En solitario

Año tras año, la cinematografía francesa demuestra al resto del mundo que una industria del cine debe producir todo tipo de películas, grandes, pequeñas y medianas, y que no solo el cine americano es capaz de crear gran espectáculo. El principal reclamo de En solitario es, sin duda, el actor protagonista, François Cluzet, un actor de carácter con casi un centenar de títulos a sus espaldas que ha alcanzado la fama mundial gracias a su inolvidable papel de tetrapléjico en Intocable (Intouchables, Olivier Nakache, Eric Toledano, 2011), el último gran taquillazo del cine europeo. En esta ocasión, parte del equipo de aquella película repite su cometido y le ofrece a Cluzet la oportunidad de dar un auténtico recital interpretativo, ya que durante buena parte del metraje es el único actor sobre la pantalla.

En solitario es la opera prima como director de Christophe Offenstein, director de fotografía de títulos tan conocidos como No se lo digas a nadie (Ne le dis à personne, Guillaume Canet, 2006), Pequeñas mentiras sin importancia (Les petits mouchoirs, Guillaume Canet, 2010) o ¿Y ahora adónde vamos? (Et maintenant on va où?, Nadine Labaki, 2011). La empresa asumida por Offenstein no era, desde luego, tarea fácil, pero la verdad es que el resultado es envidiable, porque, a pesar de que la película puede resultar un tanto convencional desde el punto de vista argumental, la actuación de Cluzet y el protagonismo que adquiere la navegación mantienen al espectador en vilo hasta el final.

La premisa argumental es relativamente sencilla: Yann Kermadec (François Cluzet), eterno segundón en el equipo de navegación dirigido por su cuñado, Frank Drevil (Guillaume Canet), se convierte, de la noche a la mañana, en el patrón de un velero que va a participar en la Vendée Globe, la vuelta al mundo en vela y sin escalas. Es, sin duda, una oportunidad única en la vida de Kermadec, ya que siempre ha estado a la sombra de su cuñado, que, aunque ganó en la anterior edición, no puede participar en esta porque se ha lesionado pocos días antes de comenzar la regata.

Resulta curioso comprobar cómo en los últimos meses han coincidido en las salas de cine varios títulos que tienen al mar como protagonista. Así, se ha estrenado En solitario, pero también Cuando todo está perdido (All Is Lost, J. C. Chandor, 2013), Kon‑Tiki (Joachim Rønning, Espen Sandberg, 2012) e incluso Capitán Phillips (Captain Phillips, Paul Greengrass, 2013). En el caso de En solitario, lo que espera el espectador es una lucha por la supervivencia, por un lado, y lucha del protagonista consigo mismo, por otro, pero sucede un hecho inesperado que va a convertir el viaje de Kermadec en un viaje de conocimiento, en el que el personaje debe cuestionar sus propios valores y sus prioridades. Después de varios días de navegación, y tras haber tenido que parar en las islas Canarias para reparar una avería, Kermadec descubre en su barco a un joven polizón, Mano Ixa (interpretado por Samy Seghir), que trata de llegar a Francia para curar una dolencia. El descubrimiento del polizón por la organización de la regata supondría la descalificación inmediata de Kermadec.

Como ocurre en todo viaje, ya sea literario, cinematográfico o vital, lo importante no es el desplazamiento, sino la experiencia vivida y adquirida durante el tiempo que dura. Eso es algo que ya nos enseñó Homero en la Odisea, y, desde entonces, se ha repetido en innumerables ocasiones. Como afirma Constantino Cavafis, “cuando salgas de viaje para Ítaca, / desea que el camino sea largo, / colmado de aventuras, de experiencias colmado”. En solitario es una gran producción europea (17 millones euros de presupuesto) que recrea muy bien el mundo de la vela. Su factura técnica es impecable, a pesar de las dificultades del rodaje en alta mar, y ha habido participación española en la producción, de ahí la música de Víctor Reyes y la breve aparición de José Coronado.

Premios: Nominada al César a la Mejor opera prima; Premio del Público del Festival de Gijón.

Tráiler: