Críticas
El sexo de la loba
En compañía de lobos
Otros títulos: Lobos, criaturas del diablo.
The Company of Wolves. Neil Jordan. Reino Unido, 1984.
Si de terror hablamos en lo que se refiere a las películas y, sobre todo, a los cuentos, podríamos caer en la tentación de llevar a cabo un análisis que se acerque más a los cánones de lecturas psicológicas de Freud para así poner de relieve aquellos indicios que, teóricamente, demostrarían la presencia de un subconsciente prohibido. De hecho, podríamos preguntarnos por qué el terror en tanto género funciona, no obstante la (no muy latente) dicotomía entre lo que se nos presenta, la dualidad de lo prohibido en tanto causa de dolor psíquico y en tanto necesidad rebuscada de una sensación a la que no queremos sustraernos. Si por un lado se presenta, entonces, la voluntad de alejarnos de lo que nos provoca algo que no queremos sentir, por el otro es como si la presencia de una seguridad concreta (el arte en tanto cuento oral, cuento escrito, cuento dibujado, cuento de imágenes en movimiento) nos permitiera acceder a este mundo desconocido, dejándonos desatar aquella curiosidad por lo clandestino sin tener que pagar el precio de un contacto con la realidad. Si las apariencias son las de una necesidad masoquista (o hasta sádica), entonces, al profundizar en la lectura del terror podríamos abrir las puertas de una morbosidad metafórica.
De hecho, este concepto de metáfora se une bastante bien al significado profundo de la mayoría de las obras de arte, ya que si un sentido tienen, muchas veces se trata de presentarnos bajo una forma irreal lo que constituyen nuestros deseos. La metáfora sería entonces la concreción de un diálogo profundo pero escondido, como si tuviéramos cierta vergüenza al hablar abiertamente (sin inhibiciones) de aquellos temas que, de por sí, nos provocan cierto malestar psicológico debido a nuestros bloqueos culturales. Si de lobos se habla, entonces, en la obra de Neil Jordan (director) y Angela Carter (escritora y guionista), resulta necesario poner de relieve algo que ya en su hechura revela una conexión bastante explícita con el mundo de la sexualidad: el lobo representa así el macho, la figura de una sexualidad violenta, hambrienta de carne (joven) y de sangre (femenina). Ser selvático, capaz de matar y por esta razón peligroso, el lobo es la concreción de una vida que se sitúa fuera de la civilización, lejos del mundo humano con sus construcciones (mentales o reales) que reducen lo exterior (lo que está fuera del pueblo) a una estructura de vida que hay que rechazar por ser dañina y por llevar fácilmente a la muerte.
Sin embargo, el discurso de Jordan y Carter quiere ir más allá para demostrar cómo esta dualidad entre lo exterior (fuera de la sociedad humana) y lo interior (dentro de los sistemas civiles) no es algo que se establece solo desde un nivel cultural, sino que se entremezcla con las condiciones psicológicas del sujeto, en especial manera, el femenino. El lobo no representa así solo una metáfora civilización-natura, sino que pone de manifiesto los impulsos que intentamos esconder o dominar, impulsos que se deben a una estructura biológica de la que solo podemos escapar con una castración que nos llevaría a una crisis psicológica o, en el peor de los casos, a una esterilidad física, la impotencia de una sexualidad casi inexistente, frígida. El lobo existiría en tanto símbolo (metáfora) de algo que está dentro de nosotros, pero que, por una cuestión cultural, hemos estado intentando alejar de nuestra misma conformación, como si su presencia significara el darse cuenta de que nuestra candidez está manchada de aquellos deseos suprimidos que dejarían libre una estructura inversa a la que hemos creado para nosotros, el andamio con el cual vamos trazando los perfiles de nuestra personalidad en tanto parte de una comunidad.
Si la obra se situara solo en este marco, ya sería bastante como para darle al público un discurso con el que entablar un diálogo intenso, pero la capacidad artística de Carter y Jordan logra ir más allá, dejando paso a una lectura diferente: a protagonizar esta película no nos encontramos ante la figura del lobo o del cazador, sino ante la de la(s) mujer(es) y, sobre todo, la de una muchacha. Que nos guste o no, entonces, el discurso de Jordan y Carter se mueve en torno a la sexualidad femenina y a cómo, efectivamente, se esconde en ella la necesidad de tener una relación sexual (verdadera o solo imaginaria) con el lobo mismo; si el animal representa los instintos y la atracción (el lobo es un animal atractivo, así parecen afirmar los dos autores), es la mujer quien no puede ocultar a sí misma esa atracción que siente y que le abre los ojos ante el mundo de la sexualidad. Se destruyen así, por necesidad, los sentidos de culpa de una cultura que no le permite a la mujer tener sus relaciones libremente ni acceder a sus deseos más profundos. El pacto que se crea entre las acciones (psicológicas) en la pantalla y la lectura (interior) que pone en marcha el espectador confluye así en un reconocimiento de la sexualidad femenina en tanto acción necesaria y libre, elemento de una trayectoria de formación personal.
Bildungsroman, entonces, de la sexualidad femenina, representación de los deseos profundos, superación del miedo a la sexualidad y aceptación de su violencia fingida, que quizás nunca haya existido. Deconstrucción de una visión falsada de la corporeidad femenina (la descubierta, no solo del cuerpo, sino también de la carga sexual), aceptación de la imposibilidad por parte de la cultura, de la sociedad, de lo humano de deshacerse del componente natural, biológico, espontáneo. En compañía de lobos intenta así construir una lectura diferente de la estructura discursiva de la damsel in distress (la mujer en peligro), ya que si de distress tenemos que hablar, en este juego en el que no hay nada verdaderamente violento (solo metafórico en tanto cine) la mujer se carga de un rol activo, coprotagonista de un juego en el que participa porque ella quiere, aun si no lo deja ver (pero, ¿no es esto ya parte del juego?).
Tráiler:
Ficha técnica:
En compañía de lobos / Lobos, criaturas del diablo (The Company of Wolves), Reino Unido, 1984.Dirección: Neil Jordan
Duración: 95 minutos
Guion: Angel Carter, Neil Jordan
Producción: Palace Pictures
Fotografía: Bryan Loftus
Música: George Fenton
Reparto: Angela Lansbury, David Warner, Micha Bergese, Sarah Patterson, Tusse Silberg