige y su historia, que mezcla lo poético con lo popular y que está más vinculada a la ontología de la región. Según los indios, el viento del Norte es el fantasma de un caballo que vive en las nubes, una bestia blanca y salvaje que da coces entre las nubes, versión que se expresa a través de una sobreimpresión que alcanza grados de lirismo, que lo equipara con las presencias fantasmales de La carreta fantasma o los sueños de la Godoul de Renoir en La hija del agua (1925).
Su estilo da cuentas de las influencias del Kammerspielmfilm en la concentración de grupos reducidos de personajes en muy pocas locaciones –para este filme, siete personajes y unas cuatro locaciones fundamentales-, el dominio de los elementos y eventos de carácter simbólico –el viento protagonista, sobrenatural de la historia, símbolo de un mal que acecha, el uso subjetivo de la luz bastante moderado- y la perspectiva dramática, siempre enfocada en el interior de los personajes. Todo esto, cautelosamente medido por los productores de la MGM, que nunca dieron rienda suelta al ingenio de Sjöström. Es por ello que El viento es un filme magnífico, pero mesurado, de un aliento poético poco desconocido en el Hollywood industrial y que da cuentas de la maestría de su director, quien coloca nuevamente a Lillian Gish –ya lo había hecho en La Letra Escarlata (1926)- a la altura de sus mejores interpretaciones con Griffith.
Una de las censuras más notables que sufrió Sjöström de parte de los productores de la MGM fue el final trágico, de larga y prolífica tradición en el cine nórdico. En Hollywood, desde que Griffith insertó el happy ending como resolución a una tensión dramática final que lo hacia más gustoso y esperanzador, un final trágico podía acabar con la carrera de un actor. Como expresa Lillian Gish en 1991, en una introducción para la versión masterizada del filme, luego que terminó el rodaje en el desierto de Mohave y todo el mundo creía que tenían una buena película, los productores se negaron a un final donde Letty corría loca hacia el desierto y moría. Ya tenía la Gish para ese entonces siete finales trágicos en su haber, por lo que estuvo encantada de cambiarlo en la versión que quedó en el metraje final.
El filme, como era de esperarse, tuvo un final no tan feliz. Convertida en un éxito artístico, la recepción del público americano fue un fracaso. Aunque Sjöström fue de los pocos directores emigrados que gozó tanto del éxito comercial como de popularidad, su impronta de genio era demasiado para la mentalidad encorsetada del gran público. Haría solo una película más, antes de regresar a su tierra natal para retornar a su profesión de actor hasta su muerte.
Trailer:
Ficha técnica:
El viento (The wind), Estados Unidos, 1928.Dirección: Victor Seastrom (Victor Sjöström)
Guion: Frances Marion
Producción: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
Fotografía: John Arnold
Música: Cine mudo
Reparto: Lillian Gish, Lars Hanson, Montagu Love, Dorothy Cumming, Edward Earle y William Orlamond